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El Mago Capria en Racing: de Maradona a Simeone y la cláusula especial de su contrato
Año 1995. Sonó el teléfono en la casa de los Capria. Del otro lado, Diego Maradona. Cortaron, claro, no iban a ser víctimas de una broma. Pero insistió Maradona porque era él, el verdadero. Quería que el ‘Mago’ fuera el 10 de Racing, de su Racing, el que iba a dirigir mientras cumplía una suspensión por doping. Imposible: Rubén Capria, el titiritero de Estudiantes que se encaminaba al ascenso desde el Nacional B, fue declarado intransferible. Apenas unos meses después, Boca comenzó a negociar. Hubo acuerdo, hasta que apareció... Maradona, ahora como jugador, liberado de la sanción y dispuesto a revivir su amor xeneize. La 10 estaba ocupada en la Ribera. Entonces tomó la escena Racing. Había algo pendiente. "Me sentí cómodo desde el primer instante. ¿Viste cuando llegás a un lugar y percibís que te estaban esperando...? Eso me pasó en Racing apenas entré", cuenta hoy el ‘Mago’, en un remanso de su febril agenda como nuevo manager de la Academia. El reencuentro, después que se borronearan las últimas líneas que habían escrito juntos.
Año 2006. Racing estaba en apuros, como tantas otras veces. Apretaba el promedio. Diego Simeone despidió al futbolista en el club de sus amores y asumió la dirección técnica. Sus compañeros pasaron a ser sus jugadores, y entre ellos, Capria. "Enseguida me di cuenta que él no tenía el gusto futbolístico por mi estilo. En su idea, que claramente hoy la sostiene, yo no entraba. Y decidí irme. No jugaba, él no contaba conmigo como una solución ni cuando el equipo perdía. No tenía sentido, me sentía muy afuera. Era preferible que el grupo siguiera bien y no conmigo a disgusto. Esperé que el equipo ganara, y ahí me bajé. Yo ya tenía 36 años y uno se da cuenta cuando el entrenador no confía en tu manera de jugar. Le expliqué que me sentía muy desplazado, que sufría. Mi negatividad no era buena para el equipo. Creo que fue una decisión acertada, porque es difícil que el jugador se dé cuenta cuando debe bajarse antes de que te bajen", analiza con la perspectiva del tiempo. Después de tres ciclos en Racing, casi 150 partidos y más de 40 goles, Capria se cruzó a Peñarol a cerrar su carrera. Llegó por Maradona y se fue por Simeone.
Capria es un diplomático lleno de conceptos. Cuida las palabras, busca consensos, afirmar sus ideas y no herir a nadie. Tampoco hay rencor. Ahora que volvió no hay revancha por aquella salida de 2006 ni porque se hayan olvidado de invitar a la fiesta del centenario -2003- a un hombre que se metió en el corazón de los hinchas. "Para el centenario del club yo era jugador, estaba en Unión, vivía en Santa Fe... Y justo después de aquella fiesta jugaron Unión-Racing y la gente de Racing me regaló una ovación. Fue hermoso. Ahí está el vínculo más importante. Las personas pasamos, pero también podemos dejar una huella. Y la gente no solamente valora al que salió campeón, sino también al tipo que fue comprometido, que se portó bien, que no hizo demagogia barata. Nuestra generación no salió campeona de nada en Racing, salimos segundos, terceros, hicimos semifinales de Libertadores, siempre picamos en los palos, pero la gente recuerda muchos de aquellos partidos. Por eso no me entrego a aceptar que si no salís campeón no sirve nada. ¡Sí sirve! De lo contrario, ¿por qué perduró aquello, por qué esas muestras de cariño?"
-Tal vez es la excepción de la regla.
-No. Alfredo Di Stéfano decía que no necesariamente tenés que ser campeón para que te quieran. Tiene que haber un sentimiento de identificación… y creo que eso pasó. La gente no se acuerda sólo de los campeones, eso es mentira. Si te mostrás auténticamente como sos, ahí te ganás el corazón de la gente. Creo que eso me pasó en Racing. Además del estilo que tenían esos equipos, que eran audaces y valientes en una década del ‘90 que fue terrible, con Vélez y River, equipazos que ganaban todo. Es que la sustancia del fútbol es el juego, no el resultado. ¿Cuál es la estadística de Diego? Qué se yo y qué me importa. Seguro hay mil tipos con mejores marcas, pero Diego era hipnótico por cómo jugaba. Las emociones aparecen, no se controlan; o conmovés o no conmovés.
