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El equipo de memoria, el nuevo éxito de los mellizos Barros Schelotto en Boca
Durante sus primeros 43 partidos al frente del conjunto de la Ribera, jamás lograron repetir a los mismos once; mañana, frente a Vélez, los Mellizos pondrán a la formación que jugó las tres fechas iniciales de la Superliga
De pronto, los planetas se alinearon en Boca . A la tranquilidad y confianza que le dio al plantel la obtención del torneo 2016/2017 ahora se le suma otro dato que potencia al actual campeón: los mellizos Barros Schelotto lograron establecer una formación que ya se recita de manera automática: Rossi; Jara, Goltz, Magallán, Fabra; Pablo Pérez, Wilmar Barrios, Gago; Pavón, Benedetto y Cardona.
No es menor. Guillermo y Gustavo debieron transitar 43 partidos antes de poder mantener a los mismos once de un encuentro al siguiente. Lesiones, citaciones a diversos seleccionados o algún otro hecho inoportuno hicieron que durante los primeros 14 meses de su gestión no pudiesen utilizar a los mismos hombres en dos jornadas consecutivas. Recién lo consiguieron el último 14 de mayo frente a River, en el superclásico que los de Núñez ganaron por 3 a 1, en lo que marcó hasta aquí la última derrota xeneize oficial.
Con el inicio de la temporada 2017/2018, el equipo de memoria llegó al club de la Ribera, y con él una estabilidad que se transfiere a los partidos. Porque la cotidianeidad de jugar siempre con los mismos compañeros mejora la precisión y el entendimiento grupal dentro del campo.
Con la excepción de la dupla de ataque, en donde Pavón y Benedetto son una fija casi desde el inicio de la era Barros Schelotto, en las demás líneas hubo diversos cambios de nombres y esquemas, cuya puesta en práctica arrojó conclusiones dispares.
La presencia de Carlos Tevez obligaba a hacer jugar al equipo de una determinada manera, en donde la prioridad pasaba más por hacer sentir cómodo al Apache y que pueda lucirse, algo que sólo logró en diciembre de 2016. Su casi inmediata partida a China trastocó los planes y volvió a generar modificaciones de rostros y dibujos tácticos.
En el inicio de este año, del medio campo para adelante el bloque no se tocó: Pablo Pérez, Gago, Bentancur; Pavón, Benedetto y Centurión. Pero claro, el rol protagonista de Boca y su ritmo de presión constante expuso a la defensa, y las consecuencias entonces fueron los cambios en esa línea. Primero disimulados y luego mucho más evidentes, como cuando aquel 1-3 frente a River en la Bombonera hizo volar todo por los aires y salieron, en fila, Vergini y Fabra, a la semana Insaurralde, por lesión, y finalmente Peruzzi, para terminar el campeonato con cuatro defensores diferentes.
A fuerza de trabajo silencioso y muchísima perseverancia, Leonardo Jara se apropió de la banda derecha y Lisandro Magallán consiguió en el último tramo del torneo pasado lo que no había logrado en sus dos etapas anteriores en el club: afianzarse. La llegada de Paolo Goltz le sumó experiencia y voz de mando a la zaga, y, ya sin Jonathan Silva, Fabra recuperó su lugar en el lateral izquierdo.
Pero tal vez el secreto mejor guardado de este Boca firme que encadena cuatro victorias oficiales seguidas (tres por el torneo local y una por la Copa Argentina), anotó nueve goles y recibió apenas uno sea el rol de Wilmar Barrios . El volante colombiano resolvió buena parte de los problemas que tenía el equipo en lo que hace a la conexión entre la línea de cuatro y el mediocampo. El triángulo que conforma con Goltz y Magallán, como los otros vértices, por momentos parece indestructible. “Los centrales solemos estar parados cerca de la mitad de cancha y su auxilio ayuda mucho. El Negro es una carta importante a partir del despliegue físico que tiene y de su capacidad de marca, de ubicación. Ayudó a la parte defensiva porque, en el intento de ser protagonistas y ofensivos, atacamos mucho”, destacó el Nº 6 xeneize, en una reciente entrevista con LA NACION.
Mañana, frente a Vélez, Boca pondrá por cuarta vez seguida la misma formación inicial. Además de todos los beneficios enumerados, el “equipo de memoria” también suele ser sinónimo de éxito deportivo. Bien lo sabe Guillermo, que durante su época como futbolista, lo vivió en dos eras concretas, en las que se cansó de dar vueltas olímpicas: con Carlos Bianchi, entre junio de 1998 y diciembre de 2000, y con Alfio Basile, entre julio de 2005 y septiembre de 2006.
Una vez que el equipo se consolida como grupo, aún cuando algún imponderable obligue a cambiar alguna pieza titular, el estilo no varía, porque Boca logró encontrar un aspecto fundamental del juego: identidad.
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