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“El General”: Agustín García Basso estuvo a punto de dejar el fútbol, y ahora se hizo dueño del fondo de Racing
El zaguero, de 31 años, actuó varios años en la Primera Nacional y en Ecuador antes de sumarse a la Academia
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Desde que saltó a la cancha con la número 2 en la espalda de la camiseta de Racing, en la segunda fecha de esta Copa de la Liga, Agustín García Basso se adueñó del puesto de zaguero izquierdo. Suma 540 minutos consecutivos, sin amarillas, con un rendimiento alto que se refleja después de cada partido en los comentarios de las redes sociales, donde lo bautizaron como el General García Basso. Sin embargo, al zurdo casi no lo reconocen por la calle. Sin tatuajes ni aritos, con apenas 1,80m de altura, lejos del estereotipo del futbolista se hace difícil identificarlo. “Pensé que no me iba a pasar nunca. Pero de a poco me empiezan a reconocer. El otro día una cajera del supermercado no se daba cuenta, hasta que me pidió el DNI cuando le pasé la tarjeta. Y ahí dijo ‘epa’. Es algo lindo, porque te hace sentir el cariño. Sobre todo se percibe la ilusión, y eso me gusta porque nosotros también lo vivimos así. Estamos construyendo algo muy lindo”, cuenta el nacido en Vedia, Buenos Aires, hace 31 años.
Entre el debut de García Basso en la primera división del fútbol argentino y su segundo partido en la máxima categoría pasaron 11 años. El estreno se dio con la camiseta de Boca, por la 13a fecha del Torneo Final 2013, una caída por 3 a 0 ante San Lorenzo. El segundo llegó en este 2024. “Yo ya pensaba que no iba a tener la oportunidad de volver a jugar en primera. Estaba en un club increíble. Me había armado la idea de seguir la carrera ahí, tenía dos años más de contrato y me querían renovar. En su momento, cuando salí de Quilmes, tuve ofertas de primera, pero quería ir a jugar afuera, para conocer otras culturas, vivir esa experiencia. Me decidí por Deportivo Cuenca, de Ecuador. Y rápido llegó la chance de Independiente del Valle, con la posibilidad de jugar a nivel internacional y ganar nada menos que una Recopa en el Maracaná”, relata el defensor.
Esa idea se rompió en cuanto Racing vendió a Gonzalo Piovi al Cruz Azul y encendió los radares para encontrar un defensor de perfil zurdo. Independiente Del Valle no se quería desprender del bonaerense. “Como no estaba fácil, Gustavo (Costas) no sabía si llamarme. Así que empecé a hablar con Gonza (hijo y ayudante del DT). Querían saber cómo ayudar para que salga todo rápido. De club a club no se puede interferir tanto, pero la verdad es que yo quería venir a jugar en el primer grande, como dije en su momento. Por suerte se dio. Con mi novia nos vinimos con 12 valijas, recién ahora conseguimos un hogar. Por suerte mi suegra nos bancó este tiempo, le tomamos un poquito la casa y el espacio”, cuenta con una sonrisa.
-¿Qué esperabas en Racing y qué encontraste?
-Racing es una marca mundial. Lo nombres donde lo nombres todo el mundo lo conoce. Ésa era la motivación. A mi no me gusta hablar de revancha, hablo de nuevas oportunidades, y yo quería volver a jugar en primera. Uno cuando toma estas decisiones deja que la vida lo sorprenda; no hay que poner la vara en cierto punto o imaginar que las cosas se van a dar de una manera. Se que la gente no me conocía, pero creo que se fueron quedando tranquilos al ver cómo doy todo en el campo de juego. Claramente me he sorprendido, estoy encantado, desde que empezaron los rumores que ya la gente me demostró su cariño. Es una hinchada muy pasional, el hincha lo vive de una manera especial. Este deporte es hermoso porque genera tanto que uno a veces no toma dimensión de lo que puede significar para muchos.
-Costas dijo que con el triunfo ante Independiente alegraron a cinco millones de personas. ¿Cómo se lleva eso de influir en tanta gente?
-Es loco. La gente deposita sus sentimientos en nosotros y depende lo que suceda en un partido están sus emociones. A veces uno no toma conciencia de eso. Estar en este club, ganar el primer clásico, tan de visitante, que se nos dé así es especial. He jugado el clásico Boca-River en Reserva, que se juega con algo de gente, pero no es tanto como lo que vivimos el otro día. Acá es muy especial. Las canchas están casi pegadas, pasa pocas veces en el mundo una situación así. Es una locura porque desde la auxiliar donde nosotros entrenamos casi todos los días hay cincuenta metros de distancia hasta la cancha de Independiente. Y del otro lado tenemos esta vista hermosa al Cilindro, que se va generando una cosa muy linda porque te va fascinando.