-Pero el fútbol exige resultados. A tu nueva función le van a reclamar resultados.
-No lo niego ni reniego. Sólo defiendo las maneras para alcanzarlos. Jugar mal y ganar o jugar bien y perder. Esa es una discusión tramposa. Estamos comparando el camino con el destino final. ¡No! Una cosa te lleva a la otra. No hay campeones que hayan jugado sistemáticamente mal para ganar y por eso se los recuerde. Esa es una pavada que se instaló. Y todavía seguimos haciendo de una obviedad una bandera.
-¿Cómo te encuentra personalmente este reto?
-Tengo 51 años, ya no soy un pibe, pero a la vez tengo la misma pasión de cuando jugaba. Tengo el fuego del juego. Y ahora me toca, en un rol intermedio, tratar de marcar una hoja de ruta. Estoy en un momento muy aplomado de mi vida y esta propuesta me dio una inyección enorme de adrenalina. Es increíble cuando la pasión de toda tu vida te vuelve a golpear la puerta.
-Alguna vez definiste al fútbol argentino como una picadora de carne. Bienvenido...
-Sí, pero el riesgo más grande sería no asumir riesgos. Prefiero soñar. Volver a entusiasmarme con las tres preguntas mágicas que tiene el fútbol: quiénes, con qué y para qué. Buscar consensos. A mí no me gusta la imposición, sino fundamentar cada determinación. Tengo un enorme desafío y no pienso que nos va a ir mal, al contrario, todo el tiempo pienso que nos va a ir bárbaro. Después, claro, está lleno de imponderables: mirá el PSG, gasta 1000 millones de dólares y no puede ganar la Champions. No hay garantías, claro. Se trata de elegir, apostar y asumir riesgos. En la Argentina se habla demasiado con el diario del lunes: ‘Tendría que…’, Sí, pero los hubiera y hubiese no existen en el fútbol, sino todo sería mucho más sencillo.
-Me refiero a que se acabó el confort en el que vivías.
-Por supuesto. Tomo responsabilidades y hay que hacerse cargo. Como me gustaba hacerme cargo en la cancha: prefería que me putearan porque la perdía y no porque no la pedía. Acá es lo mismo. Hay que aceptar la alegría y la desazón, pero el fútbol tiene eso, te permite renovar la ilusión continuamente. Y siempre ir por más. Ser ambicioso en el buen sentido, porque la palabra ambición tiene mala prensa, se la vincula con la codicia. Y no es lo mismo. Me refiero a la audacia, el deseo de tomar el protagonismo. El fútbol, a la larga, y está lleno de evidencias, premia a los audaces. A los que se hacen cargo. Y considero que un equipo grande, como Racing, está en condiciones de asumir eso. De hecho, el equipo campeón del Chacho asumía riesgos, iba al frente, tomaba la iniciativa y ponía jugadores con características para eso. Me gusta esa idea de fútbol porque además trae resultados. Pero hoy no podemos hablar de resultados, sería poner a la carreta delante de los caballos. Antes tenemos que armar la estructura y el equipo desde el consenso. Yo no digito todo.
-Llegaste para reemplazar a Diego Milito. ¿Dudaste?
-Milito no es el pasado, es el presente del club. Él es un emblema, y gracias a él y al rol que desempeñó, hoy yo estoy en Racing. Es un tipo querido por sus méritos deportivos, por cómo defendió los colores de la camiseta. Si yo estoy acá es porque Diego inició un proceso que yo debo honrar, debo estar a la altura o tratar de hacer lo imposible para que no se sienta tanto su ausencia. Él dejó una marca indeleble en la institución.
-¿Hablaron, lo llamaste?
-Sí, pero no necesariamente de temas puntuales porque me parece que la visión que pueda tener yo de las cosas, deben responder a una percepción personal. Me saludó, me deseó buenos augurios y eso habla de su don de gente.
-¿Con qué Racing te encontraste?
-Es un club totalmente diferente. Desde la infraestructura hasta el orden institucional. Es un club que le cumple al futbolista lo que pactan. Las condiciones de laburo son inmejorables, hay mucha organización. Y esto te ahorra tiempo, energías y siembra tranquilidad para sólo pensar en trabajar y en jugar. Hoy jugar en Racing es un privilegio, y es muy seductor. Es un club donde el jugador quiere estar o llegar. Todo el mundo sabe cómo están los clubes, y cuando en un sitio hay bienestar para laburar, el jugador de jerarquía evalúa mucho todo eso. Racing se convirtió en un lugar atractivo.
