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El tobogán de Racing, un símbolo del deterioro del fútbol argentino de la pospandemia
Buscar culpables con nombre propio es equivocar el diagnóstico: hoy, Argentina no puede competir económicamente ni con un club de la Segunda de España
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Racing cayó eliminado por penales ante Godoy Cruz en la Copa Argentina y desató la habitual ola de declaraciones e incertidumbres que traen las derrotas, aunque puedan ser accidentales, convirtiéndose en un caso que vale de símbolo de lo que está ocurriendo en el fútbol argentino en la cruel etapa de pospandemia que vivimos. Porque es necesario decirlo de entrada: es imposible analizar lo que sucede si no se entiende el efecto que este período ha producido en nuestros clubes, si no se comprende que ha nacido una nueva realidad sin comparación posible ni siquiera con el pasado más reciente.
Gonzalo Escobar, ex lateral izquierdo de Colón, quedó libre en junio, estaba negociando su incorporación a Racing y terminó fichando por el Ibiza. Su caso se me ocurre emblemático. Un club sin tradición ni grandes aspiraciones, recién ascendido a la Segunda División española, compite y le quita un jugador a un grande de la Argentina. ¿Cómo se sostiene una cierta supremacía cuándo se dan este tipo de situaciones? ¿Quién puede mantener en el tiempo el buen funcionamiento de un equipo? Las arenas en las que trabajan actualmente los entrenadores del fútbol argentino son más movedizas que nunca y las posibilidades de formar un buen equipo a corto y mediano plazo, cada vez más reducidas.
Lo que sucede en Racing es más notable porque en los últimos años llevaba una buena dirección que ahora parece haber perdido, pero no difiere del panorama general. El carácter pasional del fútbol tiende a gambetear los criterios de valoración, a no tener en cuenta el entorno y a dejar de lado el sentido común. Los reproches se renuevan con cada tropiezo, porque hay que ganar y punto. Pero en este caso suenan injustos si se miran los logros recientes, con títulos más o menos frecuentes y una presencia en el ámbito internacional que hacía años no se conseguía. Ahora la realidad ha cambiado, el campeonato argentino se asemeja a una Primera Nacional reforzada y ningún equipo está exento de padecer vaivenes.
Es muy difícil soportar con naturalidad las exigencias de un club grande sin contar con las herramientas ni la materia prima adecuadas, y este es un proceso que no solo padece Racing. Si no se considera este punto es muy probable que se falle en el análisis. Le pasó al propio Lisandro López tras la caída de esta semana. Sus declaraciones pidiendo reestructuraciones internas no hicieron más que echar nafta al fuego en momentos donde lo ideal es pisar el freno, dialogar con franqueza dentro de la institución y establecer un diagnóstico a partir de estudiar todas las variables. La exposición pública solo logra ampliar el problema y alimentar la enfermiza práctica de buscar responsabilidades y soluciones individualizadas.
La renuncia de Diego Milito a la dirección deportiva de la Academia es el argumento recurrente para explicar el tobogán futbolístico del club en tiempos recientes, cuando en realidad habría que preguntarse qué jugador sería capaz de seducir y persuadir hoy Milito para incorporarse al plantel y qué disponibilidad económica tendría el club para afrontar su compra. Y en el mismo sentido, qué perfil de entrenador mejor que el que a priori presentaba Juan Antonio Pizzi podría atraer sin despertar interrogantes antes de empezar a trabajar. La capacidad negociadora no puede hacer milagros sin poder adquisitivo. Dicho con un ejemplo: un Marcelo Díaz hoy no ficharía por Racing.
Es verdad que hace bastante tiempo que no da gusto ver jugar a la Academia y que Pizzi fue incapaz de darle una identidad al equipo, un modo de juego reconocible. Tan cierto como que en la mayoría de los conjuntos argentinos los entrenadores pasan sin que el rendimiento mejore y que Marcelo Gallardo es apenas la excepción que confirma la regla. El problema, entonces, quizás se encuentre en otro lado.
Los grandes equipos han hecho historia por tener grandísimos futbolistas. Es la parte sustancial del juego y jamás va a cambiar. La invasión de la metodología, la ciencia y el Big Data nunca podrá reemplazar al talento del futbolista que sabe jugar y es por este camino que se explica mejor lo que les ocurre a Racing y a todos los demás.
Resulta inútil intentar rebajarle el precio a lo que significa la calidad del jugador. Pongamos por caso un futbolista de la Primera Nacional. Si está en esa categoría -y salvo que se trate de un hallazgo poco frecuente- no incrementará automáticamente su calidad por ponerse otra camiseta, y si lo consigue solo será después de atravesar un proceso lógico de mejora. Su inserción instantánea en un equipo como Racing simplemente evidencia que el campeonato de Primera se ha devaluado.
Este es el quid de la cuestión, esta decadencia que transitamos y que será necesario ir asimilando. La sufren el 80 por ciento, o más, de los clubes argentinos e implica que en la medida que la economía no se refuerce y los campeonatos no se reestructuren nos costará cada vez más ver equipos que jueguen bien de manera constante. Racing no es más que el símbolo de un problema que arrastra a todos los demás.
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