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El motivo por el que Benjamín Rollheiser se fue libre de River y se cotizó al punto que su nuevo club le pidió a Boca US$15 millones por él
El delantero no era tenido en cuenta, desembarcó en Estudiantes y hoy vale una fortuna
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El colorido espectacular en las tribunas y una enorme expectativa llena de entusiasmo e ilusión reinaban en el Monumental durante la tarde del pasado sábado 15 de julio. Restaban pocos minutos para que comenzara el partido que a River le serviría para concretar la obtención de la Liga Profesional. Mientras Martín Demichelis y sus dirigidos se preparaban en el vestuario Ángel Amadeo Labruna para ir en busca de los tres puntos frente a Estudiantes de La Plata, la voz del estadio anunciaba las formaciones iniciales de ambos equipos. Cuando llegó el turno de la mención al número 10 visitante, una estruendosa catarata de silbidos invadió la escena durante varios segundos. El protagonista de semejante reprobación masiva no había vestido la camiseta de Boca. Tampoco integraba la lista de verdugos futbolísticos ni nada por el estilo. El apuntado era Benjamín Rollheiser, formado en las divisiones inferiores de River, con pasado en la Selección Argentina Sub 23 y fuertemente repudiado por los hinchas luego de haberse ido libre del club a fines de junio de 2022, tras desechar diferentes ofertas para prolongar la duración de su contrato.
En aquel momento, a pocos días de concluir su vínculo, la dirigencia le concedió la rescisión de común acuerdo para que se marchara a Estudiantes y pudiera ser inscripto en la lista correspondiente a los octavos de final de la Copa Libertadores como sucedió en beneficio de River con Rodrigo Aliendro y Lucas Beltrán, provenientes de Colón unos días antes de la prevista partida para el 1º de julio. Titular habitual en el equipo ganador del torneo local y el Trofeo de Campeones bajo la dirección técnica de Marcelo Gallardo, que intentó convencerlo para que pusiera la firma, Rollheiser pasó de ser un jugador respetado por la gente de River a provocarle un rechazo inversamente proporcional como consecuencia de una decisión que en el ambiente del fútbol siempre está mal vista: cuando un joven surgido del club decide irse sin una transferencia de por medio, sabiendo que su pase representa un importante activo en la economía de esa institución.
Hoy es una de las figuras de Estudiantes con Eduardo Domínguez como entrenador. A diferencia de River, donde apenas anotó un gol oficial ante Colón en el Trofeo de Campeones al cabo de 34 partidos, con el conjunto platense ostenta 13 tantos en 66 presentaciones oficiales, sumando competencias locales e internacionales, incluido el cotejo que el Pincha perdió por 1-0 en Brasil anoche frente a Corinthians, en la ida de los cuartos de la Copa Sudamericana.
Gracias a su facilidad para anotar y el desequilibrio que aporta en los últimos metros del campo, Juan Román Riquelme, vicepresidente de Boca, le hizo saber su interés a la dirigencia de Estudiantes. Sin embargo, la respuesta desde la ciudad de las diagonales fue que 15 millones de dólares es la cotización de Rollheiser, un monto elevado, aunque por debajo de la cláusula de salida que tenía en River: 20 millones de euros, suma que ascendía a 25 millones en los últimos 10 días hábiles de cada mercado de pases. Además, el propio jugador tampoco veía con buenos ojos la idea de pasar a la vereda opuesta porque, más allá de su partida, está identificado con la banda roja.
Con un rendimiento superlativo, al punto de que Domínguez le encontró similitudes a Lionel Messi (“me parece que tiene cosas”), el caso de Rollheiser genera una pregunta obligada e inevitable, ¿por qué se fue libre de River? Para encontrar la respuesta hay que retroceder en el tiempo y poner en contexto el panorama de aquel momento, clave para comprender las causas. Rollheiser exhibió un nivel positivo en la conquista de la Liga Profesional 2021, cumpliendo la función de extremo izquierdo. Su vínculo con la entidad de Núñez regía hasta el 30 de junio de 2022, razón por la cual empezaba a correr lentamente la cuenta regresiva para definir su futuro. Por primera vez desde su estreno oficial en la Copa Argentina, el 16 de julio de 2019 contra Gimnasia y Esgrima (Mendoza) en Villa Mercedes, el joven lograba consolidarse en el plantel profesional. Había superado una lesión en la zona lumbar cuando actuaba en la reserva y una rotura de ligamento que detuvo su evolución en febrero de 2020, cuando ya ostentaba una pretemporada en Estados Unidos bajo las órdenes de Gallardo, a principios de 2018.