-¿Por qué Juan Antonio Pizzi?
-Juan tiene un perfil adecuado para el momento de la institución. Juan defiende la idea de imponer condiciones, romper la escena y manejar la pelota. Me gusta su idea audaz.
-Tu contrato tiene una cláusula singular...
-Yo la pedí. Pedí que quedase por escrito que el club tiene prohibido ofrecerme la dirección técnica. El técnico tiene que sentir y saber que mi rol tiene límites. Que las palabras y las intenciones estuvieran reafirmadas por los papeles.
-¿Te sentís preparado para la función? Blanco esgrimió un argumento poco feliz: recordó que pateabas muy bien los tiros libres...
-Mejor que no sea por eso, porque ya tengo menos patada que una pila. Seguramente se quiso referir a la identificación con la gente y su cariño. Yo tengo el amor propio, y digo amor propio y no ego, que es más tramposo, para aportarle al club mi granito de arena para que esto pueda ser cada día mejor.
-¿Y cómo lo vas a hacer?
-Yo creo mucho en la comunicación y en la confianza. Las disfunciones más importantes que tienen los equipos de trabajos están ahí. Creo a muerte en tender puentes, en encontrarnos. Y el diálogo es clave. El mundo hoy está todo el tiempo conectado, pero no sé si está comunicado. Hay que humanizar esa cuestión y creo que va por ahí mi trabajo. Conectar. Buscar acuerdos y limar diferencias, que a veces están. Mi función es tender puentes.
-Se señala a Miguel Jiménez y al ‘Oso’ Fernández como dos figuras controversiales del club, de mucha tensión con Milito en su gestión. ¿No te condicionan sus presencias?
-Primero, no hago un juicio de valor de lo anterior porque lo desconozco. Y segundo, creo en la hoja en blanco. Uno sabe en el fondo cómo son las cosas, entonces lo que quiere es una hoja en blanco. Acá se inició una nueva etapa y cada uno va a ir escribiendo y va a ir mostrando cómo se mueve. No sólo para los demás, sino también para mí. Acá hay que encolumnarse debajo del escudo, y a partir de ahí, roles. Más o menos vistosos, pero no menos importantes. Como en la cancha: Diego, México ‘86, el gol a los ingleses, barrilete cósmico y todo el show, pero si a cuatro minutos del final el ‘Vasco’ Olarticoechea no se rompe la nariz contra el piso para sacarla con la nuca… Y yo nunca escuché hablar de ‘la nuca de Dios’. Entonces, todos los roles son importantes. Creo en la gente, voy de frente, me encanta el diálogo… No puedo vivir pensando que las cosas se van a hacer mal a propósito. Yo doy esa carta de confianza.
-Hacés hincapié en los roles...
-Sí, ahí está el secreto de cómo funcionan bien las estructuras. Una vez, a Joan Laporta le preguntaron cómo actuaba cuando el equipo funcionaba mal y él dijo: ‘Nooo, si yo de eso no sé nada, para eso están Txiki Begiristain y Pep Guardiola’. Me pareció muy gráfico. Respeto por el otro. Sin nosotros estamos uno frente al otro y yo dibujo un 6, para vos es un 9. Y los dos vamos a tener razón. El tema es ponernos del mismo lado para los dos ver el 6. Y a partir de ahí, avanzar. Sí considero vital que crean en mi criterio futbolístico, sino no tiene sentido el rol. Tenemos buen diálogo y eso es decisivo; no creo en las imposiciones, nada funciona porque alguien lo dice y ya está.
-La secretaría técnica creada por Milito era muy elogiada. ¿Vas a restituirla?
-Todo lo que es seguimiento y estadísticas por supuesto que es importante. Hay gente que quedó en el club trabajando en la cuestión y son muy eficientes. Entre los pendientes, tengo por evaluar la necesidad de sumar gente, y no solo en esa área, sino también en el fortalecimiento de la estructura de captación. Todo lo que se información, bien utilizada, es valioso. Yo no descarto nada, no llegué con preconceptos en ningún área; recién entre y estamos ahora abocados a una cuestión fundamental que es el armado del equipo. Pero con el tiempo voy a ir sentándome para hacer un relevamiento área por área.
