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El triunfo de Boca sobre Central Córdoba trae un alivio temporal para Sebastián Battaglia, pero no debería confundirse: el equipo sigue sin un plan
Con Javier Garcia y Toto Salvio como estandartes, la victoria por 2 a 1 en Santiago del Estero aporta una pequeña ilusión; ahora, Corinthians, el martes, por la Copa Libertadores
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Boca no canceló ni una duda. Sigue en el foco de conflicto deportivo: juega sin un plan. Pero ganó: esa clase de triunfos que despejan ciertos nubarrones. Que engañan, confunden. Al menos, dispuso de dos certezas enormes: el arquero y el goleador. Javier García, de habitual suplente a un imprescindible. Y Eduardo Toto Salvio, que se olvidó por un rato de los tormentos que lo persiguen.
El ambiente de trabajo no suele ser el ideal. Los hinchas se enfadan con el rendimiento y los resultados del equipo. El equipo, algunas veces, es un desorden, mientras mira de reojo al entrenador y a las autoridades. El técnico no siente el respaldo necesario y los dirigentes creen que hay que dar un cambio de timón, pero no ahora mismo, tal vez en unos días o en semanas. Todos desconfían de todos.
En el medio de tantas idas y vueltas –habitualmente, detrás de escena–, se posa el Mundo Boca. Juan Román Riquelme, Sebastián Battaglia, Patrón Bermúdez: caciques de otro tiempo en el campo de juego, campeones en variados rincones, hoy en otro lado del mostrador. Ellos juegan su partido, mientras los futbolistas juegan otro. En el torneo local y en la Copa Libertadores: no pueden permitirse un paso en falso, ni aquí ni allá.
“Creyendo en la idea, siendo mucho más sólidos, teniendo más huevos. A veces pasamos malos momentos por desajustes que tenemos. Lo más importante es que se tiene que cambiar con los jugadores que tenemos. Ellos saben que lo tienen que hacer. Están fuertes y quieren revertir la situación”. Bermúdez es un hábil declarante. Sin embargo, comete deslices, sobre todo cuando advierte que Román “no es parte del consejo de fútbol”. Debe ser el nexo esencial con el entrenador. Pero la desconfianza vuela demasiado de prisa. Si Riquelme no confía en el jugador más ganador de la historia xeneize y, si al mismo tiempo, el DT no conversa a diario con el ídolo, las chispas caen, inexorablemente, sobre el campo de juego.
El colombiano estuvo en el palco, serio y concentrado, al lado de Raúl Cascini y el Chelo Delgado. Los encargados del fútbol profesional xeneize vieron, a una corta distancia, la confusión ideológica de Boca, que en el final del primer capítulo exhibió buena parte del nerviosismo que lo invade, con reproches y ademanes al árbitro Yael Falcón Pérez y sus asistentes. Los más efusivos, Rojo, Pulpo González y Advíncula.
Claro: sufrir dos penales en 45 minutos es todo un hallazgo para Boca. El primero, de VAR: un brazo excesivamente extendido de Rojo, que molesta a López. El remate desde los 12 pasos fue frenado por Javier García, como ocurrió en el certamen con Rossi (atajó otros dos penales, a Vecchio, de Central y a Leandro Díaz, de Estudiantes).
A los 35 años, García toma nota de que puede ser el arquero de Boca. Otros cuatro disparos detiene, hasta que en el final del primer capítulo, el mejor de la cancha derriba en el área a Metilli. Y esta vez, López cambia el destino y sella un lógico 1-1.
Como ante River, cuando se abrazó a un simbólico Rossi y diez más (el arquero atajó para un 10), García era el principal argumento de una formación errática, sin fuego en las venas, con una excepción furiosa: los primeros 5 minutos. De Romero, Villa a Salvio y un remate desviado, a Villa, Romero a Salvio y un gol que lo hizo emocionar, luego de un largo tiempo sin convertir y, sobre todo, por las desventuras personales que está atravesando.
Fue un suspiro. Rápidamente, Boca volvió a ser el Boca de casi siempre. Sin la pelota, desordenado, acorralado por un débil y entusiasta adversario.
Con el mejor equipo posible, más allá de que este martes se cita con Corinthians, en San Pablo, por la Copa Libertadores, Boca le pone el pecho a la adversidad con ráfagas. Le pone ganas a la falta de un plan bien diagramado. Y baja la guardia rápidamente, casi sin darse cuenta, sobre todo, cuando está en ventaja. La tensión interna se traslada al campo de juego, no hay vueltas. Rojo debió ser expulsado (el VAR ignoró la acción), por una patada a López, en el piso, luego de una infracción previa del defensor.
Compacto de Central Córdoba 1 vs. Boca 2
En el tramo final, Boca le puso una dosis de convicción a sus dudas existenciales. Coraje, empuje. Dos tiros en los palos (el primero, de Benedetto, el segundo, un cabezazo de Aranda que roza el arquero, más allá de que estaba en off side) lanzan un mensaje. Hasta que un centro de Villa encontró el cabezazo goleador de Salvio, que salta más alto que todos.
Al rato, Benedetto sale del campo, sin poder marcar. Al final, sin mostrar una mejoría elocuente, Boca gana. Y se sabe: los triunfos acercan una dosis de tranquilidad. Pasajera, eso sí.
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