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El diurético culpable, una práctica extendida
Doping por diuréticos, avisaba un informe oficial de la FIFA, era moneda corriente en el deporte de 2008. Representaba el 7,9 por ciento del total de los casos detectados ese año por la Agencia Mundial Antidoping (AMA). El fármaco más usado (con 137 de los 436 positivos por diuréticos) era hidroclorotiazida (HCT). “Agente enmascarador que no puede ser detectado a las 24 o 48 horas de su consumo”, decía el informe. Todos usaban diuréticos. Hasta el fútbol americano, santuario de los mastodontes de músculos inflados, suspendía ese año a seis jugadores por doping de bumetanide, diurético que tapó el uso de anabólicos. El uso de los diuréticos no cesó nunca. Este mismo año los triatletas chinos Hao Miao y Liwei Sun fueron suspendidos por diez meses también por doping de diurético. Fue el último positivo resonante de HCT. El mismo diurético del caso River.
El HCT provocó dos años de suspensión a la nadadora china Chen Xinyi, doping en los últimos Juegos de Río, tras llegar cuarta en los 100 metros mariposa. Semanas después cayeron sus compañeras Li XuanXu, Huang Chaocheng y Yang ZhiXian. “A fondistas y mediofondistas –me cuenta un especialista– las entrenaban sin descanso y para que pudieran soportar esas series masacrantes de ocho horas diarias seguramente les daban EPO”. La hormona que estimula los glóbulos rojos era luego enmascarada a través del HCT. También para tapar otra droga, el ciclista Frank Schleck usó un diurético (Xipamide) en pleno Tour de Francia de 2012. Lo suspendieron por un año. Dio positivo de diurético la luchadora brasileña Cris Cyborg en 2016 (Espironolactona). Y la atleta Dawn Harper-Nelson, campeona olímpica en 100 metros con vallas en Pekín 2008, le saltó HCT. “Agente enmascarador”, lo definió también la Agencia Antidoping de Estados Unidos (USADA).
¿Y el fútbol? En 2011, el marfileño Kolo Touré (jugaba en Manchester City) fue suspendido por seis meses porque dio positivo del diurético Bendroflumethiazide. En Brasil estallaron tres casos. Al portugués naturalizado Deco (ex Barcelona) le detectaron el diurético Furosemida en 2013 jugando para Fluminense. El bendito HCT le apareció ese año a Carlos Alberto (Vasco da Gama) y en 2015 a Fred (jugando para Brasil en plena Copa América de Chile). Deco y Carlos Alberto, buena noticia para River, terminaron absueltos argumentando contaminación y fallas en el laboratorio de Río, tantas que hasta fue suspendido por AMA. Fred, en cambio, cumplió el año de suspensión que le impuso la Conmebol. El fútbol, aceptan los especialistas, precisa menos doping que otros deportes que requieren de más fuerza y resistencia. Y, si estalla un escándalo, su poder económico suele darle más protección.
El mayor caso de doping masivo en la historia del deporte del mundo occidental estalló en 2006 en España bajo el nombre de Operación Puerto. Escuchas, seguimientos, allanamientos y 211 bolsas con sangre y plasma de decenas de deportistas de diversas disciplinas, futbolistas incluidos. Terminó apenas con seis sancionados. Todos ciclistas. Y por causas sustanciadas en otros países. Bajo el argumento de que el doping no era entonces delito en su territorio, la justicia española ordenó destruir esas bolsas. Hoy están en poder de la propia AMA, que también se niega a dar nombres porque, como todo ha prescripto, teme una ola de demandas de los deportistas imputados. “Los mayores enigmas, sin embargo, siempre han estado afuera de las bolsas”. Lo dice un artículo reciente del diario español El Independiente. Se refiere a que el cerebro médico que realizaba las autotrasfusiones de sangre, Eufemiano Fuentes, trabajó, entre otros, con Real Sociedad, uno de los equipos de la Liga Española. Real Madrid y Barcelona le ganaron sendos juicios a Le Monde, que los había vinculado con el médico. “El fútbol –escribió El Independiente– siempre ha sido un sospechoso difuminado en la nebulosa”. También en Italia el fiscal italiano Raffaele Guariniello desnudó que la gran Juventus campeona de los ’90 era una farmacia ambulante, diuréticos incluidos. El único condenado fue el médico.
Difícil pedirle pureza al alto rendimiento deportivo. Vivimos en una sociedad química que cotiza el éxito en Wall Street. Hay doping en los contratos, en las transferencias, en las offshore y hasta en las noticias. Verónica Campbell-Brown, tricampeona olímpica, la atleta más laureada de Jamaica, fue absuelta en 2013 porque el TAS aceptó que su muestra con el diurético Lasix también había sido manipulada. Más polémica fue la absolución en 2011 de Cesar Cielo, gloria de la natación brasileña que se preparaba para competir en Londres 2012. La farmacia acusada de contaminar el fármaco, señalada con pelos y señales por noticieros de TV y portales de prensa, perdió cuatro años después el juicio que había iniciado para recuperar su imagen dañada. La justicia dijo que Cielo jamás la había citado por su nombre. La farmacia no ganaba medallas, copas, no tenía patrocinadores, prensa ni hinchas. Preparaba desde hace años los fármacos que pedía Cielo, hasta que al nadador también le saltó un doping. Fue un positivo de Furosemida. Sí, un diurético. ß
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