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El premonitorio consejo de Macri a Martino, 40 días antes de la renuncia
–Vos tendrías que haber renunciado cuando te negaron llevar a Theiler para dirigir las juveniles.
–Puede ser que tengas razón. Pero acá no hay ni a quien presentarle una renuncia.
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El jueves 26 de mayo, Mauricio Macri recibió a Gerardo Martino en la Casa Rosada. La cita protocolar incluyó una foto y el deseo de éxito para la inminente Copa América. Esa fue la forma: en el fondo, el presidente de la Nación y el entrenador de la selección argentina coincidieron en el diagnóstico sobre el estado de la AFA. Apenas 40 días más tarde, la renuncia de Martino –presentada a Claudio Tapia, un dirigente sin mayor rango pero el único en quien confiaba– demostró que todavía se podía estar peor.
Al entrenador, el manejo de las selecciones juveniles le importaba tanto o más que la actualidad de los mayores. Insistió durante más de un año en convocar a Jorge Theiler, uno de su riñón, para intentar enderezar un barco encallado. Hasta que se cansó y bajó los brazos. "Mi cabeza está en la Copa, no me hago más mala sangre", confió antes del comienzo del torneo, ya en Estados Unidos. Pero allí los problemas se multiplicaron durante un mes que se pareció bastante a una comedia de equivocaciones, desencuentros y miradas desconfiadas. Martino los tenía en una sola bolsa: "Los dirigentes son todos iguales. Cuanto más lejos estén, mejor", reflexionaba, amargado, un integrante de su cuerpo técnico en aquellos días soleados del verano estadounidense.
El grisáceo invierno argentino terminó por llevárselo puesto. Martino se pasó junio entre los partidos de la Copa y el armado de una lista de jugadores para llevar a los Juegos Olímpicos cada vez más conflictivo. El juego a dos puntas se fue poniendo cada vez más espeso a medida que los apellidos que él quería recibían tachaduras. Juventus bajó a Dybala, Everton a Funes Mori y Atlético Madrid, a Kranevitter. Más acá en el tiempo, River negó a Mammana. Huracán a Espinoza y Boca, a Silva. En el medio, claro, tenía que atender las cuestiones del día a día en la gira por seis ciudades estadounidenses: ¿pero con quién discutir esos detalles? Un día estaba Segura, otro Tapia, otro Blanco… El mando de la AFA se licuó tanto que el DT directamente se quedó sin interlocutor.
En ese vendaval, haber perdido la segunda final consecutiva terminó siendo un detalle para su mirada. Durante el torneo, estaba convencido de que la prensa y los dirigentes lo iban a medir por el resultado y no por cómo se llegara a la definición; ni le hizo falta exponerse a encuestas. Entendió que el penal que Messi mandó a la estratósfera fue menos decisivo que una anarquía insoportable. Y se quedó sin energías, como su maestro, Bielsa.
Tenía la decisión tomada: se iba a ir después del Mundial de Rusia, con la corona o eliminado en la primera ronda, le daba igual. No le interesaba pensarse a mediano plazo: está convencido de que la selección, ya sin su generación dorada, tendrá serios inconvenientes para clasificarse a Qatar 2022. Pero los plazos se adelantaron en todo sentido: Martino se fue antes, ¿y quién puede asegurar que en este contexto llegar a la Plaza Roja será un paseo?
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