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El lado B de Riquelme. El chico que apenas soñaba con ser jugador, vivió con sus propias reglas y se convirtió en un ícono de Boca
“El último 10″ edificó su carrera con su sello y estilo, ese que le generó un amor incondicional con los hinchas, pero también varios roces; nadie jugó más partidos que él en la Bombonera
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Juan Román Riquelme vivió una jornada inolvidable en la Bombonera. Finalmente, y después de varios amagos, el patio de su casa se vistió de fiesta para homenajear al “último 10″. Aunque todo se organizó con solo 10 días, tanto los asistentes como los protagonistas compartieron un espacio de emoción, camaradería y juego. Porque después de años en la alta competencia, volvieron a jugar a la pelota. Y allí estuvieron Lionel Messi, Ángel Di María, compañeros de ayer y hoy, en azul y oro y en celeste y blanco.
Riquelme llevó la emoción a su modo. Es uno de los máximos ídolos de la historia de Boca. Incluso, un alto porcentaje de hinchas lo ubica en el primer lugar, dentro de un hipotético ranking tan subjetivo como innecesario. Y fue ese mismo espacio, solo reservado para unos pocos, desde el que se lanzó a la política y le permitió arrasar en las elecciones de 2019 aunque no tuviera experiencia previa como dirigente.
El porqué de esa idolatría tan vigente puede encontrarse en los fríos números. El hombre nacido y criado en San Fernando fue el que más partidos jugó con la camiseta azul y oro en la Bombonera: 206. Además, marcó 92 goles y regaló 123 asistencias.
También existe una relación de adoración y agradecimiento por los títulos obtenidos en una década inolvidable: el número 10 fue fundamental en la obtención de las Copas Libertadores 2000, 2001 y 2007. Se lució ante Real Madrid para levantar la Intercontinental 2000, alzó la Recopa Sudamericana en 2008 y dio otras seis vueltas olímpicas en el plano local: Apertura 98, 2000, 2008 y 2011, Clausura 1999 y Copa Argentina 2012. Por si fuera poco, sacó a pasear a medio equipo de Barcelona en un amistoso de 1999 que aún se recuerda.
Leandro Paredes se dio el gusto de jugar otra vez con la camiseta de Boca. Lo mismo hizo Ever Banega. Y el Chipi Barijho marcó dos goles, uno de ellos de un rebote tras una jugada en la que Lionel Scaloni le cometía penal a Riquelme. El Chelo Delgado metió sus endiabladas diagonales. Y el último gol lo hizo Sergio “Manteca” Martínez. Si hasta Blas Giunta se dio el gran gusto de jugar los primeros cinco minutos y llevarse una ovación gigantesca en su corazón, tan noble como inmenso. Carlos Bianchi, con el perfil bajísimo que lo caracteriza, recibió la ovación más grande de la noche. Aquella que dice “que de la mano, de Carlos Bianchi, todos la vuelta vamos a dar”. Fue una jornada inolvidable, a la altura de un futbolista inolvidable. Que hoy, tal vez y solo tal vez, jugó por última vez en la Bombonera.
Los destrataron, quisieron borrarlos de la historia del club. No nos olvidamos. El tiempo pone las cosas en su lugar pic.twitter.com/FSwt9w3kac
— FF (@francoff92) June 25, 2023
Pero muy posiblemente, el mayor vínculo del pueblo boquense con JR esté relacionado con su forma de ser. Con sus declaraciones, sus silencios y su eterno mate. Con su manera de vivir y de manejarse en su vida cotidiana. Con sus valores, que defendió siempre a capa y espada. Con sus frases, por momentos muy lúcidas y por otros, tribuneras. Y con la cantidad de veces que se paró bien firme ante los poderosos y/o la autoridad de turno.
La Bombonera quería gritar un gol de Román y el 10 les da el gusto a las 60.000 personas que llenan la cancha de Boca. Golazo de Riquelme en #LaFiestaDeRománEnTVP
— Televisión Pública (@TV_Publica) June 25, 2023
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Cuando Riquelme creyó que su salario estaba muy por debajo de lo que su fútbol ofrecía dentro del campo de juego se lo hizo saber al hombre que debía mejorarle el contrato. Y no en una oficina, sino en el patio de su casa. El 8 de abril de 2001, Riquelme marcó de cabeza (luego de que Constanzo le atajara un penal) el 2-0 parcial de una goleada sobre River que terminó 3 a 0. El chico, de 22 años, corrió hasta el medio de la cancha, miró fijo al palco oficial, se llevó las manos detrás de sus orejas y se quedó quieto y serio, escuchando (e invitando a que el entonces presidente Mauricio Macri también escuche) la gran ovación. El Topo Gigio se patentó como una marca registrada esa misma noche,
Cuando Riquelme notó que no era necesario abonarle un determinado dinero a los integrantes de la barra brava de Boca a cambio de aplausos, simplemente no lo hizo. Eso le valió un llamativo silencio de ese sector ante actuaciones suyas destacadísimas.
