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Paraguay tiene un pie y medio dentro del Mundial 2026. Con una acción elaborada en el pizarrón, una de sus armas predilectas, venció por 1-0 a Chile. Así prolongó una fantástica racha positiva -sumó 15 de los últimos 21 puntos disputados-, y de paso, condenó a la selección de Ricardo Gareca, ahora última en la tabla, a ir en busca de un auténtico milagro en las cinco jornadas que quedan.
Ganar. Con las armas que se tengan, de local o visitante, contra viento y marea, pero ganar. Cuando las eliminatorias giran la última curva para entrar en la recta final, las opciones de llegar al Mundial se han reducido durante la larga carrera anterior y por delante aparecen rivales poderosos, solo hay un verbo por conjugar. Sin especulaciones, sin diagramas tácticos amarretes, ni pérdidas de tiempo exageradas. Paraguay y Chile, cada cual con sus armas y con urgencias distintas, pero con necesidades semejantes, jugaron exactamente a eso.
Entre los dos armaron un partido que produjo 90 minutos de taquicardias en ambos países, pero resultó entretenido, cambiante, siempre interesante para el espectador neutral. Y sin un solo puntapié fuera de lugar hasta el cierre del encuentro, cuando una trifulca que no pasó a mayores estuvo a punto de empañar toda la buena conducta anterior.
Hubo 42.000 personas vestidas de rojo y blanco, tal como lo había solicitado Gustavo Alfaro en la previa para multiplicar aún más el habitual fervor nacionalista de los guaraníes. Fue la inyección extra de vitaminas que recibieron los paraguayos apenas pisaron el Defensores del Chaco.
Los locales tenían por delante confirmar la vigencia de la resurrección lograda en las tres dobles fechas anteriores, desde que el ex técnico de Boca y Huracán tomó las riendas del equipo. No demoraron ni un minuto en dar una respuesta. La presión adelantada les hizo robar tres pelotas en la transición con pelota al pie que pretendía Chile. La última acabó con un topetazo de Arturo Vidal a Miguel Almirón. El tiro libre fue una larga acción preparada que remató de frente al arco Ramón Sosa y salvó la espalda de Gabriel Suazo. La dinámica se agotaría demasiado pronto, apenas algo más de diez minutos, aunque dejó su lugar a la herramienta albirroja de toda la vida: el juego aéreo.
Junior Alonso, el que fue central en Boca y ahora es lateral en Atlético Mineiro, ganó tres veces por arriba en el área chilena durante la primera parte. Una se fue ancha y otra se enredó en rebotes. La restante originó una estirada fenomenal de Brayan Cortés y anticipó lo que vendría en el arranque del segundo tiempo.
Sin más margen para el error, la Roja que dirige Ricardo Gareca mira hacia el séptimo puesto de la tabla, el que permite el acceso al repechaje, como tabla de salvación para alcanzar la cita de 2026. Vencer en Asunción era, según los cálculos optimistas del periodismo trasandino, un resultado clave para sostener la ilusión. No lo consiguió, pero la realidad es que en el juego tampoco quedó demasiado lejos.
Chile vive desde hace años una especie de tragedia futbolística: no encuentra sucesores dignos para aquella generación dorada que logró el bicampeonato en la Copa América. Uno de los que podrían disimular la carencia -Carlos Palacios- renunció a la selección en octubre pasado por causas nunca del todo explicadas, y los últimos mohicanos aportan poco más que sus apellidos ilustres.
Con Alexis Sánchez lesionado en Santiago, Gareca apostó a los galones de Eduardo Vargas y Arturo Vidal. Ninguno de los dos le respondió con la altura necesaria. Cuesta recordar una participación positiva del delantero. Solo hubo ráfagas del carismático volante que, además, fue quien se retrasó en salir desde el fondo en un centro para habilitar a Omar Alderete en el gol guaraní.
Vicente Pizarro y, sobre todo, Lucas Cepeda, tomaron la posta en los 45 iniciales una vez apagado el huracán inicial que quiso desatar Paraguay. El delantero zurdo fue en ese lapso el factor diferencial de los chilenos. Movedizo, inteligente para tirarse atrás o buscar por el medio partiendo desde la derecha, le complicó la existencia al mediocampo local, que no atinaba a controlarlo.
Hasta el final de la etapa, entre ambos se ocuparon de timonear el toque en el medio y otorgarle el dominio territorial a Chile. No tuvo final la Roja (lleva solo 9 tantos convertidos en 13 encuentros), porque Alexander Aravena demoró más de la cuenta para definir sobre la salida de Roberto Fernández tras un gran pase de Cepeda a los 20; y el arquero le tapó un zurdazo abajo al propio Cepeda a los 27.
¡Otro tanto de Alderete para acercarnos aún más al objetivo!
— Selección Paraguaya (@Albirroja) March 21, 2025
¡Lo gritó todo el país! pic.twitter.com/PfPska2LMg
El descanso devolvió la misma escenografía que el comienzo del partido. Tan calcado que a los 2 minutos, Paraguay repitió paso por paso la jugada de pizarrón que intentó en la primera mitad. Esta vez fue Felipe Loyola quien evitó el toque final de Miguel Almirón. El local insistió en la embestida, y tendría revancha a los 14. Otro tiro libre por arriba sembró el desconcierto en el área chilena. Cabeceó por derecha Juan Cáceres, prolongó Antonio Sanabria, y empujó a la red Alderete, entrando por detrás de Vargas.
Lo que siguió hasta el festejo final de los guaraníes ya fue más previsible. Paraguay se tiró atrás, se hizo fuerte en el poderío de sus dos centrales y amenazó con aumentar la ventaja con un contraataque que nunca concretó. Gareca buscó en el banco soluciones de emergencia que no encontró y se fue con una derrota que huele a sentencia, con Chile sumergido en el sótano de la tabla. Celebraron con euforia los guaraníes una victoria con aroma a Mundial.
Ganar era el único verbo que valía. En la pizarra de Alfaro estaba escrito cómo conjugarlo.
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