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La subestimación, el peor efecto del mal de altura: la insistencia argentina sobre el tema alimenta la rabia boliviana
A los futbolistas locales les molesta que se haga tanto hincapié en lo adverso que le resulta a la selección jugar en La Paz
LA PAZ.- Estará nublado, habrá probabilidad de precipitaciones y la temperatura rondará los 14 grados. No soplará viento y la humedad andará por el 70 por ciento. La altura, eso sí, será la de siempre: 3640 metros sobre el nivel del mar.
Cada vez que la selección argentina visita esta ciudad, la discusión siempre se vuelve más topográfica y climatológica que futbolística. Está visto: no hay otro equipo nacional en las Eliminatorias sudamericanas que centre tanto el debate en el efecto que la altura provoca en los organismos de los futbolistas. Y eso provoca una doble consecuencia en los bolivianos: bronca y un deseo profundo de alcanzar la victoria.
De lo primero dan cuenta sin rodeos los jugadores locales. Dice Pablo Escobar, el delantero que será titular esta tarde: “Un ex entrenador argentino (por Ricardo Caruso Lombardi) dijo el otro día que 11 limoneros paceños también le ganarían a la Argentina porque la altura cambia todo. Es un vendehumo, fue una falta de respeto que no podemos aceptar”. A su lado, Ronald Raldes, capitán de Bolivia, abunda: “Es un menosprecio por nosotros. Eso molesta mucho”. Y completa Alejandro Chumacero, el joven más destacado del equipo: “Al fútbol se juega sin excusas. Ojalá mañana tengan que volver a hablar de la altura”.
La última vez que la selección se aclimató para jugar en la altura fue en la era Passarella: todo terminó en escándalo y derrota
Donato Villani sabe de qué se trata el llamado “mal de altura”: llegó aquí más de cinco veces como médico de distintos equipos, incluso uno de básquet. Tres de ellas fueron para partidos de Eliminatorias, como parte de los cuerpos médicos de Marcelo Bielsa (2001), José Pekerman (2005) y Diego Maradona (2009). De tantos viajes sacó una conclusión: “No se puede saber cómo se va a adaptar un organismo a la altura hasta que estás ahí”, le dice a LA NACION el actual coordinador médico de las selecciones argentinas y flamante integrante de la Comisión Médica de la FIFA.
La vez que Maradona jugó con Evo Morales para defender que Bolivia sea local en La Paz
La falta de previsibilidad de la que habla se respalda con hechos: con Bielsa, la selección remontó un 1-3 y terminó empatando con goles de Crespo y Sorin en los últimos cinco minutos, cuando se supone que las reservas físicas están agotadas; con Pekerman consiguió el último triunfo aquí con un equipo armado ad hoc, “con varios jugadores de contextura pequeña, rápidos y livianos”, apunta Villlani; y con Maradona, el intento de eludir la importancia de la altura y salir a atacar se pagó con un 1-6 histórico.
Ese antecedente específico envalentona a Raldes, sobreviviente del mayor triunfo de la historia de su selección: “Si hacemos las cosas bien, si tenemos la misma dinámica de aquel día, se puede dar. El recuerdo seguro que los preocupa”, se anima, sobre la posibilidad de que se repita semejante resultado. Será que la fortaleza espiritual vale tanto como la física y la técnica: el entrenador, Erwin Sánchez, había pasado por las habitaciones a dejar un huevo para cada jugador, una metáfora viva de la entrega que pretendía de sus jugadores. “Los rivales no comen carne de tigre, nadie es superhombre en la cancha ni en la vida”, escribió uno de sus ayudantes en el vestuario. En el otro, Maradona pegó carteles que decían “la altura no existe”.
Una vista del Hernando Siles
Villani afirma que, sin poder llegar a La Paz con semanas de antelación, lo mejor es hacerlo sobre la hora, como volverá a ocurrir hoy con la Argentina: “A las tres o cuatro horas se empieza a notar el efecto. La deficiencia fisiológica está demostrada, la sensación de ahogo crece. Pero no podemos culpar a los bolivianos de haber nacido allí. El fútbol es un deporte al aire libre, y si no tampoco habría que jugar en la nieve o con 40 grados de calor”, sienta su postura.
Llovizna en la ciudad. Las cholas van subiendo en silencio por las veredas del pintoresco Paseo El Prado, porque el día se va y mañana habrá que volver a bajar esas calles para ofrecer sus ponchos de alpaca y sus manteles multicolores en los mercados del centro. Saben ellas, las tapas de los diarios se lo recuerdan en cada esquina, que la rutina del martes se alterará: no habrá muchos clientes callejeando por la tarde, porque aquí a nadie el partido le resulta indiferente. Ganarle a la Argentina, a fin de cuentas, es una ambición compartida que recorre todo Bolivia. Desde las alturas del Illimani, la montaña que vigila La Paz, hasta la planicie del Kandire, la llanura más extendida de esta patria.
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