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El mundo sospecha y la Conmebol disfruta de su invitado estrella: Qatar
Japón ya había pulverizado la tradición con su debut en la Copa América de Paraguay 1999. Un punto en tres partidos no le importó a nadie en la Conmebol, porque el auténtico objetivo se había cumplido: atrapar la pantalla del Lejano Oriente, donde tiene domicilio esa espiral financiera que gobierna al deporte. Todos se frotaron las manos. Intentaron que Japón volviera pronto, pero recién pudo concretarse un nuevo acuerdo para la Copa de Argentina 2011. Pero la visita de los samuráis azules entró en riesgo: Japón estaba en pleno proceso de recuperación de los devastadores terremoto y tsunami que habían dejado más de 15 mil muertos. Pedía tiempo. Como no era conveniente perder su influyente impacto comercial, la Conmebol reaccionó eyectada. Los guiaba la codicia.
El entonces presidente de la Asociación Japonesa de fútbol (JFA), Junji Ogura, cruzó el mundo para explicarles a Nicolás Leoz, entonces mandamás de la Conmebol, y a Julio Grondona, que el catastrófico tsunami había sumido a su nación en una lógica consternación que desplazaba del eje a las competencias deportivas. Pero Ogura se topó con una petición: como director del comité organizador, José Luis Meiszner le pidió a la JFA que reconsiderase su decisión de no intervenir en la Copa. "Es nuestro deseo que revean la medida, considerando que el pueblo de la Argentina y de América tiene la necesidad de hacerle sentir todo su afecto al pueblo amigo de Japón", argumentó el dirigente, que entre 2015 y 2016 estaría detenido por el sonado FIFAgate. Barnizado de bondadosa fraternidad, el perfil recaudador era indisimulable. Indignante.
Finalmente, Japón no vino. Llegó Costa Rica, otro precio. Desde 1993, la Conmebol abrió las invitaciones, que alcanzaron hasta 13 países por afuera de América del Sur. México, más que nadie, diez veces. Otras, por diferentes razones –léase intereses–, no pudieron viajar: Canadá, China y hasta España. Ahora llegó Qatar, que volverá el año próximo, junto con Australia. Siempre con la obsesión de abrirse paso en aquellas plazas que desde hace varios años se muestran fértiles para los negocios. No pasa en Europa ni en África ni en Asia. Solo en la Conmebol que ya definió la Copa Libertadores en Madrid. El negocio cotiza por encima del prestigio, porque hasta permite que los invitados propongan equipos alternativos, como este seleccionado japonés que es un selectivo que apunta a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. La idea nunca fue revestir de mayor competitividad a la Copa, sino hacerla más lucrativa. Expandir su efecto recaudador. Solo interesa que crezca la pantalla global. Y en Medio o el Lejano Oriente garantizan esos planes de conquista. La ambición es exclusivamente comercial.
Eduardo Berizzo eligió tomar distancia. "Si jugamos entre todos los equipos americanos sería algo lógico. Debemos imaginar una Copa América íntegra, con Centroamérica y América del Norte. No he visto una Eurocopa donde inviten a un equipo sudamericano. Creo firmemente que la Copa América la tienen que jugar equipos americanos, solo de ese modo nos haremos respetar...", advirtió hace unos días el entrenador. No se calló nada. Y lo dijo dirigiendo al país donde está radicada la Conmebol, cuyo presidente es Alejandro Domínguez..., paraguayo. Saludable valentía.
En este carrusel financiero, ahora le tocará a la Argentina buscar la clasificación contra Qatar, socio de la Conmebol a través de Qatar Airways, sponsors de los torneos continentales. La selección se enfrentó en diez ocasiones con foráneos, hasta ganó un título –el último–, contra México en 1993 y recibió un cachetazo de los Estados Unidos en 1995. Goleó a Costa Rica, a Panamá, derrotó a Jamaica... Llega Qatar, el Estado árabe del Golfo que organizará la Copa 2022 y busca posicionarse. Que no puede desprenderse de mil sospechas por el FIFAgate y volvió a estar en el ojo del debate con la detención de Michel Platini. La selección tiene un antecedente contra los qataríes, porque también anduvo por Doha en excursión recaudadora. Fue en 2005, hizo tres goles y de aquel equipo solo permanece..., Lionel Messi. En definitiva, hay un hilo conductor en esta industria que transforma la pasión en dinero: cuando una estrella se demora al atarse los cordones, no lo hace por impericia de sus dedos sino por astucia de su bolsillo porque sabe que las cámaras están apuntando. Argentina-Qatar, el sueño americano de la Conmebol en su máxima dimensión.
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