El trofeo Jules Rimet fue robado en 1983 de la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol; se cree que un joyero de nuestro país fue el encargado de fundirla
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El Trofeo que la FIFA le entregó a los campeones de cada Mundial entre 1930 y 1970 inclusive, se llamó primero Victoria y, desde 1946, Jules Rimet, en reconocimiento al presidente francés de la FIFA, pieza fundamental a la hora de crear la nueva competición entre selecciones. La Copa original, diseñada por el francés Abel Lafleur, estaba hecha de plata esterlina chapada en oro y tenía una base azul de lapislázuli. Medía 35 centímetros de altura y pesaba 3,8 kilos. El diseño tenía la forma de una copa octagonal, sostenida por una figura alada que representaba a Niké, la diosa griega de la victoria.
Este hermoso trofeo corrió riesgo de desaparecer en al menos dos ocasiones. Como era lógico, el campeón de 1938, Italia, lo retuvo hasta el siguiente torneo. Pero llegó la Segunda Guerra Mundial y los torneos de 1942 y 1946 se suspendieron. Ottorino Barassi, vicepresidente italiano de la FIFA y presidente de la Federación Italiana de Fútbol, retiró en secreto la Copa de un banco ubicado en Roma, y la escondió dentro de una caja de zapatos para evitar que los nazis se la robaran. El plan fue un éxito. Tiempo después, en Inglaterra, más precisamente el 20 de marzo de 1966, la Copa Jules Rimet fue robada durante una exhibición pública en el Salón Central de la tienda Westminster.
La desesperación fue total, porque solo quedaban cuatro meses para el comienzo del torneo organizado por Inglaterra y el trofeo no aparecía. Por suerte, un perro llamado Pickles la encontró envuelta en un diario, en el pozo de un jardín suburbano de una zona de Londres llamada Beulah Hill y los británicos respiraron aliviados, además de convertir en héroe nacional al pichicho. Cuatro años más tarde, en México 1970, Brasil ganó el Mundial por tercera vez. Como estaba estipulado entonces, el conjunto verdeamarelo se quedó para siempre con la Copa Jules Rimet.
Pero nada es eterno. El 19 de diciembre de 1983, un grupo de ladrones se la robó de una exhibición en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro. Aunque parezca insólito, el trofeo estaba protegido por un cristal antibalas, pero en su parte posterior apenas tenía un fondo de madera, que fue fácilmente vulnerado por los atacantes.
Si bien los acusados fueron detenidos y enviados a prisión, el trofeo jamás fue hallado, y se sospecha que fue fundido para ser vendido como oro. La banda que llevó a cabo el atraco más impactante y sencillo de la historia del fútbol estaba compuesta por tres brasileños: Antonio Pereira Alves (gerente de un banco con asistencia frecuente a las oficinas de la CFB), José Luiz Vieira (alias Bigote) y Francisco Rocha (”Chico barbudo”). Pero lo que más ira provocó en el pueblo brasileño fue enterarse de que el supuesto responsable de la desaparición del trofeo fuera… un argentino: el joyero Juan Carlos Hernández.
“En ese momento, Hernández era el vendedor de oro robado más importante de Rio de Janeiro”, compartió tiempo después Murilo Miguel, el detective que estuvo a cargo del caso. Y agregó: “Cuando se dieron cuenta que terminarían en la cárcel, los que ejecutaron el plan lo delataron. Entonces fuimos a su casa para detenerlo”.
Sin embargo, no todo fue tan fácil. Porque si bien había dos personas que aseguraban que el trofeo Jules Rimet pasó por las manos de Hernández, no había la menor prueba que lo incriminara. Pero hubo un hecho del sospechoso que le permitió al detective confirmar su presunción. “Lo interrogué por varias horas”, compartió Murilo. Y explicó: “Se notaba que era alguien muy astuto y muy hábil para afrontar ese tipo de procedimientos. De hecho, fingía no tener idea de lo que estábamos hablando”.
Sin embargo, el profesional decidió jugar una carta que le aseguró el triunfo: “Le dije que para los brasileños era un golpe durísimo saber que un argentino había convertido la Copa en lingotes de oro. Fue entonces cuando vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa pícara, y ese momento supe que ésa era la prueba más contundente de que él lo había hecho”.
