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El método de Gallardo: poner en River a los que mejor están y sin que ninguna figura se fastidie
Pasan los años, cambian los jugadores, alternan los esquemas y hasta se renuevan las metodologías de trabajo. Pero hay una máxima que se mantiene siempre vigente en el ciclo de Marcelo Gallardo: en River juega el que mejor está. No hay apellido ni pasado que pueda combatir contra el presente. La actualidad manda en el plantel millonario y los jugadores lo aceptan con normalidad porque saben que nadie tiene el puesto comprado. El lugar se gana en los entrenamientos y se demuestra el día del partido. Y el círculo de trabajo funciona.
Los casos de futbolistas de peso que han tenido que recuperar su terreno son extensos y variados. Y el último fin de semana quedó evidenciado en su máxima expresión: en la victoria 1-0 sobre Godoy Cruz, el banco de suplentes estuvo integrado por Javier Pinola, Leonardo Ponzio, Juan Fernando Quintero, Ignacio Scocco y Lucas Pratto. Cinco nombres que fueron intocables y hoy corren desde atrás para buscar su lugar en medio de la reinvención general.
"Esto no se trata de tener o no espalda. Esto es convencimiento y entender los momentos de los futbolistas. Se trata de tomar decisiones, creer qué es lo mejor para un equipo y ver cuáles son los jugadores que mejor están. Todo el mundo se tiene que sentir importante, jueguen o no. No sé si este equipo se podrá sostener de acá hasta final del torneo y ahí necesito que el que no está jugando esté bien porque en algún momento lo hará y tiene que ser tan importante como el que está hoy", explicó Gallardo ante la consulta de LA NACION.
La famosa frase "juega el que mejor está", repetida en sucesivas ocasiones dentro del discurso del entrenador, no es solamente un concepto protocolar, sino que se aplica desde el primer día de trabajo. Del 2014 hasta la fecha, hubo al menos 15 jugadores –que antes habían sido importantes o lo fueron luego de un tiempo- que debieron aceptar y adaptarse a los distintos momentos de su paso por River. Y nunca hubo críticas, conflictos o salidas turbulentas.
Uno de los casos más emblemáticos fue el de Fernando Cavenaghi, quien alternó titularidades y suplencias entre 2014 y 2015 y luego emigró tras conquistar la Copa Libertadores. Luego llegaron los regresos de Pablo Aimar, Lucho González y Javier Saviola, tres históricos que estuvieron menos de un año y se fueron tras no poder consolidarse entre lesiones y altibajos.
También pasó con Leonardo Pisculichi, figura absoluta en la Copa Sudamericana 2014, quien bajó ampliamente su nivel durante 2015 y luego partió en 2016, ya sin lugar de privilegio. En menor medida también se dio con Andrés D’Alessandro durante su préstamo en 2016: el enganche no brilló y nunca fue una carta segura. Y hubo otros dos jugadores que atravesaron un proceso similar, entre lesiones y matices particulares: Rodrigo Mora y Ariel Rojas, ambos titulares del primer River de Gallardo y luego cartas de constante recambio hasta su partida.
Quizás los casos de Gonzalo "Pity" Martínez y Milton Casco son los más especiales. Ambos llegaron en 2015 y no tuvieron un inicio prometedor ante la exigencia de un club que necesita una rápida adaptación. Cuestionados, el DT siempre confió en ellos, pero también supo maniobrar con sus presentes: los dos alternaron, hasta que Pity se consolidó como titular indiscutido en 2017 y Casco brilló en 2018, luego de ser un año suplente de Marcelo Saracchi.
Hoy ocurre con un emblema histórico como Leonardo Ponzio; con un delantero que supo ser fundamental como Pratto; con un exquisito enganche como Juanfer Quintero que hasta su lesión era titular y figura excluyente; con un goleador como Scocco que viene potenciando su nivel; y con Pinola, quien tuvo un pálido debut de año ante Independiente y mañana volvería a ser suplente.
Pero ni ayer ni hoy se escucharon quejas o reproches. Y ese es uno de los éxitos que el cuerpo técnico millonario considera fundamental para la armonía colectiva de un grupo que nunca se detiene en lo logrado. Porque, además, Gallardo y sus colaboradores consideran fundamental que los que no integran el equipo titular sepan que deben estar preparados al 100% para saltar al campo de juego cuando se los necesite.
"En general, el futbolista tiende a creer que cuando no juega, la culpa es de los demás. Y lo digo como jugador: cuando no te toca jugar, lo último que pensás es en mirar para adentro y preguntarte si estás haciendo lo necesario o en mirar al que está al lado para ver si está haciendo las cosas mejor o simplemente entender que es una decisión del entrenador. Es más fácil poner excusas que mirar para adentro. Cuando no estás del todo bien o hay uno mejor, hay que aceptarlo y seguir trabajando. Es normal en cualquier trabajo. Después, son decisiones que se toman", reflexionó el Muñeco.
La anécdota con Recoba que lo marcó
Al retirarse como jugador a los 35 años en junio de 2011, tras ser campeón del Campeonato Uruguayo con Nacional, a Gallardo lo tentaron para la dirección técnica y asumió a las pocas semanas. Su primera experiencia como DT fue positiva: en la temporada 2011/2012 ganó el Torneo Apertura y el Campeonato Uruguayo, logrando buenos números (ganó 23 partidos, empató siete y perdió nueve).
Allí comenzó a formar el exigente perfil que hoy puede exponer al máximo en River. Y también vivió una particular anécdota con Álvaro "Chino" Recoba que lo marcó a fuego. "En mi primera experiencia me tocó dirigir a Recoba, uno de los jugadores más talentosos que yo vi. Él venía de jugar casi todos los partidos durante un año en Danubio, pero a un nivel diferente al que había en Nacional. Y el hincha no lo quería mucho por un mal gesto que había tenido. Pero yo dije: ¿cómo no voy a quererlo?", contó Gallardo y explicó la condición de trabajo que pautó.
"Yo le expliqué de entrada que tenía que venir a trabajar como uno más y que iba a jugar cuando lo merecía. Si era así, no tenía ningún problema. Y él me dijo: ‘quedate tranquilo, si yo tengo que jugar, es porque me lo gano’. Así fue que terminó jugando media hora casi todos los partidos y siendo el jugador más decisivo para ganar el campeonato", recordó el Muñeco.
Aquella temporada, Recoba jugó 24 partidos (siete como titular), acumuló 1094 minutos (un promedio de 45 por juego) y marcó ocho goles, entre los que se encuentran dos a Peñarol para ganar los dos clásicos y el del triunfo en la final con Defensor Sporting para ser bicampeón del fútbol uruguayo.
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