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El subibaja de Almirón como DT: era exitoso y pedido por Macri para la selección, pero hoy está devaluado y sin club
30 de julio de 2018.Mauricio Macri es el presidente de la Nación y un futbolero de ley. Su exitosa trayectoria en Boca y su influencia en el juego de la pelota, tal vez, avalan su pensamiento. Involucrado en el marco del 41° aniversario de la Fundación Mediterránea de Córdoba, es consultado por su candidato para suceder a Jorge Sampaoli como entrenador del seleccionado argentino. La travesía en Rusia fue un bochorno: sobre todo, fuera del campo de juego. "¿Quién me gusta? Los consagrados están en Europa. Y entre los jóvenes, Almirón. Los equipos que él dirigió marcan algo distinto. Me gusta Jorge Almirón", acepta el primer mandatario, aunque enseguida aclara: "Igual, yo no tengo injerencia en ese tipo de cosas".
30 de mayo de 2020. Almirón aparece como candidato a asumir en Godoy Cruz, que acaba último en la Superliga, con 18 unidades, a 30 de Boca, el campeón. De modelo de gestión, se convirtió en un club averiado, apremiado en los promedios, sólo superado por Colón y Patronato. Más allá del rescate de la AFA –no habrá descensos– es la consecuencia de incorporar a 5 técnicos en un año. El último, Mario Sciacqua, duró un suspiro: asumió en diciembre pasado. Está por asumir Diego Martínez, un atrevido entrenador de Estudiantes, de Caseros, de 41 años. Almirón dirigió al Tomba en 2014 y era el candidato natural. Se quedó en la puerta. Del otro lado.
La vida de los entrenadores, a veces, tiene esas trampas del destino. Almirón es un entrenador de calidad comprobada. En Lanús alcanzó la excelencia: no sólo se consagró, el equipo era una exhibición de buen juego, compromiso táctico y belleza. Cuando Macri destacó su categoría, cuando Boca lo sedujo más de una vez, era un nombre reconocible, confiable. En Lanús logró el torneo de Primera División de 2016, la Copa Bicentenario y la Supercopa local. Y un imposible: llegó a la final de la Copa Libertadores 2017.
Conducía, por esos días, Atlético Nacional de Medellín, una etapa que fue el prólogo de su impensada travesía en el juego de los cuestionamientos, las dudas. La malicia. Fue un clásico jugador del ascenso y había dirigido a Dorados de Sinaloa (el equipo que luego popularizó Diego Maradona), Defensa y Justicia, Veracruz, Correcaminos, Tijuana, Godoy Cruz e Independiente. En el gigante de Avellaneda ya había sufrido el destrato, con conflictos internos que derivaron en una salida intempestiva, justo en la casa que comparte su sentimiento, su corazón.
"La gente va a decir «por fin se fue este negro de m...»’’. Renuncié por los jugadores, ya que ellos están muy presionados y no están tranquilos por mi culpa. La gente ya no me quiere por más que gane el equipo. Y sabía que, si no me iba, los iban a p... a todos". Su efectividad fue de 50,48 por ciento. Nada mal. El Negro, el Comandante, el entrenador más exitoso de la historia de Lanús, dirigió en apenas 35 partidos en Atlético Nacional. Pero lo peor no había ocurrido. Mientras, la seducción de selección, el coqueteo xeneize, eran fantasmas que aparecían y se esfumaban.
"Yo me siento preparado. Uno mira por las redes y está informado de todo. Son especulaciones, no hay nada en concreto. No lo tomo en serio. Veo muchos nombres y alternativas; algunas son importantes. Yo sigo enfocado en el día a día. No lo tomo con mucha seriedad, porque no hay nada en concreto y nadie me llamó", contaba en agosto de 2018.
