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El día en que Trinche Carlovich bailó a la selección: así lo recuerdan Kempes, Tarantini y Zanabria
En el aire queda el romanticismo que desprendía el aura de un héroe terrenal. Tomás Felipe Carlovich fue un genio del que todos hablan pero al que muy pocos vieron. Resulta curioso: su estampa trascendió fronteras y se transformó en una suerte de ídolo de muchas personas que jamás lo observaron jugar al fútbol. No hay videos, no hay registros. Sólo el relato de quienes sí compartieron una cancha, y de esos pocos que lo admiraron desde la tribuna. Entre los que tiraron alguna pared con él o sufrieron alguna gambeta suya aparecen nada menos que Mario Kempes, Daniel Bertoni, Alberto Tarantini, Francisco Sa y Mario Zanabria.
Rosario, Santa Fe, Argentina. Diecisiete de abril de 1974. El combinado de la ciudad recibía al seleccionado nacional en el último amistoso previo al Mundial de Alemania. Eran las seis de la tarde y los jugadores rosarinos iban llegando al estadio de Parque Independencia. Los entrenadores eran Juan Carlos Montes y Carlos Timoteo Griguol, de Newell's Old Boys y Rosario Central, respectivamente. Apenas un futbolista sobresalía del resto por no pertenecer a los dos clubes más populares de la ciudad: Carlovich.
Ese día más de 30.000 personas concurrieron al hoy estadio Marcelo Bielsa. Pero no hay filmaciones que hayan dejado un registro; los medios nacionales no estaban enfocados en el partido. El combinado rosarino formó con Biasutto; Jorge González, Pavoni, Capurro y Mario Killer; Aimar, Carlovich y Zanabria; Robles, Obberti y Kempes. A algo menos de dos meses de su estreno en el Mundial, la selección, dirigida por Vladislao Cap, se presentó con Santoro; Wolff, Togneri, Sa y Tarantini; Brindisi, Telch y Poy; Houseman, Potente y Bertoni.
Entre los locales se destacaba un jugador alto de pelo largo y tranco cansino. Llevaba la camiseta número 5. Era Carlovich, volante que jugaba en la primera B por Central Córdoba. El primer gol fue marcado por Jorge González, tras un pase de Kempes. El segundo se dio gracias a una asistencia precisa de Trinche a Alfredo "El Mono" Obberti. Y el tercero fue obra de Kempes.
"Me puso muy triste la noticia de su muerte. Fue un asesinato, un acto de barbarie. Y todo por una bicicleta", sostuvo Tarantini para LA NACION. "Conejo" fue uno de los encargados de marcar a Carlovich en ese compromiso. "Yo jugué ese famoso encuentro de 1974. Pocos partidos me quedaron en la memoria por ver a un futbolista jugar de la manera en la que lo hizo el Trinche aquel día. Desde que entró a la cancha hasta que lo sacaron dio una clase de fútbol, de técnica, de personalidad. Era impresionante, una muestra cabal de lo que es un clásico futbolista argentino. Era un bohemio hermoso al que vamos a extrañar muchísimo", subraya el ex defensor que se consagró campeón del mundo en Argentina 1978.
Otro de los defensores que participaron vistiendo la camiseta celeste y blanca fue Pancho Sa. "Lamento muchísimo lo que le pasó a Carlovich. Es de una tristeza enorme que su vida se haya terminado de esa manera. Hasta ese día en la cancha de Newell’s yo jamás lo había visto, y fue la única vez que lo tuve enfrente. Recuerdo que ellos anduvieron muy bien. Nos ganaron con claridad y el Trinche jugó realmente bien, se destacó mucho al lado de Kempes. Todos me han dicho maravillas de él. Fue una leyenda del fútbol rosarino. No tengo dudas de que Carlovich alegró los corazones de la gente", destacó el hombre que más veces ganó la Copa Libertadores: cuatro en Independiente y dos en Boca.
"Fue un baile impresionante. Ese día todo el combinado de Rosario jugó muy bien, pero Carlovich verdaderamente la rompió, de ahí que empezaron a decir que era un jugador de selección", dice Bertoni, otro de los protagonistas. Se suma Zanabria, que compartió el medio de la cancha con Trinche. "Jugamos muy bien, y sin preparación. Carlovich era un volante central distinto, sin velocidad pero muy rápido con la cabeza para jugar", explica el ex futbolista de Newell's y de Boca.
La leyenda dice que a Carlovich lo hicieron salir de ese partido para evitar una goleada. Nunca fue confirmado, pero es muy posible que el seleccionador Cap le haya pedido a Montes que sacara de la cancha al flaco que estaba a cargo de la batuta. A los 15 minutos del segundo tiempo, Carlovich salió ovacionado por todo el estadio y enfiló hacia el vestuario. Finalmente, el combinado rosarino se quedó con el triunfo por 3-1. "Ellos mismos nos pedían en la cancha que aflojáramos", reconoció alguna vez "Cai" Aimar.
Entre la fantasía y el mito, las hazañas de Carlovich fueron aumentando con el correr de las casi cuatro décadas que transcurrieron desde su despedida de las canchas. "Ojalá el legado del Trinche llegue a muchas personas. Fue un futbolistas extraordinario. Era un número 5 de mucha prestancia. Recuerdo que esa noche yo lo miraba parado en la cancha y se le notaba mucha personalidad. Llevaba la pelota al pie y marcaba diferencias. Tenía una gran contextura física, pero eso no le impedía manejar el balón con mucha lucidez. Me acuerdo de sus piernas largas, parecía una garza. Honestamente, como futbolista era increíble", lo describe Tarantini.
Quienes conocieron de cerca al hombre que falleció este viernes al no superar la operación por el golpe en la cabeza que había recibido cuando le robaron su bicicleta hablan de la fantasía en el fútbol, de su habilidad endemoniada, de una zurda capaz de ponerle magia a los movimientos. Como lo describió alguna vez la revista El Gráfico: "Carlovich es algo así como el máximo exponente del arco lírico del fútbol argentino".
Kempes, otra leyenda, fue otro compañero de Trinche en aquella noche memorable de 1974. "Su muerte es una verdadera desgracia, pero quiero recordarlo en su esencia, como a ese jugador que deslumbró a todos manejando la pelota de la mejor forma. Y en ese partido que jugamos en Rosario saltó a la fama y rompió las estructuras. Ahí lo vimos en un gran momento, y de primera mano", exalta el Matador para LA NACION.
Trinche, humilde, siempre miró con timidez las grandes luces. "Habrá sido como dice la gente. Yo no me di cuenta. Vos entrás a la cancha y ves 30.000 personas y decís «¿cómo voy a jugar mal? No puedo jugar mal. Si no, no tendría que estar acá adentro». Son noches en que a lo mejor te salen todas, y al otro día tal vez ni la tocás. Ese partido quedó en la historia porque fue contra la selección argentina, pero aquel equipo rosarino era muy bueno, y todo salió así, redondo. Y la gente se acuerda mucho", evocó Carlovich en un informe realizado en 2014.
Esa noche, tras el cambio, se sacó los botines, se puso unas sandalias y se marchó a cenar con sus amigos del barrio, sin esperar el final del partido. Ni la noche más maravillosa le modificó sus principios.
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