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El presidente y el Rey que eran lustrabotas
Papá Dondinho, nieto de esclavos con ancestros africanos, se lesionó y Atlético Bauru dejó de pagarle. “Doña Celeste” (la madre de cien años, aún viva) apenas tenía pan y bananas para poner en la mesa. Dico –así lo llamaban en familia– tenía siete años. Pero era el hijo mayor. El tío Jorge lo ayudó a fabricar la caja de lustrabotas que le permitió ganar su primer dinero (una moneda de 400 “réis”) en la estación de trenes en el pueblo paulista de Bauru. El barrio no ofrecía clientes y Dico fue con su caja a los entrenamientos del club. Alguno se compadecía, pero el oficio duró poco. Diez años después, con 17, Pelé (ex Dico), ya estrella de Santos, subió por primera vez a un avión, para debutar en el Mundial Suecia 58. Volvió como “O Rei”.
También Lula fue lustrabotas en el puerto de Santos, con nueve años de edad. Séptimo hijo de campesinos analfabetos, nacido en casa de dos habitaciones y con piso de tierra, sin electricidad, agua corriente ni baño. La familia, que a veces comía apenas insectos, escapó del Nordeste pobre para viajar en un camión de madera durante quince días hasta San Pablo. Vendió naranjas, ayudó en una tintorería, terminó la escuela y a los 14 años entró en una planta metalúrgica. A los 17, la edad en la que Pelé se convirtió en Rey, Lula perdía el meñique izquierdo en una máquina prensadora haciendo horas extras de madrugada en una fábrica de cofres de seguridad para bancos. Al año siguiente, 1964, Brasil perdía la democracia. Hoy, casi sesenta años después, Lula, asumió como primer presidente de Brasil elegido tres veces por su pueblo. “Tri” como Pelé. En Estados Unidos, ambos, el negro y el nordestino pobres, serían “self made man”. Pero es Latinoamérica, me dice desde Brasil el colega Pablo Giuliano. “Son sobrevivientes”.
Aun sin proponérselo (estaba demasiado atareado en su misión de Rey del fútbol), y sin rebeldías al estilo Muhammad Ali o Diego Maradona, Pelé fue “negrura en acción”. Convirtió a los más pobres en “millones de reyes”, como escribió Nelson Rodrigues (un “Shakespeare tropical”). La escritora y periodista Eliana Alves Cruz se recuerda como “niña negra, hija de un padre negro” que vio a Pelé como “la primera gran estrella brasileña negra del pop internacional”. Deslumbrada “porque tu cuerpo, el mío, el de mi padre, el de mi madre, el de los negros como nosotros, siempre había sido tratado como desprovisto de humanidad”, de “inteligencia”, cuando en rigor creció con reflejos y rapidez que fueron esenciales para “resistir el ataque”. Para Xico Sá, Pelé es el Premio Nobel que Brasil jamás tuvo. José Miguel Wisnick recordó que Pelé creció al calor de Brasilia y la bossa nova. “Como una curva arquitectónica de Oscar Niemeyer y una canción de Tom Jobim cantada por João Gilberto, cada gol de Pelé”, dijo Wisnick, era “una promesa de felicidad”.
Lula, en sus dos primeros mandatos, sacó de la miseria a más de 36 millones de brasileños y creó 22 millones de empleos. Condenado a nueve años de prisión por corrupción (encarcelado vio morir a su esposa de medio siglo, a un hermano y a un nieto), absuelto por la Corte Suprema, Lula, hoy otra vez presidente, es exhibido como ejemplo de resiliencia. Sucede lo mismo con los campeones del deporte. Pero la resiliencia verdadera, sabemos, es la de millones que nacen fuera del sistema. Y no llegan a ser Pelé ni Lula. El presidente cumplió este martes su primera misión fuera de Brasilia. Volvió al Santos de su infancia y rindió homenaje al Pelé de muerte digna (sin mentiras que estiraran innecesariamente el dolor). Hincha de Corinthians, clásico rival al que Pelé le hizo 50 goles, Lula dijo que El Rey obligaba a todos a ir igual a la cancha, “porque la gente agradece a quien le ofrece espectáculo”. Eso sí: si hay cielo, Lula confió en que Pelé jugará allí con la camiseta de Corinthians.
Pelé pasó a ser icono global en México ’70, nuestro primer Mundial a colores. Luego, él se autoerigió en modelo opuesto al caos de Maradona (horas antes de su muerte, Pelé recibió el perdón de los hijos de Sandra, la hija extramatrimonial ya fallecida, y a la que reconoció sólo luego de trece intimaciones judiciales). En pleno régimen militar, Pelé dijo que “el pueblo brasileño no estaba preparado para votar”, pero en estas horas más benevolentes hasta luce políticamente comprometido. Se viralizó una foto de 1984 con camiseta de “Diretas Ja”, tapa de la revista Placar, supuesto apoyo a la “Democracia Corintiana” de Sócrates que pedía elecciones directas en Brasil. El autor de la imagen (Ronaldo Kotscho) aclaró una vez que, en rigor, le tendió una “trampa” y que Pelé le dijo: “Hijo de puta, te doy diez segundos para que hagas esta foto”. Y es cierto también que en los sesentas, cuanto todos creíamos que Santos era sólo un glorioso equipo de fútbol, se omitía una ciudad que era un polvorín. Paraban desde los enfermeros hasta los árbitros de fútbol. Y dueña de un puerto histórico que era centro de esa lucha obrera, hasta que llegó el golpe que encarceló y torturó a los líderes sindicales. Es el mismo puerto que, de ahora en más, llevará nombre del Brasil profundo y de felicidad popular. Lula decidió que ese puerto, el más grande de Latinoamérica, se llame “Pelé”.
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