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El primer gol que valió un partido
BELO HORIZONTE.- Y fue un golazo del as de espadas, del único que podía romper la monotonía y la falta de ideas preocupante que flotó ayer. Argentina ya está en octavos, y si antes fue el Maracaná, ayer vibró el Mineirao. Un estadio que volvió a ser fanáticamente argentino, con aliento, con camisetas al viento, humor y hasta pedido de un poco más de... los hinchas a los jugadores. El top five de hinchadas sin duda lo encabeza, la Argentina.
Luego se fueron perdiendo por las márgenes de la Lagoa de Pampulha, en clima de fiesta. En definitiva, estuvieron presentes el día en que Messi dibujó un gol estupendo en el último aire, el día en que Irán hizo historia porque nos complicó. Tuvimos que esperar hasta el minuto 90 para aliviarnos. Para sacarle el peso a una tarde soleada que pintaba para un gran espectáculo y terminó siendo un ir y rebotar constante. Como un paredón. Los centrales se cansaron de cortar y rechazar centros sin claras intenciones. Y sólo nos ilusionamos con aquella estupenda jugada entre el Kun y Pipita que pareció marcar un camino del que Argentina, lamentablemente, le perdió las huellas.
Los creativos no se juntaron donde duele y se repitió la falta de coordinación ofensiva, en sus movimentos y "sociedades" por los lados. Consecuencia: pocas llegadas peligrosas, pocos "¡uuuh..!". Nos fuimos desinflando a la espera de ese instante que nunca llegaba. No fue el partido que imaginábamos, en el que desgastaríamos al rival hasta tenerlo entre las cuerdas. No. Se dio el peor escenario posible: tener que hablar de Irán y su gran partido táctico.
Porque al carecer de buenas jugadas o geniales gambetas para desatar la eficaz barrera iraní, ellos fueron creciendo y creyendo que podían molestar más. Por eso, incentivados por Queiroz (que se volvía loco en el primer tiempo cuando su arquero demoraba) salieron más agresivos en el segundo tiempo. Fueron verticales y contundentes en tres o cuatro contras. Menos mal que Chiquito Romero hizo lo que Casillas no pudo, se dio cuenta y retrocedió a tiempo antes de que el peligroso Dejagah le clavara un cuchillazo a nuestro orgullo.
Me anoté apuntes...
-Me gustó el segundo tiempo de Rojo, atrevido, tirando un caño, pegándole de afuera y buscando centros picantes.
-Argentina dio señales que será importante en algún momento en la pelota parada. Así como será necesario el cambio de ritmo explosivo de Di María.
-Se aguarda al mejor Agüero, que sabemos (y deseamos) ya va a llegar. Lo necesitamos .
-El Pocho Lavezzi le dio un poco de vértigo y mano a mano, pero nada era suficiente para quebrar un empate que parecía cierto y triste, decepcionante.
Hasta que apareció él. El "asesino de las áreas", que resolvió otra vez como contra Bosnia y salvó de la vergüenza a la Argentina. El grito del alma, en una tarde que también para él había sido cuesta arriba, desató otra vez la euforia. De la gente que rezonga y, a la vez, se anima a soñar. Porque se aferra al repertorio infinito de un capitán diferente. Rebelde a su manera y que no se rinde nunca... Nuestro as de espadas.
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