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El Mundial 2030 en Sudamérica, un relato mitológico para barnizar la derrota
El pomposo anuncio realizado en la sede de Conmebol vendió como victoria una postergación previsible
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La Conmebol se apresuró por presentar con ribetes épicos... una mala noticia. Distracción, se llama. Pese a la ampulosidad y ornamenta de Alejandro Domínguez, con Claudio Tapia como adlátere, la noticia también podría resumirse así: ‘Quedó descartada Sudamérica como sede del Mundial 2030, y a cambio recibe tres partidos como consuelo’. Porque eso sucedió. ¿Por qué se anticipó Conmebol a la FIFA en el anuncio? Para darle un barniz heroico a la derrota. La idea, que nació en un lejano 2005 en las costas uruguayas, era organizar el mundial del centenario en el fin del mundo. Todos, con la FIFA al frente, siempre supieron que era imposible porque la región está fuera del radar de la rentabilidad. Pero, por esta parte del planeta, los dirigentes deportivos y políticos insistieron, montados en la demagogia. “Este logro es el resultado de un trabajo en equipo”, hasta se atrevió atribuirse Sergio Massa, atento al arribismo electoral.
Las cosas en su lugar. Cuando la FIFA tomó la palabra, después de los fuegos artificiales sudamericanos, aclaró a través de un comunicado: “España, Portugal y Marruecos se tomarán como sedes oficiales del campeonato mundial”. Para enfatizar el concepto de obsequio o donación al conceder que Uruguay, Argentina y Paraguay organicen un partido cada uno. La FIFA ni siquiera confirmó que esas tres selecciones están clasificadas al Mundial, algo que sí concedió, lógicamente, a los tres organizadores. Como sea, pasada esa parada emotiva de tres partidos, las selecciones que los disputen tendrán que viajar a Europa o al norte de África para incorporarse al verdadero Mundial. Es decir, la FIFA hizo una licencia sentimental –y fidelidades para Giani Infantino en futuras votaciones-, sin desviar la atención de los mercados que le aseguran un mayor negocio. Si el Mundial de 2030 mantiene los 48 equipos del 2026, en total se jugarán 104 partidos. ‘Entregarles’ tres a América del Sur es menos que unas monedas de cambio. El nudo no está ahí, sino en que la Conmebol lo haya revestido de conquista, mérito o triunfo. Perdió, y es lógico que haya perdido porque el eje económico del fútbol hoy atraviesa a Medio Oriente, Europa y los Estados Unidos. Sudamérica es una orilla muy distante.
La Conmebol jamás hubiera conseguido los votos ni la inversión para ser sede de 2030. Por eso hubiese sido más saludable la franqueza. No impostar, no vender espejitos de colores. Albergar esos juegos simbólicos es mérito de la historia sudamericana, el único fuego genuino. Esa hubiese sido la sana explicación, y el anuncio más noble. Pero Domínguez escogió la narración de la gesta, y subrayó “el Mundial Centenario 2030 comienza donde todo se inició”. ¿Y Paraguay qué tuvo que ver con los orígenes de los mundiales, más allá de haber participado en 1930? la Albirroja se aferra a la posibilidad de volver a la Copa, algo que por la vía deportiva no pudo disfrutar en 2014, ni en 2018, ni en 2022 y arrancó mal rumbo a 2026. Y si el dirigente se refería a la región… ¿Chile no formaba parte de una tetra organización? Sí, desde febrero de 2019 estaba incluida, pero Domínguez la barrió culpando a la FIFA de la decisión. Huele a circo y zafarrancho.
El Mundial del Centenario trozado en pedacitos certifica la muñeca de la FIFA de querer conformar a todos, siempre que nada se entrometa con sus ganancias. Infantino ya les avisó a Asia y Oceanía que se afilen porque la sede de 2034 será de ellos, algo así como adelantarle a Arabia Saudita que desenfunde su billetera.
Hace unas semanas, Jorge Valdano decía en LA NACION: “Hace sólo cinco años, el romántico me hubiera parecido un argumento imbatible para que el Mundial de 2030 se jugara en Sudamérica. Ahora no hay ninguna posibilidad. Da igual hacerlo en una ciudad, como ocurrió en Qatar, que en un continente, como sucederá en 2026. El común denominador es el dinero, y en Sudamérica el problema del dinero tiene que ver con la infraestructura, el ámbito, la seguridad, todos elementos que en la elección pesan mucho. Ahora, que un Mundial se haga en Qatar y no se haga en Uruguay define al fútbol de hoy”. Mundial Centenario, o migajas para la historia en la espiral comercial. Ni ingenuos ni estúpidos. El pulso económico es inevitable, pero el relato mitológico se lo podrían haber ahorrado.
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