-¿Por qué sólo un año de contrato? Tu función tendría que estar más allá de cortas evaluaciones.
-Como decía Phil Jackson, el célebre entrenador de la NBA: el poder te lo da el cargo, pero la autoridad te la vas a ganar en la gestión. Y mi autoridad se medirá por mi gestión, en uno o en tres años. En un año, nos sentaremos para mejorar el contrato, o no. Entonces yo creí que también debía darle la opción al club de no sentirse prisionero de estar conmigo si mi tarea no fue tan eficiente luego de un año.
-De Paul, Centurión y Vietto, Musso, Zaracho y Lautaro. Las inferiores de Racing se destacan desde hace un tiempo. ¿Cuál es tu plan?
-Me junté con ellos, con la formativa y con las infantiles. Quiere tener un diagnóstico para desde ahí hacer lo imposible para seguir creciendo. Hay que ser consecuentes con lo que se ha hecho bien. La formación siempre es una inversión, nunca un gasto. El activo más importante de los clubes son sus jóvenes y su promoción. Hay clubes donde resulta más sencillo porque no tienen tanta exigencia deportiva, pero hay que buscar ese mix. En Racing tenés mucho menos margen de error en la primera división. Pero nunca hay que cortar ese flujo, que el chico de las inferiores tenga la ilusión al ver a los Zaracho y los Lautaro.
-‘Todos los objetivos trazados se cumplieron’, dijo Beccacece al marcharse de Racing. ¿Qué opinás?
-Hoy no me puedo poner a hacer un juicio de valor sobre un profesional que se merece todo mi respeto. Cada uno dice lo que quiere decir. Todos queremos ir por los objetivos máximos, pero también le ganaron a Independiente con nueve jugadores en un partido histórico..., y llegar a cuartos de final de la Libertadores tampoco es un saldo negativo. Pero hacer un juicio de un lugar donde no estuve ni supe qué pasó, no me parece prudente.
-Los hinchas sueñan hace tiempo con los regresos de ‘Chiquito’ Romero y Maxi Moralez. ¿De qué dependería?
-Depende de que haya un desafío deportivo y de que ellos digan ‘tengo ganas de ir al club’. Por delante, Racing tiene cuatro lindos retos deportivos. Pero la realidad de nuestra economía, más la pandemia, más el contexto integral de país y nuestra problemática social, lleva a que los jugadores evalúen mucho la vuelta. No es fácil. Si además de todo eso, le sumás que tendrían que bajarse sus contratos con relación a lo que ganan afuera... y, no hay competencia posible. Hay ejemplos, claro, Diego Milito y Licha no volvieron por el contrato, volvieron porque tenían ganas de jugar en el club. Como el Newell’s de Maxi, Scocco, Heinze y Bernardi. Ese sentimiento de pertenencia es hermoso, pero además fueron eficaces. Porque a la hora de alentar el regreso de un jugador hay que evaluar que el rédito sea integral.
-¿Intentaste convencer a Licha López para que se quedara?
-Llegué retarde. Hablé mucho intentando convencerlo de que siguiera, pero no pude. Se sentía sobreexigido, como demasiado responsable de todo lo que fue pasando, de haber quedado afuera de la Copa. Intenté por todos los medios de que me acompañara en el proyecto que uno iniciaba, lo digo de manera bien egoísta, pero si ponemos en contexto todo, él ha sido muy generoso con el club: ofreció todas las facilidades para volver, le dio todo al club y se fue como un señor. También había una decisión de vida, y ese fue un límite para mí. Tenía derecho a decidir sobre su vida; por un lado, deportivamente se nos bajaba un estandarte, pero por otro, humanizando la cuestión, entendía su decisión de vida.
La peligrosa obsesión de querer tener a Messi en la mesa de luz
Bromea Rubén, el hombre que perdió el nombre. ¿Quién? El 'Mago', claro. "Hasta Diego me dicen, por mi hermano, pero Rubén no. Bueno, quizás, alguien del pueblo, pero nadie más". El pueblo es General Belgrano, ahí donde empezó a jugar en el club bautizado como el creador de la bandera. La camiseta, lógicamente, celeste y blanca. A bastones. De alguna manera, Racing aparecía en su vida. Entre los flashes más luminosos de sus pasos por la Academia, Capria enumera el gol de tiro libre a Chilavert, los tres gritos en el memorable 6-4 a Boca, la Copa Libertadores ’97 eliminando a River y a Peñarol, el Racing del ‘98 de Ángel Cappa, con ‘Matute’ Morales, Latorre, Delgado, Benzombe, Ubeda... Y suelta una definición, a modo de declaración de principios: "El talento más grande que se puede tener en el fútbol es saber qué hacer en cada momento. La mente ágil es imposible de contrarrestar".
