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El legado de la pelota: de padres a hijos, un mandato familiar con ilusiones y goles
Las relaciones y charlas de los Russo, Gallardo, Soñora, Mac Allister, Verón, Belloso, Galoppo y Cruz; hablan de sus sueños en el comienzo de sus carreras y cuentan si es complejo quitarse el mote del apellido
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¿Herencia? ¿Legado? ¿Cuestión de sangre? Posiblemente sea una conjunción de cada una de ellas. De tal palo, tal astilla, sostiene un viejo refrán. Resulta difícil saber si el destino está escrito o es uno mismo quien lo va forjando. Lo cierto es que en el cien por ciento de estos casos, el gusto por el deporte se aprendió en el hogar desde que los niños dijeron sus primeras palabras. En esta historia, con el fútbol como enlace. Con la imagen del papá como un espejo, la vida los unió inmediatamente con una pelota. Con un sueño. Con la mirada en el horizonte. Se trata de aquellos jugadores que portan un apellido con historia en nuestro fútbol y que, en algunos casos, empiezan a dar sus primeros pasos en la primera división; en otros, más allá de la juventud, surge un recorrido más amplio. De padres a hijos, una sucesión más allá de los genes…
Banfield, un club que trabaja al detalle en sus inferiores, cuenta con varios exponentes que se criaron viendo a sus padres adentro del terreno de juego: Giuliano Galoppo (21 años, hijo de Marcelino), Juan Manuel Cruz (Julio), Ramiro Enrique (Héctor) y Juan Ignacio Rodríguez (Clemente). Giuliano es una de las nuevas joyas del Taladro. Nació en Buenos Aires, pero vivió algunos años de su infancia en Europa y en otros lugares de la Argentina por el trabajo de su papá, que se formó como zaguero en Racing, de Córdoba y, ya como mediocampista, llegó a ser parte de los planteles Sub 20 y Sub 23 de la Argentina.
“Mi infancia fue muy linda. Hice la escuelita de fútbol en Italia cuando mi viejo jugó allá. Después volvimos a Freyre, el pueblo donde nació él. El esfuerzo era grande: me llevaba a entrenarme varias veces por semana a Atlético de Rafaela, que quedaba a 60 kilómetros de nuestra casa. Al tiempo nos instalamos ahí, mi papá consiguió trabajo y yo me fui desarrollando en las inferiores. Ya en 2014 pasé a Boca. Fue una buena experiencia, pero como no tuve continuidad me volví a Rafaela. Y cuando surgió lo de Banfield, en 2016, me instalé en Buenos Aires”, detalla el volante para LA NACION.
Julio Cruz sostiene que a Juan Manuel (21), que marcó su primer gol en Banfield en la igualdad 1-1 contra Argentinos –una media vuelta espectacular– , le gustaba la pelota desde la cuna. Corría el 2000, cuando el ‘Jardinero’ militaba en Bologna. “Después se entrenó y jugó en Inter y Lazio. Al volver la familia a la Argentina, Juan pasó por la escuela de River. Pero con mi esposa en su momento optamos por darle prioridad a sus estudios. Luego terminó la secundaria y se probó en Banfield, que trabaja muy bien con los chicos”, explica a este diario el ex delantero de la selección argentina.
“Hoy está viviendo algo hermoso junto con un ex compañero mío, Javier Sanguinetti. Su historia recién empieza y es algo muy emocionante”, añade Julio Cruz. ¿Es complejo quitarse el mote de ‘hijo de’? Julio brinda su mirada. “No es sencillo para ninguno porque te juzgan por eso, es una realidad. Y a veces hay chicos que no tienen la capacidad o el carácter para enfrentar esas cosas. Juan lo ha manejado muy bien. La peleó muchísimo y se ganó un lugar en base a su sacrificio”, explica.
En el Taladro también celebró su primer gol Ramiro Enrique (19), en el 2-2 ante Estudiantes, de La Plata. “Es dócil, solidario, profesional y muy picante en la cancha, como a mí me gusta. Se esforzó en las inferiores y hoy tiene esta oportunidad de mostrarse con los grandes. Tiene una gran habilidad: recibe, gira y va para adelante con velocidad. Yo siempre se lo explicaba, desde chiquito: ‘Girá, encará, esos son los jugadores que triunfan en el fútbol y tienen destino europeo’. Y sus entrenadores le remarcaban lo mismo. Banfield trabaja fenomenal y por eso sacan tantos jugadores”, detalla Héctor Enrique a LA NACION.
Y siguió con su relato, emocionado, el campeón del mundo en México 1986: “Cuando marcó su primer gol me di cuenta de que soy el ‘Tano’ Pasman. ¡Cómo gritaba! Estaba muy feliz. En mi casa cada cual tiene su lugar para ver los partidos: el mío es en el quincho. Y lo grité con la misma pasión que los goles de Maradona a los ingleses”. Su familia respira deporte: Fernando, otro de sus hijos, es futbolista de Talleres de Escalada y Facundo juega al rugby en Pucará.
