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El mensaje de Chiquito Romero tras la derrota de Boca, sin la revancha que lo unía a Marcos Rojo
El análisis del arquero, clave en muchas definiciones por penales y grandes atajadas en la Copa Libertadores
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Retumbaba en las cabezas de Sergio Romero y Marcos Rojo la ambición por tener revancha en Río de Janeiro. Se presentaba una final del calibre que necesitaban para eso. La de este sábado representaba la mejor oportunidad de ahora sí sentirse héroes en tierras bien visitantes, ante un rival como Fluminense y en el estadio Maracaná que en el Mundial Brasil 2014 le dio la espalda ante Alemania. Tampoco pudo ser ahora, esta vez por la causa de la séptima, que Boca deberá seguir esperando. La figura inmensa de “Chiquito” otra vez se quedará (en lo personal) con el vacío del final, no pudiendo destacarse. En “Marquitos”, más angustia y llanto por ver todo desde afuera.
“Posibilidad de recuperar lo perdido o de ganar en un juego o una competición en que se había perdido”, es la definición de esa palabra que estaba tan metida en la cabeza de los dos veces mundialistas con el seleccionado nacional. La posibilidad de aportarle a la historia azul y oro el séptimo trofeo continental se equiparaba, asimismo, a estar frente a una especie de “nuevo” Mundial. Una chance más, nada menos que a los 36 años, en el caso del arquero, y 33, en el del zaguero zurdo. Juntos, otra vez. Aunque, al mismo tiempo, por separado.
Es que el propio Rojo, cuando analizó en frío la clasificación a la final desde el Allianz Parque de Palmeiras, se refirió a una oportunidad en conjunto, pero al recordar su expulsión en aquella noche paulista estableció la distancia: “Hablamos con ‘Chiqui’ [Romero], le dije que nos merecíamos una revancha después de esa final que perdimos con Alemania… Me va a tocar alentar desde afuera, él sí la va a tener. Toda la esperanza en él y mis compañeros”, se lamentó por su propia ausencia.
Y no pudieron tener revancha. Tras el partido, Chiquito Romero dijo: “Difícil de explicarlo. Hicimos un buen partido. Lamentablemente sobre el final no supimos aprovechar el hombre de más y ellos lograron el gol. En desventaja es todo difícil. Rescatar lo que hizo el equipo”. Y agregó: “Nos vamos con bronca y calentura. Tuvimos chances y cuando tenés chances te quedas con bronca. En pocas palabras hicimos una gran Copa, tenemos que seguir por este camino. A veces toca ganar y a veces toca perder. Tuvimos ilusión hasta el último momento. Lamentablemente es fútbol y tocó quedarse del lado de ellos”.
Lo mejor del partido
Era una flor de revancha para el dueño indiscutido del arco xeneize y de las ilusiones populares, que han ido en crecimiento por responsabilidad de su figura. Nueve años y casi cuatro meses lo separaron de este momento en el que se reencontró con el mítico estadio que le había permitido una vivencia que muy pocos experimentaron. Hiriente, es verdad, pero –con el tiempo- también inolvidable y siempre merecedora de un gran reconocimiento.
El reloj marcaba 112 minutos del tiempo suplementario cuando Mario Götze definió de volea hacia el costado de “Chiquito”, estableciendo el único gol del triunfo de Alemania sobre la Argentina en Río de Janeiro. Se había escapado la posibilidad de quedarse con un título que, hasta ese momento, llevaba 28 años sin ser levantada por manos argentinas, pero también la de ser parte del grupo que hubiera llevado a Lionel Messi a la gloria máxima. Un combo potenciado por haber estado cerca de conseguirlo en Brasil, lo que hubiera hecho todo aún más inolvidable.
Tres instancias de eliminación directa con el arco en cero (1-0 a Suiza en octavos de final y a Bélgica en cuartos, y el 0-0 con Holanda en semifinales) y ser “héroe”, tal como se lo predijo Javier Mascherano, con dos atajadas en la exitosa definición por penales ante los holandeses quedaron en la memoria, pero no terminaron de alcanzar para ser campeón del mundo: por eso significó, seguramente, la derrota más dolorosa de su carrera. No obstante, el destino le tenía guardado una sorpresa (a Rojo incluido) también muy importante. Una revancha por donde se la mire.
