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El regalo de Marcelo Bielsa a Pep Guardiola: la carpeta inútil para el técnico indescifrable
Ese nombre le daba vueltas en la cabeza. Marcelo Bielsa. El primero que se lo mencionó fue Gabriel Batistuta, en los pocos partidos que coincidieron como futbolistas de Roma. Algunos años después, cuando ambos ya cursaban la prejubilación de sus carreras en Qatar y se buscaban para jugar al golf, ese hombre reaparecía una y otra vez. Marcelo Bielsa. Pep Guardiola ya hablaba como un entrenador y proyectaba en voz alta sus desafíos. "Si querés dirigir, tenés que charlar con Bielsa", le aconsejó Batistuta. Lo espoleó, en realidad. Y Guardiola se agendó el mandato.
No tardó en desplegar un plan. ¿Cómo acceder a Bielsa? Hubo una pieza clave para la cumbre de la que tanto se contó. Y fabuló. Esa persona fue Lorenzo Buenaventura, desde hace años el profe de Guardiola, hoy juntos en Manchester City. Buenaventura era personal institucional del club Espanyol, en 1998, aquel bautismo fugaz de Bielsa por el fútbol europeo. Se conocieron, y el histórico y entrañable profesor Luis Bonini, mano derecha de Bielsa durante dos décadas, lo sumó al cuerpo técnico de primera y desde entonces creció una relación de cercanía y respeto. Que perduró más allá del breve lapso de Bielsa en Cataluña. Incluso, mucho después, Buenaventura sería incorporado a la excursión mundialista por Japón. Por cierto, otro breve lapso laboral.
Buenaventura, naturalmente amigo de Pep, era el receptor de las insistentes demandas de Guardiola para que tendiera un puente... Hasta que un día levantó el teléfono y, vía Bonini, se organizó el encuentro. El resto es conocido: no tardó el catalán en satisfacer lo que ya se había vuelto una obsesión: encontrarse con Bielsa. Viajó a la Argentina junto con su amigo, el escritor y cineasta David Trueba. Su agenda tenía varias reuniones, con César Luis Menotti, por ejemplo, pero especialmente una estaba subrayada con resaltador.
El martes 10 de octubre de 2006, un enviado del técnico recogió a Guardiola y a Trueba por un hotel de Palermo y los condujo hasta el campo de los suegros de Bielsa, en Máximo Paz, a 78 kilómetros de Rosario. Bielsa estaba desempleado desde su salida de la selección argentina, y por entonces acababa de terminar un minucioso trabajo, diseccionando a los 32 equipos que habían participado del Mundial de Alemania.
Fueron casi 11 horas de debates, anotaciones, videos y hasta simulaciones tácticas entre sillas, con Trueba como simpático testigo –y conito humano– de varios ejercicios. El cineasta filtró un diálogo que tomó dimensión mitológica. Bielsa, pregunta, en amable cuestionamiento: ‘¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del futbol, aún quiere volver ahí y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?’ Pep no demoró ni un segundo su respuesta: ‘Necesito esa sangre’.
Menos de ocho meses después de esa charla, Guardiola debutaba como entrenador del Barcelona B. El paso del tiempo se ha encargado del resto. "Creo que logré aburrirlo a la hora 11, je... Igual, quiero aclarar que yo no tengo conocimientos que él no tenga. A partir de que el otro no ignora lo que uno sabe, el fenómeno pedagógico que ustedes mencionan no se puede dar", contó para despegarse del cartelito de maestro, antes de que se enfrentaran. Porque se iban a enfrentar. Tres veces en algo más de medio año. Barcelona vs. Athletic Bilbao entre 2011 y 2012. Y Bielsa nunca le pudo ganar a Pep. ¿Será en la Premier League? "El mejor llega a la Premier...", fueron hace unos días las palabras de bienvenida de Guardiola apenas se confirmó el ascenso de Leeds. Saludo reverencial.
