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El pecado de Marcelo Gallardo: las razones de una serie de tropiezos inesperados de River contra Boca (y por qué no va a cambiar)
A diferencia de los primeros cruces contra el equipo xeneize en 2014 y 2015, el equipo millonario pretende imponer su juego audaz, algo que no pudo conseguir en los cuatro partidos del año, más allá de los penales
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Tiempo atrás, en una habitual charla con el periodismo especializado, Marcelo Gallardo respondía con elocuencia frente a un interrogante puntual, en la antesala de un superclásico especial. “¿Qué le tenés que transmitir al plantel para que...?” El entrenador más exitoso de la historia millonaria se permitió una interrupción:
-Boca, Boca, Boca. Boca es el enfoque. ¿Te parece poco?
Lo transmitió con una sonrisa, frente a la aprobación general.
Eran tiempos -fueron tiempos-, de series victoriosas en continuado. La más grande, lógicamente, se instaló en el Santiago Bernabéu y fue para siempre, pero no resultó la única. Fue el séptimo mano a mano definitorio de la era Gallardo, con cinco triunfos millonarios y dos victorias xeneizes. La primera fue en mayo, por penales y en la Bombonera, por los cuartos de final de la Liga Profesional, luego de un empate 1-1. La segunda fue este miércoles, por penales y en el estadio de la Ciudad de La Plata, por los octavos de final de la Copa Argentina, luego de un espantoso 0 a 0.
En los dos últimos encuentros (más allá de la presencia de algunos juveniles en el primer caso), Gallardo cayó en la trampa de la telaraña que le creó Miguel Russo, una estrategia parecida (no tan cautelosa) de la que empleó el mismo Muñeco en los primeros cruces coperos, allá por 2014, 2015. El DT millonario, un crack en el arte de la planificación y la estrategia global y que suele ser representado por equipos audaces, agresivos, dueños de la situación, quedó desnudo.
Un estado de situación que se extiende durante todo 2021. Antes de estos dos últimos choques, otros dos: 2-2 y 1-1 en la Bombonera, ambos. El primero, electrizante. El segundo, táctico. River se sintió apichonado, incómodo, en cada uno de ellos. Pudo ganar, es verdad: Sebastián Villa empató a cuatro minutos del cierre y una carambola entre Izquierdoz y Andrada casi revierte el resultado, en el siguiente.
En marzo, cayó en la trampa
El 2 de enero, Ramón Ábila abrió el marcador; el 14 de marzo, Villa abrió el marcador, de penal; el 16 de mayo Carlos Tevez abrió el marcador (4-2 en los penales) y este miércoles, no hubo goles, antes del 4-1 de la definición. Boca impuso las condiciones casi siempre: sacar de quicio a River, meterlo en su laboratorio. Gallardo no aprendió la lección... o está convencido de que el juego fluido, atractivo y profundo de River, a la larga, va a triunfar. No ocurrió.
Sólo de a ratos, River fue River. En el 2-2, un tramo en el segundo tiempo y en el 0-0, grajeas en el arranque de la segunda mitad. Lo curioso es que Boca no se metió atrás: prefirió romper la táctica millonaria con la pelota por el aire. River tuvo seis amonestados, pudieron ser más. No se trata de falta de actitud, ni siquiera de rendimientos bajísimos (solo salvados por los centrales, Héctor Martínez y Paulo Díaz) o el juego al límite de Enzo Pérez. River no le encuentra la vuelta al laberinto que le propone Boca. Una, dos, tres, cuatro veces. Porque no puede... o porque no quiere.
En agosto, volvió a caer en la trampa
Pudo ganar: fue superior y dispuso de situaciones claras frente a un adversario que casi no pisó el área. Suele fallar en los penales: un componente psicológico y futbolístico. El problema es problema cuando se repite: si Gallardo se aferra a los merecimientos -el juego, claro, se nutre de ellos-, le va a volver a ocurrir en la cita en el Monumental, el 3 de octubre, por el Torneo 2021.
Primero, con Pisculichi; luego, con Kranevitter y Ponzio y una línea defensiva agresiva al límite. Gallardo transformó la historia millonaria, entre otros atributos, porque aprendió a jugar de otro modo los cruces contra el equipo xeneize. A diferencia del estilo Russo, no renunció al ataque casi nunca, pero le agregó pierna fuerte.
El primero fue en 2014, en las semifinales de la Copa Sudamericana: sin goles en la Bombonera y triunfo de River en el Monumental con un gol de Leonardo Pisculichi, tras el penal atajado por Marcelo Barovero a Emanuel Gigliotti. En 2015 se enfrentaron en los octavos de final de la Copa Libertadores con un triunfo en la ida en el Monumental por 1-0 (Carlos Sánchez, de penal), y la suspensión en La Boca tras los incidentes del gas pimienta.
La serie triunfal se extendió. Jugaron una final en marzo de 2018, en la Supercopa que enfrentó a los ganadores de la Copa Argentina y el campeonato; River ganó 2-0, con tantos de Gonzalo Pity Martínez e Ignacio Scocco. River era una moneda al aire, Boca era el líder doméstico y candidato natural. River lo tomó del cuello otra vez.
“Jugar como veníamos jugando era una estrategia para preparar este partido. Porque si ellos se dejaban llevar por lo que veían, claramente no sabían a qué jugábamos. Boca no tenía idea cómo íbamos a jugar; nosotros sabíamos cómo jugarle a ellos. La estrategia fue jugar mal dos meses y que ellos no sepan cómo jugarnos. En las encuestas eran los favoritos y les ganamos”. La cabeza de Gallardo, siempre en el prólogo de cada historia victoriosa. Con o sin ironías.
Más tarde, en la Libertadores de 2018 empataron 2-2 en la Bombonera; el desquite fue en Madrid, el histórico 3-1 con goles de Pratto, Quintero y Pity Martínez. En 2019, en las semifinales de la Libertadores, River se impuso por 2-0 en Núñez (Rafael Santos Borré, de penal y Nacho Fernández) y Boca venció en el desquite por 1-0 (Hurtado), pero no le alcanzó.
El mejor River contra Boca
La convicción de Gallardo es enorme: no va a traicionar su ideal. Sin embargo, si recuerda la trayectoria, va a encontrar estrategias con otra enjundia. No se trata de sumar defensores ni pegar patadas pero sí, hallar vías de escape cuando el toque y la gambeta son presas dóciles de domesticar.
A Rodolfo Arruabarrena, a Guillermo Barros Schelotto les tomó la mano. A Gustavo Alfaro hasta ahí nomás: un 0-0 en el Monumental desnudó la debilidad de River por quebrar esquemas imposibles y fue superado en aquella revancha en la Bombonera. No le encontró la vuelta al rival ni al terreno. Claro, se aferró al primer encuentro, con una diferencia holgada. Que hasta debió ser una goleada.
Más allá de Mendoza y Madrid (que logró con otras armas, espíritu, personalidad y postales puntuales de juego asociado), fue la única vez que River fue verdaderamente River frente a Boca. En los cruces mano a mano de Gallardo hasta hoy.
El 1° de octubre de 2019. Casualmente, el último triunfo millonario en un superclásico.
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