Quizás, todo estaba escrito para la resurrección que vivió (y sigue viviendo) en cada día de este 2023. Aquella performance individual y colectiva en la Copa del Mundo 2014 le permitió un despegue descomunal. Nada menos que un gigante como Manchester United lo fue a buscar a mediados del año siguiente y lo albergó durante seis temporadas. Entonces, ¿es imposible afirmar que el mejor rendimiento personal en casi una década lo está viviendo en Boca?
Si bien todo es subjetivo, detrás hay estadísticas que exponen, primero, lo pleno (física y mentalmente) que se siente vistiendo el buzo boquense y, en segundo lugar, resulta innegable concluir que sus números de la actualidad son más destacados que en cualquier otro lugar, desde Brasil 2014 hasta esta final ante Fluminense. Incluso, con el boom que fue para él estar en un gigante de Inglaterra.
Su mejor temporada hasta desembarcar en Brandsen 805, en agosto del año pasado, se había fijado en la 2016/2017, en la que disputó 18 encuentros con los Red Devils y fue elegido para ser el guardián del equipo que ganó la Europa League. La siguiente mejor fue en la 2019/2020, con una participación menos. Tanto en la temporada 2015/2016 (la primera en Manchester) como en la 2017/2018 atajó apenas diez partidos, mientras que en la posterior sumó seis.
61 apariciones en el equipo rojo durante esas seis temporadas. ¿Cuántas acumula en Boca? Durante 2022 no pudo jugar por la artroscopia de rodilla a la que debió someterse (lo tuvo a maltraer en su carrera), pero desde que “me dieron una rodilla nueva” se dio el lujo de ser imparable: en el Maracaná cumplió su encuentro oficial número 45 en poco más de nueve meses. A sólo 16 presencias de igualar lo que pudo hacer en seis años.
Además, tras la final ante los teutones y hasta recalar en Inglaterra perteneció a Sampdoria, de Italia. Allí disputó once duelos en la temporada 2014/2015. Todo muy lejano a esta versión que lo llevó a ser fundamental para que Boca llegue a Río de Janeiro. Ni que hablar si se contabiliza el paso por el Venezia italiano (2021/2022): sólo atajó 16 veces hasta volver a sufrir con un cartílago suelto.
Llegó a la final de la Libertadores con 19 vallas invictas, ocho de ellas logradas por el certamen continental. Y cuatro, en los mano a mano. Esa solidez también los trasladó junto a “Marquitos” a Brasil 2014: Nacional en la ida de octavos, Racing en ambos cruces de cuartos y Palmeiras en el primer desquite de la semifinal no pudieron doblegar sus manos. Aunque su mayor poder se vio en las definiciones por penales, desviándole dos a cada uno de esos tres rivales.
Darle la final a Boca en suelo paulista le dio más forma a la revancha que ansiaban tener el arquero y el capitán. “Sentí que íbamos a pasar a la final porque, cuando nos levantamos, miré por la ventana y estaba lloviendo. Me hizo acordar a aquella semifinal contra Holanda que también jugamos en San Pablo”, contó el zaguero tras superar al “Verdão”.
“Hoy, a mis 36 años, me doy el gusto de que llega el momento de los penales y los disfruto. Cuando uno disfruta, todo se hace más simple”, relató Romero tras esa misma noche.
El N°6, por otro lado, se rompió el ligamento cruzado el año pasado y recién se pudo asentar físicamente desde los octavos de final con los uruguayos. Aunque no tuvo final porque “fui un irresponsable”, también volvió a sentirse importante y fue un pilar para llegar hasta este 4 de noviembre.
“Volver a Río y a ese estadio siempre es lindo. Esperemos que esta vez se nos dé… No vine a Boca para jugar esta final, decidí venir para jugar. Y gracias a Dios llegamos”, reflexionó “Chiquito” antes de lo que vivió este sábado. La espina clavada en ambos lastimaba y era considerable la necesidad de que, bajo la bendición del Cristo Redentor, la historia ahora sí fuera con un desenlace feliz. No pudo ser.
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