¿Quién defiende el estilo Capria hoy? "El enganche actual es el 9 tirado atrás, lo que hacía Scocco en el Newell’s del Tata 2013. Los jugadores técnicos se han retrasado para iniciar mejor. Los enganches se han hecho internos, los internos juegan de volantes centrales, los volantes centrales actúan de zagueros, muchos punteros son laterales... Miralo a Jesús Navas en Sevilla. Hoy tiene un enorme valor la pelota, no dividirla innecesariamente para no perderla. Los grandes equipos tienen un respeto por la pelota. Mirá cómo perdió River con Palmeiras, ¡así se pierde!", enfatiza Capria.
Y se zambulle en un tema formativo que lo inquieta. "Hoy aparecen menos talentos porque las exigencias prematuras les quitan a los chicos la alegría de jugar. Hay chicos que hacen vida de un profesional a los 10 años porque son un supuesto diamante, y capaz que a los 15 no tienen más ganas de jugar. Estamos todo el tiempo adelantando procesos y eso es nocivo. Le hace mal a un chico si a esa edad lo tratamos así. Hay que respetar sus estadios evolutivos. Tiene que tener ganas de llegar a la primera, y no llegar saturado a la primera. Eso de querer tener a Messi en la mesa de luz es peligroso".
Capria jugó al fútbol, y muy bien. Ahora participa desde otro lugar, como manager. Alguna vez fue entrenador, una fugaz experiencia de... 17 días y cinco derrotas. Atlanta, en 2014. ¿Aquel mal paso lo acobardó? "No se puede diagnosticar definitivamente al entrenador por cinco partidos. Acá todo es muy espasmódico: ‘¿Perdió cinco partidos? Debe ser un tarado’. Vamos a ver los cinco partidos, veamos qué pasó, etc. Desde la evaluación ciega del resultado te alejas del análisis. Sí me hago cargo que perdí los cinco partidos y me fui, porque ni me echaron, me fui directamente. El entrenador no maneja los tiempos, al entrenador lo llaman. Y yo no quería estar años esperando debajo de una planta. Entonces comencé a trabajar en los medios, y creo que me empezaron a relacionar más con eso y sólo hubo sondeos y algún vago interés para volver a dirigir".
Y también observó el fútbol desde un cuarto ángulos, desde los medios, como panelista y analista de programas deportivos. ¿Saben los periodistas de fútbol? "No generalizo. Yo creo mucho en el cómo: cómo se hacen y cómo se dicen las cosas. De qué manera explicás o fundamentás algo. Me rebela si hay desprecio y burlas desde los medios. Si desaparecen los fundamentos".
Le preocupa el desalineado fútbol argentino Nunca hay un norte. "El ataque para intentar mejorar nuestro futbol tendría que ser general, desde múltiples sectores. Este año que no hubo gente en las canchas todo iba a estar más tranquilo..., y ya se fueron 10 entrenadores. No hay promedios y todo sigue siendo inestable. Está la industria del desencuentro también, no lo perdamos de vista, es parte del cuento. Tantas desprolijidades a algunos les resultan funcionales, disimulan limitaciones. Cuanta mejor organización y previsibilidad tengamos, seremos mejores también. El orden contagia orden. El talento se puede explorar y explotar mejor desde la organización. Yo no tengo capacidad para decir qué habría que cambiar, pero sí sé que con proyección y planificación, a la larga los resultados aparecen".
Y con ese déficit estructural, ¿cómo se juega en país? "Acá tampoco conviene generalizar. En los últimos años vi al Newell´s 2013 de Martino, al Lanús 2015 de Almirón, el campeón del ‘Chacho’ 2019, River en todo este ciclo de Gallardo, el Defensa y Justicia de Beccacece... Cuando hay una idea clara, una hoja de ruta, el fútbol en el largo plazo es bastante lógico. Siempre hay que definir un estilo. Como decía Luis Aragonés: ‘¿Qué querés ser, toro o torero?’.
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