Cuando Riquelme no se sintió a gusto en Barcelona (porque el entrenador neerlandés Louis Van Gaal quería que jugase de una forma diferente a la que él quería), decidió no perder el tiempo y cambió de club. Lo mismo le ocurrió en Villarreal, en donde se distanció del entrenado chileno Manuel Pellegrini para volver a Boca en 2007. Pero antes dejó una histórica clasificación a las semifinales de la Champions League 2006.
Cuando Riquelme se enteró, en septiembre de 2006, de que su madre sufría por las críticas que su hijo recibía en la selección argentina, lo habló con el técnico Alfio Basile y decidió alejarse.
Cuando Riquelme encontró la excusa perfecta irse del seleccionado argentino, lo dijo y se fue: “Me entero por la radio que no voy a Francia y por televisión que el técnico me ve mal. Pasó un 2008 maravilloso, en el que gané muchas cosas y premios y, de repente, Riquelme es un desastre y pareciera que nunca supo dar un pase. Son todo palos, cada vez más fuertes y estoy cansado. Quiero disfrutar y vivir en paz. La realidad es que con el técnico que tiene hoy la selección no coincidimos mucho, no tenemos el mismo pensamiento y tampoco los mismos códigos. Ya no podemos trabajar juntos”. Poco importó que entonces “el técnico” fuese nada menos que Diego Armando Maradona y que en el horizonte se pierda de jugar el Mundial 2010.
Esa personalidad y esas actitudes también generan una dicotomía. Sin medias tintas, el ídolo es tan cercano con los que comulgan con él como distante hasta el desprecio con aquellos que no hablan su mismo idioma. Las cosas son y se hacen como él dice.
Cuando Riquelme, tras esa renuncia, hizo que la Bombonera se convierta en un Cabildo Abierto entre él y Maradona, el clamor popular boquense inclinó la balanza en su favor. Ese mismo peso específico le permitió generar, en 2011 y durante un apático 0 a 0 con All Boys de local, una presión tal que Julio Falcioni debió replantear su decisión de enviarlo al banco de suplentes por no entrenarse a la par de sus compañeros.
Cuando Riquelme quiso firmar en 2010 un contrato por cuatro años provocó tal discusión en la Comisión Directiva que el tesorero, que desde lo económico había contraofertado un vínculo de dos temporadas, terminó renunciando. Era Daniel Angelici.
Cuando Riquelme, ya con el delfín de Macri como presidente, se sintió vacío lo dijo y a las pocas horas jugó su último partido con la camiseta de Boca. Poco le importó si el contexto, la previa de una final de vuelta de la Copa Libertadores ante Corinthians 2012 en Brasil tras un 1-1 en la ida, no era el mejor.
Cuando Riquelme consideró, pocos meses después, que era el momento para volver y darle una mano desde adentro de la cancha a Carlos Bianchi (“Es como mi papá”, dijo alguna vez), en enero de 2013 volvió a ponerse los pantaloncitos cortos.
Cuando Riquelme lo determinó, en noviembre de 2019 decidió bajarse del bronce y meter los pies en el fango político, con todo el enorme riesgo que eso implica a nivel idolatrías y malas experiencias de futbolistas devenidos dirigentes.
Cuando Riquelme así lo decidió, se puso al frente de las obras de desagote en el campo de juego de la Bombonera y resolvió un conflicto de añares que el club padecía en los días de lluvia. Desde entonces, no se inunda más.
Como los grandes íconos, su figura genera controversias. El péndulo jamás se queda quieto. A Riquelme se lo adora o se lo defenestra. Se lo ama o se lo odia. Se lo aplaude hasta que ardan las manos o se le minimiza su indiscutible clase.
Sin embargo, quizás en estos casos es mejor entender al personaje por lo que dicen de él como futbolista sus propios colegas. Que jugadores de la talla de Lionel Messi o Andrés Iniesta, que lo disfrutaron cuando el de Don Torcuato estaba en Barcelona y ellos en La Masía, lo admiren tanto o quieran estar en la Bombonera este domingo es todo un mensaje. Que el crack francés Zinedine Zidane lo haya buscado al término de un icónico Real Madrid – Villarreal para intercambiar con él la camiseta de su último partido posiciona a Juan Román como lo que fue: uno de los mejores futbolistas del mundo de su época.