Dijo Pep Guardiola alguna vez: "El miedo a perder partidos es lo que me da hambre otra vez. No me gusta el sentimiento de perder partidos. No es bueno para ningún entrenador del mundo, por lo que todos los entrenadores tratan de evitar ese sentimiento cuando pierdes un partido. Porque te sientes culpable, te sientes mal, tu vida privada no es buena, la relación con los jugadores no es buena y por eso es por lo que debes evitarlo. Simplemente el miedo a perder un partido... te da hambre para volver a ganar.
Dijo alguna vez José Mourinho: "En todos los clubes de fútbol ocurre, no solo en el Real Madrid, el éxito es de todos y el fracaso es del entrenador. Pasa en casi todo el mundo, con excepción de algunas culturas diferentes, en las que los clubes son especiales y reconocen la figura del entrenador, su responsabilidad en lo bueno y en lo malo".
Éxito, fracaso. Miedo, angustia, resurrección. Jorge Almirón, en dos años, pasó de ser uno de los candidatos naturales de la selección –dirigida hoy por Lionel Scaloni, sin experiencia previa ni pergaminos… ni fracasos– a ser descartado por el equipo que salió último en el torneo reciente. ¿Qué pasa por la cabeza de un entrenador que en dos años tiene temor a perderlo todo? ¿Cómo se incorpora, cómo se levanta?
"En el futbol no está todo inventado", le contó a LA NACION hace un tiempo. Almirón se aferra a eso: a su reinvención, a su conocimiento. A volver intentarlo. La respuesta a una pregunta aporta otra pista.
–¿Hasta dónde es responsabilidad suya cuando se da cuenta que su idea, en ese grupo, no va a funcionar?
–Lleva tiempo. Si llegás a un equipo que fue campeón y querés modificar la idea vas a atentar contra esa idea, porque querés modificar algo que funcionó. Aún así se puede hacer. Si encontrás jugadores receptivos y te dan los tiempos se puede hacer. Me pasó en Lanús, por ahí con jugadores que no estaban acostumbrados a salir jugando y con el equipo más adelantado y jugando mano a mano con los centrales. La mayoría de los equipos que buscan ser ofensivos se paran así. Gustavo Gómez cambió conmigo. El arquero salía largo y él no sabía si podía hacerlo. Un central que además de marcar está obligado a jugar tiene otra responsabilidad, otro desgaste emocional, otra presión. Y cuando el jugador se anima y ve que lo puede hacer, no sólo crece él; lo hace todo el equipo.
Allí es cuando el salir jugando pasa de ser una atracción a una trampa. En San Lorenzo, llevó al Mono Monetti para esa tarea, como lo trasladó, tiempo antes, a Medellín. En el Ciclón no funcionaron varios asuntos, no solo el defensivo, en un plantel sin vuelo y con extranjeros de dudosa categoría. Ganó cuatro partidos de 24. "Hubo mucha presión de la gente y lamentablemente la expectativa que se había generado no coincidió con los resultados. Los refuerzos que en determinado momento iban a venir no pudieron llegar. No se armó el equipo que pretendíamos, pero es parte de la experiencia. Los resultados no se dieron y los directivos tuvieron que tomar una decisión. Me gustaba mucho el desafío de dirigir San Lorenzo, pero no hay ningún resentimiento", recordó, días atrás.
Tal vez, lo marcó una frase, en los días del Nuevo Gasómetro, que en la intimidad de los grupos suele ser letal: "No soy el papá de nadie para ir motivando a los jugadores, los chicos tienen que auto motivarse, están en un equipo grande". La rúbrica fue luego de un 0-2 con Atlético Tucumán. Es un entrenador convencido, seguro de sí mismo, que a veces vuelca sentencias que incomodan la sensibilidad de ciertas figuras.
Necesitó despegar y se fue a Arabia Saudita. En Al-Shabab estuvo solo un puñado de días, 11 partidos. Fue despedido. Lo quiso Colón, comprometido con el descenso y con problemas financieros. No se dio. Godoy Cruz, en declive, lo tenía agendado. No se dio.
El fútbol es una moneda al aire. Almirón, un entrenador con nombre y argumentos, conoce las dos caras.
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