Además de lo que transmite el estadio Presidente Perón y del feeling rápido que consiguió con los hinchas, el principal motivo para explicar la identificación de García Basso con los colores celestes y blancos hay que encontrarlos en Costas. “Gustavo es el técnico, pero también tiene el traje de hincha ahí a mano. Tener un entrenador-hincha no me había pasado nunca. Es lindo. Creo que es un plus, porque nos transmite el 360° de lo que significa esta institución, como también lo hace Zucu dentro de la cancha, o cada uno de los chicos que salieron de acá y que tienen un gran futuro por delante”, cuenta.
Además de su capacidad de generar sentido de pertenencia en este inicio, Costas se lleva el gran mérito de ser el armador de un plantel con una decena de refuerzos que en su gran mayoría tienen en común estar ante el mayor desafío de su carrera. “El hambre de gloria, de crecer, de mejorar es lo que caracteriza a todo el grupo. Algunos lo llaman suerte, pero cuanto más trabajás, más profesional sos, más suerte tenés. Hay cosas que no dependen de uno, pero sí vos le ponés amor a la profesión es un plus. Hemos llegado muchos chicos, algunos más conocidos que otros, todos con muchas ganas de crecer, de triunfar y eso es muy valioso”, dice. Y más allá de lo que se ve en el campo durante los partidos, explica los motivos para este buen inicio de 2024: “Bueno, yo de construcción no sé mucho, pero cuando hacés un edificio primero están los cimientos. Es lo que no se ve. Y es lo más importante. Hay que ver la alegría con la que se llega al vestuario, cómo nos entrenamos, cómo convivimos con la gente de cocina, los utileros, los profes, con Gustavo y su pasión”.
Pese a que su nombre no figuraba en en el centro del mapa del fútbol argentino hasta enero de este año, sí hay dos nombres míticos que forman parte de la carrera de García Basso. El primero es el de Carlos Bianchi, quien le dio la chance de debutar en Primera nada menos que con la camiseta de Boca: “Ya había cumplido los 21 años. Fue una locura porque Carlos es el técnico más ganador de la historia del fútbol argentino. Fue increíble. Me dijo que disfrute, que lo aproveche”. El otro es el de Reinaldo Carlos Merlo, que lo entrenó en Douglas Haig: “Mostaza fue el que me hizo debutar en la B Nacional. Me dijo: quince días pedí por tu nombre, no me había pasado nunca en la vida. Lo disfruté. Hay miles de anécdotas, es un personaje lindo y eso que lo tuvimos 10 partidos nomás, porque enseguida lo llamaron de Racing, y claro que se fue porque era su anhelo volver, es parte de la historia de este club. Entendía mucho los cambios, la pegaba siempre con los cambios, como que veía el partido ahí en vivo muy bien”.
Douglas Haig de Pergamino. Sportivo Belgrano de San Francisco. Ramón Santamarina de Tandil. Agropecuario de Carlos Casares. Estudiantes de Caseros. Quilmes. Esos fueron los seis clubes de Primera B Nacional por los que pasó García Basso entre su debut en Boca y su salto a Ecuador. “Yo divido mi carrera en dos por mi cambio de posición. Estuve a punto de dejar el fútbol -confiesa-, porque no quería saber absolutamente nada con jugar de lateral. No disfrutaba. Se dio la oportunidad porque los scouting de Quilmes me vieron que tenía condiciones para jugar de central, me vinieron a buscar para que juegue ahí. Así arrancó todo”.
Lo que desde afuera puede verse como una diferencia de algunos metros, en la cabeza del zurdo tenía un peso distinto. La zaga, además, es una cuestión de herencia: su abuelo Oscar Basso dejó una marca en las defensas de San Lorenzo, Inter de Milán y Botafogo de Brasil durante las décadas del 40 y 50, además de haber presidido el gremio de futbolistas argentinos. “Cambia mucho jugar de tres a jugar de seis. Participás más con la pelota, el lateral es más físico, ida y vuelta. Te juro: hoy aunque me toque marcar al mejor jugador del mundo lo voy a hacer con una sonrisa, porque disfruto jugar en esa posición. En su momento, acá, cuando sonó mi nombre, fui claro y les dije que me encantaba la idea, pero que de lateral no quería jugar, porque supuestamente buscaban alguien para que también pudiera jugar ahí”.
Aunque la magia la ponga Juan Fernando Quintero y los goles sean de Adrián “Maravilla” Martínez, García Basso es otro de los puntales del equipo. Algunas estadísticas de Opta ayudan a apoyar esa sensación que dejan los partidos: es el futbolista que más tiene la pelota en sus pies y el jugador que más rompe líneas por partido (8,5, más que Quintero con 5,9). De zaguero, como marcan sus ganas y su apellido. Ahí dónde se inician las jugadas de este Racing que se construye a pura ilusión.
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