Cara a cara en una cancha quedaron por primera vez el 6 de noviembre de 2011, por la 12 fecha de la Liga española, en el viejo estadio San Mamés. Bajo una lluvia torrencial rugían los leones vascos, que ganan 2 a 1 en el minuto 90. Y merecían la victoria contra el Barcelona de Cesc, Abidal, Xavi, Iniesta y Piqué. Claro..., falta nombrar a uno, a Lionel Messi, que en tiempo adicionado aprovechó una pelota suelta, un mal despeje en el área del arquero Iraizoz, y empató. Fue 2-2. "Se trató de un maravilloso espectáculo. Cuando dos equipos van a ganar, el fútbol es así de hermoso y el espectador es el que sale beneficiado", serían las palabras de Guardiola ante la prensa. Javi Martínez, aquella noche jugador de Athletic, que años más tarde sería dirigido por Pep en Bayern Munich, contó que el catalán una y otra vez le mencionaba ese encuentro como el más fabuloso que había visto en su carrera. A Bielsa, claro, le quedó la amargura, como tantas otras veces en su trayectoria: sus dirigidos no se habían alzado con la justa recompensa.
Al cruzarse en los saludos del final, Guardiola le musitó a Bielsa: "Tus jugadores son unas bestias". Y ante los medios, reconoció que en toda su vida no se había enfrentado "contra un equipo tan intenso".
Volvieron a encontrarse por la fecha 31, el 31 de marzo de 2012, en el Camp Nou. Esta vez, la victoria por 2-0 de Barcelona fue inobjetable. Faltaba muy poco para el cierre de la liga, que ganaría el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, Özil, Benzema, Kaká, Higuaín, Di María y José Mourinho, sumando 100 puntos. Fue la Liga en la aterrizo Diego Simeone en Navidad en Atlético de Madrid, y fue la Liga en la que Messi terminó como Pichichi con ¡50 goles! Los vascos concluyeron el torneo en la décima posición, una campaña con altibajos, que hasta en alguna ocasión los encontró en el quinto lugar.
Todavía esperaba el cruce fundamental: la final de la Copa del Rey. Cuentan desde el riñón de Bielsa que preparó ese partido con la obstinación de un detective. Involucró a su cuerpo técnico hasta el mínimo detalle. Pidió analizar todos los partidos –más de 60– del conjunto catalán en la temporada, y sobre ese trabajo operó él con un grado de disección inusitado. Bielsa, hasta el día de hoy, entre las virtudes que le reconoce a Guardiola, especialmente señala que "maneja el misterio de lo indescifrable". Sí, siente que consigue desconcertar a sus rivales desde un envidiable volumen de opciones. Cree que Guardiola siempre se guarda un conejo en la galera.
Todo lo que podía suceder, Bielsa lo había pensado y evaluado. Pero aquel 25 de mayo, en el ya inexistente estadio Vicente Calderón de Madrid, a los 25 minutos el partido se había terminado. Ganaba 3-0 Barcelona, con un gol de Lionel Messi, claro. Y Bielsa siempre sintió que se trató de una cortesía de los catalanes dejar el marcador ahí.
Esa misma noche, Bielsa mando a uno de los colaboradores, el chileno Diego Reyes –lo acompaña desde 2007; hoy es su ayudante de campo en Leeds– al vestuario de Barcelona para entregarle en manos a Guardiola esa carpeta que Pep y la jerarquía de sus dirigidos habían dejado en ridículo en menos de media hora. ¿Qué datos incluía? Un informe técnico-táctico de cada uno de los partidos, acompañado por un editado de situaciones de gol a favor y en contra, y también una edición de cientos de movimientos individuales. Era un gesto de capitulación. Una cordial manera de felicitarlo y de mostrarle admiración. Algo así como... "Pese a todo lo que hicimos, con ustedes no se puede". Un testimonio de su encandilamiento.
Se encontraron minutos más tarde en las entrañas del Calderón. Intercambiaron cálidas palabras. Sobre la carpeta que acababa de recibir, Pep bromeó: ‘Sabes de Barcelona un montón de cosas que yo desconozco’. Y Bielsa le respondió: ‘No sirvió para nada’. El rosarino es consciente del relativo valor de tanto estudio, pero necesita la paz interior del deber cumplido.
Desde entonces han estado periódicamente en contacto. Por diferentes vías, pero siempre desde el afecto. En público no se han ahorrado elogios. Bielsa admira la inteligencia de Guardiola, su perspicacia para alumbrar nuevos caminos. Crearon una relación de confianza y cercanía, aunque pasen bastante tiempo sin verse. "¿Si son amigos?... No, no, esa es una palabra difícil para Marcelo. Son..., digamos, muy buenos colegas", confiesa alguien que accede al mundo hermético. Entre ellos, la puerta siempre estará entreabierta.
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