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El rompecabezas que los Mellizos tendrán que resolver en Boca
Luego de la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores, Guillermo y Gustavo apuestan a un equipo renovado para ir en búsqueda de la séptima estrella continental
Detrás de ese abrazo enloquecido en el que soltaban toda la adrenalina de dos horas de sufrimiento continuo seguramente había algo más que un festejo. En esos saltos desacompasados, sin duda que los Mellizos Barros Schelotto estaban descargando algo más que la angustia por un resultado incierto hasta la última atajada de Agustín Orion en la serie de penales. Ahí, a través de todos sus poros, también estarían exudando la mufa de un período repleto de inconvenientes, mucho más rico en obstáculos que en alegrías, que estuvo a un paso (o a doce, mejor dicho) de no alcanzar el primer objetivo establecido y, quizás, dejar marcado para siempre el futuro, su futuro en el club de la Ribera.
Decía Guillermo al filo mismo de la definición que le iba "a robar el teléfono de Dios" a Carlos Bianchi. Y es cierto que en esta primera etapa al frente de Boca no se le puede criticar demasiado por tener que rescatar esa herramienta mítica como argumento postrero al que recurrir para salvar una situación extrema.
Si se analiza que se hizo cargo de un plantel en cuya planificación no participó. Si se repasa la interminable ristra de lesiones que fue desarmando lo poco que había logrado construir durante la fecha FIFA de marzo (prácticamente, la única semana de entrenamiento completa). Si se recuerda todo lo que generó a nivel interno el "affaire Osvaldo". Si se tienen en cuenta las vicisitudes que fue atravesando el propio partido ante Nacional, con un gol en contra, dos nuevos visitantes de la enfermería y un expulsado insólito, bien podría decirse que a los Mellizos no les quedó otro remedio que hacer una llamada al Más Allá para meter al equipo en semifinales.
¿O sí podrían haber hecho otra cosa? Y es en la duda donde nace la mirada hacia lo que espera una vez que pase el receso por la Copa América. Porque una vez superada la etapa de celebración, Guillermo, Gustavo y todo Boca tendrán que analizar bien lo sucedido en estos últimos meses para acomodar de la mejor manera posible tanto los duelos finales por la Libertadores como la larga temporada que vendrá a continuación.
Desde su llegada al club, y hablando solo de lo futbolístico, los técnicos intentaron consolidar dos de sus mandamientos sagrados: intensidad absoluta (lo cual motivó un cambio en la dirección de la preparación física) y 4-3-3 como dibujo básico en la cancha. Y cuando el experimento estaba empezando a funcionar se inició la cadena de maldiciones. Cayó Carrizo, cayó Bentancur, cayó Osvaldo, le siguieron Cubas, Gago, Lodeiro, Chávez…
Boca-equipo se quebró por el medio y ya no hubo manera de mantener el orden. Ni con los volantes suplentes, ni mucho menos a partir de algunas decisiones de los entrenadores, como la del jueves cuando se fue Meli e ingresó Carrizo para conformar una especie de 4-2-4 generoso en el empuje pero sin pies ni cabeza desde el punto de vista táctico.
La misión, de ahora en más, es recomponer ese orden perdido. Y elegir las piezas adecuadas para hacerlo. Pensando en julio, los Mellizos recuperarán a los "lesionados menores", pero seguirán sin tener a Gago y Cubas. Y sobre todo, deberán decidir el modelo a seguir.
Porque si todo apunta a la búsqueda de un delantero centro de área, se llame como se llame, deberán reacomodar a Carlos Tevez, que acabó encontrando su lugar como falso 9 y ya demostró que no se ajusta demasiado al puesto de mediocampista en un 4-3-3 clásico. En ese sentido, es imposible suponer que las emociones de la Copa les hayan hecho olvidar a los Mellizos el partido en Lanús, sin dudas la peor producción del semestre.
Aquella noche en La Fortaleza, con Carlitos como volante por izquierda y Osvaldo de 9, el equipo mostró tanto desorden y fallos de funcionamiento como ante Nacional, pero con menos coartadas y, sobre todo, menores recursos para sobreponerse a la situación.
Tendrán que medir bien Guillermo y los suyos qué zonas del campo reforzar. Porque si la idea es mantener el 4-3-3 a capa y espada hay varios puntos flacos. La eventual llegada de un Wanchope o un Carrillo, y el consiguiente traslado de Tevez a la posición de enganche dejaría solo un par de mediocampistas puros. En tal caso cabría preguntarse si Pablo Pérez puede ejercer de Gago, si el criterio con poca marca de Jara alcanza para tapar el agujero que dejó Cubas, si es Peruzzi el lateral derecho más indicado para imitar lo bueno que está haciendo Fabra del otro lado, o si no sería imprescindible contar con algún marcador central más dúctil con los pies que el Cata Díaz o Insaurralde para saltar líneas con un buen pase largo cuando las circunstancias lo exijan.
Ya sin adrenalina en el cuerpo y con la primera base conquistada, los Mellizos entran en zona de definiciones. Sobre la mesa tienen un interesante rompecabezas para armar. De cómo lo resuelvan dependerá el porvenir de Boca de ahora hasta diciembre. Japón espera…
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