Llegaba el momento de avanzar con las conversaciones para extenderle y mejorarle el contrato, pero sus representantes y la dirigencia de River no se pusieron de acuerdo. El asunto no sólo estaba ligado a los términos y condiciones del acuerdo laboral, atrasado en sueldos y primas, un aspecto en el que coincidían todas las partes interesadas, sino también a una exigencia tan compleja como atípica: según lo que reconocieron desde ambos lados en las diferentes consultas realizadas por LA NACION, Rollheiser y sus apoderados pretendían que la institución, dueña del 80 % del pase, comprara el 20 % restante, cuyos derechos justamente eran del futbolista con un tope de dos millones de dólares, de acuerdo a los estados contables de River correspondientes al periodo que culminó el 31 de agosto de 2021. Es decir que más allá de un razonable incremento salarial después de ganarse un lugar entre los once, el pedido en las tratativas incluía que el mismo porcentaje que se le había concedido oportunamente -una práctica que se utiliza en el fútbol para reconocerles a las jóvenes promesas el potencial que tienen e impedir que acepten una propuesta superadora- fuera adquirido para garantizarse un dinero a modo de reconocimiento, independientemente de una futura transferencia.
La postura de la dirigencia inmediatamente fue negativa ante esa solicitud. Aunque las charlas continuaron, hallar un punto de encuentro era inviable. Y con la asunción reciente de Jorge Brito como presidente de River, surgía una nueva estrategia para sentar un precedente que evitara conflictos similares a corto y mediano plazo: relegar del grupo a quienes, a falta de seis meses o menos para que concluyeran sus vínculos, se negaran a renovarlos. Esa sanción, minutos antes de iniciar la pretemporada de enero de 2022 en San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, se les aplicó tanto a Rollheiser como Fabrizio Angileri, cuyo nuevo destino, una vez liberado, fue el Getafe español. Ambos se quedaron en el predio de Ezeiza mientras sus compañeros abordaban el ómnibus rumbo al aeropuerto. Con el aval de Gallardo, la dirigencia ejecutó la determinación que dejó a Rollheiser sin posibilidad de subir al micro rumbo al aeropuerto ni de participar durante todo el primer semestre de 2022. No hubo retorno más allá de diferentes conversaciones.
Mientras Italia corría con ventaja para ser el destino del zurdo tal como en 2019, cuando amagó a irse con el pase en su poder semanas antes de finalizar su contrato, Estudiantes empezaba a evaluar el tema amparándose en un antecedente favorable: antes de incorporarse a la octava división de River en 2014 procedente de Deportivo Sarmiento, un club de Coronal Suárez, el pueblo donde nació, Rollheiser había tenido un paso por el Pincha en las etapas infantiles, entre 2010 y 2012. Incluso, cuando no tenía suficiente lugar en la consideración de Gallardo, hubo algunos llamados para intentar que arribara cedido a préstamo.
Las gestiones entre la directiva de Estudiantes, los representantes del jugador y el propio protagonista avanzaron rápidamente en junio de 2022: el jugador encontró la mejora salarial que necesitaba (un 60% más que la mejor propuesta de River), el club platense obtuvo el 50 % del pase y la otra mitad quedó en poder del futbolista, quien se mudó a City Bell, cerca del country donde se entrena habitualmente. Una vez que en palabras se resolvió de qué manera implementar el convenio para incorporarlo, el siguiente paso fue la rescisión del vínculo de Rollheiser con River, el club que lo formó durante ocho años y que únicamente recibirá dinero en concepto de Mecanismo de Solidaridad (el 4 % de una futura venta) por una joya que firmó su primer contrato cuando apenas tenía 16 años -la edad mínima para hacerlo- y terminó siendo una caja de Pandora.
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