O incluso, entrar a YouTube y volver a disfrutar de sus mejores goles, asistencias y toques mágicos. Hay para todos los gustos: al famoso caño a Yepes lo supera uno contra Central que desafía a la física con un salto y una vuelta en 180 grados para salir jugando detrás de su rival. El tiro libre a Cúcuta (que el propio futbolista elige como uno de sus mejores tantos) lucha cuerpo a cuerpo con un bombazo desde afuera del área para empatarle un partido chivo a Vélez, la tarde en la que minutos más tarde Palermo marcó de cabeza desde 40 metros. El caño a Izquierdoz sin siquiera tocar la pelota en su última vez con la casaca xeneize ante Lanús, a mediados de 2014, es directamente caviar.
Hay quienes creen que Riquelme fue todo lo bueno que él quiso, pero que podría haber descollado muchísimo más. Que de haberse adaptado a la alta competencia, su estadía en Europa podría haber sido más extensa en el tiempo.
Pero todas esas son conjeturas. Y de haberse adaptado a esas reglas, seguramente hubiera tenido que claudicar en sus ideales. En medio de un contexto donde todavía no está definido que se presente a la reelección a fin de año y con el equipo deambulando por el medio de la tabla de posiciones sin rumbo claro, Juan Román Riquelme consideró que era el momento de hacer su gran fiesta. El hombre está considerado uno de los mejores futbolistas de la historia de Boca. Y es por eso que en la Bombonera se vivió un clima de emoción lógico, justo y acorde a la figura de un gran ídolo. Y en ese terreno, aún con sus pros y sus contras, él es feliz.
Anoche le puso el broche a una etapa. La despedida, con la 10 de Maradona sobre sus espaldas devolviendo la gentileza de Diego en su homenaje de 2001, seguramente, será otro punto de partida, un quiebre, para todo aquello que aún no había podido soltar.
El discurso final completo
Esto es mucho para mí. Primero les quiero agradecer a todos los entrenadores y compañeros que tuve en este club. Me han hecho que todos ustedes me quieran. Y tuve la suerte que el 10 de noviembre de 1996 entré en una película. La película más linda que le puede pasar a una persona. Yo cuando era chiquito quería ser Márcico, Maradona, Manteca Martínez. Pero todo fue mucho más que lo soñado. Yo no tengo más que decirle que muchas gracias.
La verdad es que los jugadores de la selección se pasaron. Hicieron un viaje muy largo, terminaron de jugar hace poquito y me dijeron que iban a venir. La verdad que muchas gracias, los quiero mucho y espero que hayan sido muy felices. A José lo tuve de chiquito y me ayudó mucho. A Coco lo quiero mucho. Y después, acá el señor. “Vení vení , cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Carlos Bianchi, todos la vuelta vamos a dar” (canta). Usted es el culpable de que todos queramos ganar la Copa Libertadores. Si la gente nos quiere tanto es porque el señor nos hizo ganar todo. Sabe que lo quiero mucho, que me siento parte de su familia. Sé que él me quiere mucho.
Riquelme a la hinchada de Boca: "Cada día le pido a Dios que sigamos teniendo esta relación. Yo sin ustedes no podría vivir"
— Televisión Pública (@TV_Publica) June 26, 2023
Román culmina su noche soñada en La Bombonera acompañado por sus amigos del fútbol#UnPartidoParaTodaLaVida #LaFiestaDeRománEnTVP pic.twitter.com/MiQOBszU6H
Yo soñaba comprar la casa para mi mamá. El 10 de noviembre contra Unión de Santa Fe ustedes me trataron de maravillas. Y así es hasta estos días. Me tocó jugar con el más grande que yo vi de chiquito, que fue Maradona. Hoy es un día maravilloso para todos ustedes, porque podemos disfrutar. Fui un afortunado porque de chiquito fue lo más grande que yo vi. Después pasó el tiempo, me fui poniendo más viejo y me tocó jugar con alguien que es increíblemente grande. No sé si es más grande que Maradona. Pero los dos son los más grandes qe yo vi en mi vida. Leo, le pido disculpas a tu familia porque te quedaste unos días más. Y la verdad que para todos los bosteros tenerte acá es una alegría muy grande.
Vuelvo a repetir que el 10 de noviembre entré en una película, que solo soñaba con ser futbolista. Que no puedo creer el cariño que recibo de todos ustedes. Mi papá me hizo bostero, como todos ustedes y me voy a morir bostero, como todos ustedes. Cada día que me levanto, cada día que me voy a dormir me miro al espejo y le pido a Dios que podamos seguir teniendo esta relación y este respeto. Yo sin ustedes no podría vivir. Esa es la verdad. Los quiero mucho. Les mando un beso muy grande. Muchísimas gracias.
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