Ignacio Russo tiene 20 años, es delantero y es el hijo de Miguel Ángel, el DT de Boca. “Nacho” debutó en la primera de Rosario Central en diciembre del año pasado, contra Banfield. Se probó en la entidad rosarina con edad de sexta y quedó. “Tengo muchos recuerdos de mi infancia relacionados con el fútbol, pero si tengo que elegir algunos... primero me iría al 2005, cuando mi viejo salió campeón con Vélez. Yo recién empezaba a entender quién era él en este deporte y qué hacía. Después, en 2007, cuando festejó la Libertadores con Boca. Y sin dudarlo el mejor fue cuando ascendió a Central a primera división en 2012/2013. Fue el que viví más de cerca y el que más me marcó”, confiesa. Las charlas futboleras entre los Russo son muy frecuentes. “Conversamos todo el tiempo. A veces como dos fanáticos de este deporte, y en otras más enfocados en lo profesional, en lo táctico. El consejo que mi papá me da siempre es que sea paciente, consciente y agradecido del lugar que tengo hoy”, cuenta Ignacio.
La línea defensiva de Boca campeón en el torneo Apertura 1992 contaba, en sus laterales, con Diego Soñora y Carlos Mac Allister. Con los años, en la Argentina ambos dejaron un legado con distintos herederos. Hasta febrero de 2020, Cuando Alexis Mac Allister se fue de Boca a Brighton, de Inglaterra, la primera división nacional contaba con cinco futbolistas que portaban estos apellidos. Se suman, claro, Francis (25 años, Talleres de Córdoba) y Kevin (23, Argentinos).
Entre los Soñora, surgen Joel (24, también en la T cordobesa) y Alan (22, Independiente). Kevin se define como “trabajador, constante y humilde” y asegura que heredó la “tenacidad” de su padre, a quien tiene como ídolo. “Siempre tengo charlas intensas con mi papá. Por teléfono, videollamada, y se suman mis hermanos. ¡A veces conversamos entre los cuatro! Vemos nuestros partidos y nos analizamos. Somos perfeccionistas y nos marcamos virtudes y defectos. Es un plus contar con ellos”, cuenta Francis.
Por los cambios constantes en la vida de un futbolista, cuando Mateo Pellegrino nació, en octubre de 2001, su papá Mauricio era una referencia en Valencia, de España. El chico tenía apenas 3 años en tiempos en los que el ‘Flaco’, por ejemplo, celebró la liga española, la Copa UEFA y la Supercopa de Europa. Una época dorada para la entidad ‘Che’. Casi 20 años después, el delantero está bajo sus órdenes en Vélez. “Tengo muchos recuerdos de mi infancia, principalmente cuando caminábamos por la calle y le pedían fotos o cuando íbamos a la cancha a alentarlo en familia. Desde ese momento estuve rodeado por el fútbol”, explica.
“Hoy nos pasamos tardes enteras mirando partidos. Él me da consejos simples, no me pide mucho, pero algo que me marcaron mis padres es que el esfuerzo es fundamental. Después, el resto, viene sólo, con paciencia”, añade Mateo.
Matías Belloso (21) no sólo heredó de Gonzalo su amor por el fútbol: también le da forma a sus sueños en la delantera –el mismo puesto que ocupaba ‘Pejerrey’– de Arsenal. Los une, además, el cariño por Rosario Central. “Tengo recuerdos hermosos de mi infancia. Amaba ir a la cancha, a los vestuarios. Apreciaba a los jugadores de primera, y sentía que era una locura tener a mi papá ahí. Somos fanáticos del Canalla y todo era como un sueño”, detalla.
Y prosigue con los consejos que recibe del actual dirigente de la Conmebol. “Me dice que me esfuerce y que viva para el fútbol, que sea profesional, que me cuide, que entrene mucho. Que esté preparado para los momentos, que no me entristezca cuando las cosas no me salen. Y le hago caso en todo”, agrega. Las charlas entre ambos, confiesa, son 100% futboleras. “No lo tengo en el día a día, pero me manda muchos mensajes. Y cuando viene a Buenos Aires almorzamos, merendamos y cenamos hablando de fútbol. Es una pasión impresionante”, subraya Matías.
Las historias singulares se multiplican. Nahuel Gallardo (22), hijo de Marcelo, encontró su espacio en Defensa y Justicia y este año celebró la Sudamericana y la Recopa. En Estudiantes, hablar de Verón es traer a la memoria un camino repleto de gloria. En marzo de este año, Deian (20), el hijo de Juan Sebastián y nieto de Juan Ramón, tuvo su estreno en la goleada por 5-0 contra Arsenal. “Arranca una nueva historia. Espero poder dejar el apellido en lo más alto. Es la dinastía”, aseguró. Un pensamiento que, en mayor o menor medida, tienen la mayoría de estos chicos que hoy transitan las canchas de primera: respetar el legado de sus padres.
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