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El diván de Boca. La extraña sensación de salir campeón y seguir en deuda: de los títulos locales al vacío internacional
Para Boca comienza a ser una sana costumbre el hecho de hacerse dueño del ámbito nacional. Con orgullo, hinchas y futbolistas celebraron el triunfo ante Banfield, por penales (5-3), con un claro lema: "Bicampeones del fútbol argentino", al obtener la Copa Diego Maradona. Fue una suerte de desahogo por lo que había ocurrido cuatro días antes, en la eliminación de la Copa Libertadores en manos de Santos. Porque, al mismo tiempo, el club de la Ribera vive con esa necesidad: maquillar las frustraciones internacionales con las alegrías nacionales.
Esa sentencia tan cierta tiene dos lecturas. Una claramente negativa a partir de que el hincha siente cada vez más fuertes los impactos coperos y vive con cierto cansancio tener que conformarse con trofeos domésticos después de que en los primeros ocho años del presente siglo festejara cuatro Libertadores (2000, 2001, 2003 y 2007), dos Sudamericana (2004 y 2005), tres Recopa (2005, 2006 y 2008) y dos Intercontinentales (2000 y 2003).
Asimismo, tiene el lado positivo de haber cumplido con el deber de ubicar a Boca, al menos, en la cima local. El ser campeones y no quedarse con las manos totalmente vacías.
Eso, evidentemente, entendió la mayoría de entrenadores que pasaron luego de la última Copa Libertadores que obtuvo la institución azul y oro. Porque desde 2008 hasta estos días, de los nueve hombres que se hicieron cargo de la dirección técnica, seis lograron cosechar –al menos– un título nacional.
Carlos Ischia tomó el lugar a comienzos de 2008 y se mantuvo hasta mediados de 2009. La excepción es que durante su primer año de estada pudo lograr la Recopa ante Arsenal, gracias a lo obtenido por el plantel del anterior entrenador. Sin embargo, quizás, lo que más se recuerda de su ciclo es aquel Torneo Apertura en el que fue campeón del triangular infartante junto a San Lorenzo y Tigre. Meses antes, la ilusión por ser bicampeones de América se encargó de derrumbarla Fluminense, en semifinales.
Tras otra dolorosa y temprana eliminación al año siguiente (en octavos frente a Defensor Sporting, de Uruguay), fue reemplazado por Alfio Basile, otro de los últimos técnicos que le dieron al club festejos internacionales. Sin embargo, en su segunda etapa no consiguió ni siquiera poner a Boca ante un consuelo: dirigió 21 encuentros, entre la totalidad de un flojo Apertura 2009 y la eliminación en la primera etapa de la Copa Sudamericana, ante Vélez.
Algo similar ocurrió con su sucesor, Claudio Borghi. Fueron esos momentos en los que la institución atravesó una crisis futbolística constante. Entonces, ‘Bichi’ tampoco dejó unb buen recuerdo: estuvo poco más de cinco meses en los que dirigió 12 encuentros del Torneo Apertura 2010 y no logró ponerlo en alto pese a no tener competencias continentales en el horizonte.
El que cambió la cara fue Julio César Falcioni, arribando en 2011. Estuvo muy cerca de darle una especie de triple corona, pese a la diferencia de años: en el Apertura salió campeón invicto, pero en 2012 perdió la final de la Libertadores frente a Corinthians y, al menos, sumó el alivio de ganarle la Copa Argentina a Racing. Tras un final de ciclo forzado por los hinchas, llegó Carlos Bianchi para su tercera etapa en el club y con la ilusión a cuestas de ganar todo como en la vieja época. No obstante, el Virrey no fue el mismo y fue otro de los pocos que ni siquiera pudo otorgar alguna alegría nacional.
Desde entonces, los objetivos fueron mayoritariamente cumplidos. Siempre con el dolor de no poder imponerse en los desafíos más importantes. Como lo que le sucedió a Rodolfo Arruabarrena. Fue el primero que empezó a sufrir a River en los cruces continentales: quedó eliminado en los octavos de final de la Libertadores 2015 por el suceso del gas pimienta y también lo padeció en la Sudamericana, meses después, cuando perdió la semifinal. ¿Cuáles fueron los premios consuelo? La Copa Argentina y el campeonato local.
En los primeros meses de 2016 lo reemplazó Guillermo Barros Schelotto, un entrenador que sumó –posiblemente– las frustraciones más grandes, como la eliminación en semifinales ante el humilde Independiente del Valle, de Ecuador, de aquel año, y la final perdida en 2018 ante el Millonario, en Madrid. No obstante, siempre colocó al equipo como el mejor del país ganando el Campeonato 2016 2017 y la Superliga 2017/2018.
Gustavo Alfaro fue el último entrenador –e intento– del mandato de Daniel Angelici, después de ocho años en los que había sentenciado que los hinchas renovaran el pasaporte para volver a Japón. Empezó bien: para recuperarse de lo que había pasado con el Mellizo, lo mejor era sumarle rápido una nueva estrella a la entidad de la Ribera y lo logró con la Supercopa 2019 ante Rosario Central. Pero...
Llegó el momento de encontrarse con River en la semifinal de la Libertadores y Boca cayó. Quedaba solamente el último trayecto de la Superliga 2019/2020, pero no se le renovó el vínculo cuando Juan Román Riqulme ingresó al club a través de las elecciones como vicepresidente segundo y líder del Consejo de Fútbol. Igualmente, se podría decir que parte de ese torneo finalmente obtenido hace casi un año también le pertenece a Alfaro.
Aunque el motor esencial fue Miguel Russo. El ídolo decidió su retorno, apostando a que sea el hombre que corte el largo período de sequía continental. Las expectativas aumentaron cuando el DT agarró al equipo que heredó y recorrió un sprint final feroz de siete partidos en los que empató el primero y ganó seis consecutivos para arrebatarle en la última fecha la punta y el trofeo a River.
No obstante, el golpazo ante Santos derrumbó el sueño de reencontrarse con la Copa tras más de 14 años. Y la Copa Diego Maradona cosechada el domingo pasado, por penales ante Banfield, evitó la crisis y sumó la estrella Nº 70 de la historia del club.
"En este club tenés que salir campeón siempre", les repiten desde hace muchos años a los jugadores en el club. Aun cuando no se logra el reto continental, es necesario dejar a Boca en lo alto de Argentina. Primera obligación.
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