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El Messi hedonista, los grandecitos y el primer dolor de panza
La espera de Argentina-México permite especulaciones de todo tipo
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Son eslóganes de esta era. “Hay que disfrutar”. Es un mantra que utilizan los creativos publicitarios cuando cranean una nueva campaña. Sonido de pajaritos, música alegre, alguna imagen de playa, si cabe. Pero en el comienzo del enunciado ya está planteada la incomodidad: “Hay que”. Obligarse a disfrutar, no que fluya. Tiempos modernos: pasarla bien también se programa en la agenda del teléfono, como la hora de ir al dentista. O salir a correr. No sabemos si Messi practica yoga o medita, pero el mensaje de paz y amor le entró por algún lado. Antes de que el Mundial empezara, cuando a la selección argentina la rodeaban los pececitos de colores, se sentó en una conferencia de prensa en Doha y dijo más de cinco veces eso de “disfrutar”. Que está más grande, que es consciente de cada instante, no como cuando era un jovencito que rompía un récord pero no tenía tiempo ni para saborearlo porque ya estaba trabajando en destrozar el siguiente. Que eso les iba a decir a sus compañeros antes del debut, que disfrutaran.
Ni él ni esos 19 jóvenes integrantes del plantel de la selección que nunca habían escuchado antes la musiquita de un Mundial esperaban semejante derrumbe. Menos las casas de apuestas, que tenían a los chicos de Scaloni en el segundo lugar de favoritos y después del ramalazo árabe la bajaron al décimo puesto. Ingratos los muchachos saudíes: le arruinaron al capitán argentino su propio UPDm (Ultimo Primer Día mundialista). Porque si la selección vivía sanamente (hasta el martes) en un viaje de egresados, el líder del grupo era también el cultor del hedonismo. Vamos a la RAE: “Hedonismo: actitud vital basada en la búsqueda de placer”, dice el mataburros. ¿Cómo mantenerse atado al placer en estas horas oscuras, cuando los tamboriles de la desconfianza vuelven a tronar alrededor de su cabeza? Tampoco lo sabemos (no es este, estimado lector, un artículo de certezas).
Y ni hablar, no lo permitan los dioses del fútbol, si el viaje se termina de golpe este mismo sábado. Ahí sí que se va a poner más complicado darles rienda suelta a experiencias sensoriales agradables. Nunca la selección argentina, con el formato actual de torneo, fue eliminada en primera ronda todavía con un partido por delante. Ese tortazo deportivo sería inabarcable. Los campeones de América pasarían a ser… ¿qué? ¿Cómo imaginar la vuelta en el aire que darían los elogiadores compulsivos hacia la otra orilla? Más sano es desear que no ocurra. Y que un triunfo abra los pulmones de los millones de futboleros que contienen el aire desde las 9 de la mañana del martes.
En tal caso, habrá un consuelo; siempre se puede estar peor. Como ese conocido que tiene pasaje para viajar a Qatar el domingo, unas horas después del partido con México. Si la catástrofe futbolera se consuma, ese hombre debería ser recibido en el aeropuerto de Doha como un héroe. O un mártir: un viaje de 30 horas para ver en vivo el partido contra Polonia de una Argentina ya eliminada merecería una distinción de la iglesia y la ONU. Un monumento a la autoflagelación. Pero no perdamos el norte: no va a ocurrir. NO VA A OCURRIR.
Para salir de este trance hace falta que aparezcan los grandecitos, una curiosa definición acuñada por Scaloni antes del Mundial. Parece que fue hace un siglo, pero ocurrió hace diez días: el hombre estaba enojado con esos jugadores que le habían dicho mentiritas con tal de que los llevara a Qatar. “Estoy bien, quédate tranquilo”, le iban diciendo por teléfono desde ciudades hermosas de Europa, mientras hacían tiempo en sus clubes esperando el vuelo al Mundial. Scaloni les creyó, y cuando los tuvo al lado, se enojó. “Ya son bastante grandecitos para saber si están para jugar o no”, lanzó, serio, después del último amistoso, antes de confirmar la lista de 26. Que unos días después modificó, porque a dos de los grandecitos les creció la nariz y tuvo que cambiarlos.
Es curioso, porque si uno revisa todos los planteles (sí, seguro que hay cosas más entretenidas para hacer) comprobará que el de Argentina es el séptimo más viejo del torneo. O sea que, al final, Scaloni puede quitarse la duda: sus jugadores están grandecitos. Más comprensivo ahora, el DT dijo que el otro día muchos tuvieron el lógico dolor de panza típico de un debut. Una especie de PPDm (primer primer día mundialista), en la esquina contraria al capitán Messi.
Entonces, en el laaargo sábado (dicen los futbolistas que no hay nada peor que jugar de noche, porque el día se hace un chicle insoportable), ya no habrá lugar para dolores de panza. Los nuevos grandecitos deberán graduarse de tales y sacar pecho. Y si no, que se tomen un tecito de jengibre: dice Google que con eso la panza se deja de jorobar.
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