Si bien Hernández siempre negó haber robado la Copa del Mundo, en febrero de 1984 fue declarado culpable y condenado. De acuerdo a una investigación realizada en 2014 por canchallena.com, Luego de cumplir nueve años de prisión, el hombre escapó a Francia, donde volvió a ser encerrado por tener relación con el mercado de la droga.
En ese entonces, el periodista Jeremías Prevosti intentó ubicarlo y el último dato que se tuvo fue que estaba viviendo en Pasos de los Libres, Corrientes. Aunque la información nunca pudo ser chequeada.A modo de consuelo, las autoridades del país verdeamarelo decidieron hacer una réplica que todavía conservan y exhiben en el Museu Do Futebol, ubicado en el estadio de Pacaembú, en San Pablo. Un cartel expone un dolor que es eterno para el pueblo brasileño: “En 1983 ocurrió la desaparición más triste: la Copa fue robada en la sede de la CBF, en Río de Janeiro, y nunca fue encontrada”.
El trofeo más deseado de la historia
“Cuando me enteré que la FIFA buscaba un trofeo sustituto a la Jules Rimet que se había quedado Brasil en México ‘70, me encerré en mi estudio en el barrio de los artistas de Milán y me puse a trabajar inmediatamente”, contó alguna vez el escultor italiano Silvio Gazzaniga El trofeo pesa 6,175 kg de oro macizo 18 kilates y mide sólo 36,8 cm. Sin ser el más grande ni el más pesado del fútbol mundial, sin lugar a dudas es el más deseado y el que hipnotiza a cualquiera que lo mire fijo.
Consciente de que su dibujo no sería claro de explicar ante el jurado, Gazzaniga llevó a la presentación una versión tridimensional de su obra. “Varias líneas salen desde la base, ascendiendo en espiral y estirándose para recibir al mundo”, explicó alguna vez Gazzaniga, en declaraciones que consigna FIFA.com. Allí amplía: “Desde las tensiones dinámicas notables del cuerpo compacto de la escultura surgen las figuras de dos deportistas en el conmovedor momento de la victoria”.
El trofeo muestra una escena de alegría, en la que dos futbolistas festejan con los brazos en alto, y sostienen un globo terráqueo sobre sus hombros. Y la FIFA no dudó en elegirlo como sucesor del trofeo Julest Rimet. La propuesta de Gazzaniga se impuso sobre otras 52 de siete países diferentes. “El jurado entendió de inmediato que era una copa muy fotogénica. Fácil de levantar y que luce hermosa cuando la alzan. Él creó un trofeo universal”, declaró su hijo Giorgio en 2006.
“Diseñé esto para recompensar el heroísmo”, le dijo Gazzaniga a la agencia AP en 2002. Y agregó: “Pero no un heroísmo sobrehumano. No es una copa convencional”. Tal como lo estipulaba la FIFA en su convocatoria, el ganador no poseería los derechos sobre su obra. Por lo cual Gazzaniga jamás se benefició económicamente por ser el padre de la Copa del Mundo. Pero a modo de compensación, de algún modo se convirtió en un hacedor de Copas deportivas. A lo largo de su vida diseñó también la copa de la UEFA y la Supercopa Europea, entre otros trofeos. Silvio Gazzaniga falleció mientras dormía en su casa de Milán, a los 95 años, el 31 de octubre de 2016.
“Robo Mundial”, la serie
En la previa de Qatar 2022, la plataforma Star+ lanzó una nueva producción argentina llamada “Robo Mundial”, que precisamente se enfoca en el robo de la Copa del mundo.
Narra la historia de Lucho Buenaventura, un papá que viaja al Mundial junto a su hijo con la esperanza de que el país gane el torneo más famoso del mundo pero, por una sanción en eliminatorias, la Argentina queda descalificada del certamen.
Entonces, un grupo de personas planifica algo extraordinario: robarse la Copa del Mundo, que está en Buenos Aires por una gira promocional, y negociar a partir de ella la posibilidad de que la Argentina vuelva a lugar el Mundial.
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