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El equipo ideal de la selección: un viaje en el tiempo y el desafío de elegir once campeones
En primer lugar, hay que celebrar la abundancia. Historia y presente. Tres planteles campeones, generaciones diferentes para elegir a quién venerar. Apellidos célebres, jugadorazos, difícil para filtrar. Un abanico que supera la cantidad de cupos. Los recuerdos se agolpan, algunos están frescos, otros que perduran al paso del tiempo, siguen ahí, inmarcesibles. Tres campeones del mundo, cada uno hijo de su tiempo y producto de las circunstancias de la época.
El Mundial 78 fue el último con 16 participantes. A la Argentina le tocó una zona clasificatoria con tres europeos: Hungría, Francia e Italia. Alta exigencia desde el arranque. De hecho, la derrota contra la Azzurra lo sacó del Monumental y lo mandó a la sede de Rosario. Hoy, y mucho más en 2026, con el elefantiásico cuadro con 48 países, la composición de las zonas es más globalizada y las potencias quedan distribuidas para que se crucen en los play-off. La propuesta es un viaje en el tiempo, en un período que abarca 44 años, de 1978 a 2022, con escala en 1986.
Un juego en el tiempo
Cómo se eligió el equipo
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La idea es seleccionar un equipo ideal eligiendo a los jugadores de los seleccionados que conquistaron los tres títulos, pero sólo teniendo en cuenta su actuación en el Mundial
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Al jugarse con tácticas diferentes, es posible que algún jugador ocupe posiciones que no representan exactmente el lugar que ocupó en su momento. En este caso, se eligió el sistema 4-3-3.
La consigna sirve en bandeja el debate, la polémica (¿por qué Fillol y no Dibu Martínez?), como todo lo que deja de ser fáctico –que Passarella y Messi decidan quién de los dos le pega en un tiro libre sería una creación de la Inteligencia Artificial– y le da cabida a los gustos y las interpretaciones: elegir a la formación ideal tomando en cuenta los tres planteles y los rendimientos de los jugadores en cada mundial, sin abarcar la producción en sus clubes.
El sistema táctico es flexible, porque la Argentina se coronó con más de un esquema. Tienen más en común los del 78 y 2022, reconocibles en un 4-3-3 –si bien Scaloni en algunos pasajes de los partidos armó una línea con tres zagueros–, mientras que el del 86 utilizó líbero y stoppers, un 3-5-2 que del medio campo hacía arriba se hacía muy versátil en lo posicional para llegar al arco rival.
De acuerdo con los 11 elegidos, Cuciuffo podría ser zaguero por la derecha en una línea de tres –función que cumplió en México– o lateral en una línea de cuatro, puesto que no desconocía. Olarticoechea se adapta al lateral izquierdo o a ser carrilero por ese sector. La evaluación, con la arbitrariedad que implica hacer convivir jugadores de distintas épocas, arrojó esta formación: Ubaldo Fillol; José Luis Cuciuffo, José Luis Brown, Daniel Passarella y Julio Olarticoechea; Enzo Fernández, Sergio Batista y Ángel Di María; Maradona; Messi y Kempes.
Los elegidos
Aquí la justificación por la elección de cada uno de los integrantes del equipo:
Ubaldo Fillol (78): disputó los siete partidos. Ante Polonia le atajó un penal a Kazimierz Deyna cuando la Argentina ganaba 1-0 un partido que finalizó 2-0. El Pato hacía atajadas imposibles gracias a sus reflejos, le daba seguridad al resto de la defensa. En la final contra Holanda quedó inmortalizado por dos salvadas milagrosas, a Johnny Rep y Rob Rensenbrink. Justificó la premisa de que todo campeón debe tener un gran arquero.
José Luis Cuciuffo (86): ingresó a partir del segundo partido, contra Italia, y no salió más. Defensor ágil, de gran reacción. Podía ser stopper en línea de tres o lateral en línea de cuatro. Su versatilidad lo transformaba en un comodín. “Tenía velocidad, técnica, completo”, lo elogió una vez Diego Maradona. De un quite del cordobés y un posterior pase a Héctor Enrique se gestó el segundo gol de Diego a Inglaterra.
José Luis Brown (86): disputó la totalidad de los minutos de los siete partidos. Ocupó el lugar que iba a ser de Daniel Passarella. Asumió la responsabilidad como si la estuviera esperando toda la vida. Líder, potente, de gran juego aéreo. De cabeza, en una pelota parada, marcó un gol en la final ante Alemania, partido que no abandonó ni con un hombro luxado. Un gladiador que se metió en el corazón del hincha.
Daniel Passarella (78): el gran capitán, de personalidad arrolladora. Pecho inflado en las circustancias más diversas. Marca, remate y cabezazo. Pierna dura en cada cruce. Jugó todos los minutos. Un gol a Francia y dos asistencias contra Perú. Una pieza insustituible.
Julio Olarticoechea (86): no empezó de titular, pero se ganó un lugar para cubrir la banda izquierda con su sentido colectivo y despliegue para cubrir amplios espacios. Generoso en la marca, con la pelota en los pies se animaba hasta el área rival. Una rueda de auxilio para todo compañero. Un auténtico jugador de equipo.
Enzo Fernández (22): entró en el momento de mayor incertidumbre de la Argentina y dinamizó la elaboración del juego. Un gol (ante México) y una asistencia (frente a Polonia), su impacto en el funcionamiento fue inmediato. Prototipo del volante moderno, de área a área. Elegido Mejor Jugador Joven del Mundial de Qatar.
Sergio Batista (86): uno de los jugadores menos “bilardista” de ese seleccionado, pero indispensable por su pase y panorama para unir defensa con ataque. Con su estilo cadencioso bajo el calor de los mediodías mexicanos se adueñaba del círculo central. Un N° 5 de los de antes con capacidad de adaptación a un fútbol que entraba en una dinámica superior. Siendo el volante más defensivo solo tuvo una amonestación.
Ángel Di María (22): jugó la final soñada contra Francia. Le dio un baile memorable a Jules Koundé desde la posición de wing izquierdo, toda una sorpresa de Scaloni. Hizo un gol y a él le cometieron el penal que convirtió Messi. Era el mejor mientras la Argentina reducía al rival a su mínima expresión. Actuación consagratoria en el día más importante de su carrera. Además, dio una asistencia contra México.
Diego Maradona (86): colosal. Hay consenso en que es difícil encontrar una individualidad más influyente en un campeón en la historia de los mundiales; en todos, ya no solo en los títulos argentinos. Cobró fuerza el clisé de que Corea del Sur hubiera sido campeón si lo tenía a Maradona. Gambeta, aceleración, jugadas imposibles. Su cumbre a los 25 años. Cinco goles, cinco asistencias. Un talento en toda su dimensión, incontrolable. Dejó un legado imborrable.
Lionel Messi (22): la simbiosis perfecta. Un equipo entregado a su capitán, dispuesto a brillar con luz propia y a potenciar a sus compañeros. Atrapó la oportunidad que estuvo esperando en toda su carrera. El corazón apuntaló su talento. Siete goles (solo no marcó contra Polonia) y tres asistencias. Soltura y esplendor. Su Mundial.
Mario Kempes (78): el “Matador”, desatado a partir de la segunda etapa, autor de seis goles (dos en la final ante Holanda, además de una asistencia). Una fuerza de la naturaleza cuando se lanzaba con la pelota. Delantero para todo el frente de ataque. Alma de goleador, temple de campeón. Sin él hubiese sido muy difícil.
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