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El día que Independiente le armó la fiesta al Racing campeón y terminaron celebrando juntos
El domingo se cumplirán 50 años del primer torneo Nacional, en el que se consagró campeón el Rojo; como la Academía venía de vencer a Celtic, Avellaneda armó un festejo inolvidable entre los dos equipos
Advertencia: la siguiente nota contiene expresiones que pueden herir la sensibilidad del hincha común en la actualidad. Si lo desea, puede abandonar ahora mismo la lectura.
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La propuesta es aceptar una situación hipotética:
"Año 2018. River se consagra campeón mundial. Al regresar a la Argentina tras la histórica conquista, le toca jugar un partido decisivo del torneo local ante Boca, en la Bombonera. El equipo xeneize prepara una recepción para celebrar la conquista de los millonarios. Los jugadores locales hacen un pasillo y aplauden el ingreso de los campeones. Un helicóptero desciende en el campo de juego y desde allí, bajan los trofeos (el de la Libertadores y el del Mundial). Dos chicos, con las camisetas de los históricos rivales, los levantan y dan la vuelta olímpica acompañados por los futbolistas. Las hinchadas de ambos clubes (sí, se permite público visitante), ovacionan a los integrantes del conjunto de Núñez. Una banda toca el himno nacional y luego se juegan los 90 minutos de fútbol. Boca gana por goleada y se consagra campeón del torneo local. Celebra el título mientras recibe abrazos y felicitaciones de los jugadores que acaban de perder el clásico".
Si es hincha de River y todavía sigue aquí, o si es fanático de Boca y aún no dejó de leer entre insultos, la sugerencia ahora es que se imagine la misma situación, pero invierta los nombres de los equipos. El campeón mundial es el equipo de Guillermo Barros Schelotto. Piense que la escena se desarrolla en Núñez. El resto es idéntico, hasta con el helicóptero descendiendo en el medio del Monumental.
Lo más probable es que le resulte aberrante. Primero, porque todo suena a provocación. ¿Qué necesidad había de meter un helicóptero? Ni hablar de dar la vuelta olímpica con los trofeos en el estadio del histórico adversario. ¿Los organismos de seguridad hubieran permitido semejante locura? Es imposible... pero ocurrió. Y en la Argentina. Pasó algo similar. No es un relato de ciencia ficción. Fue en Avellaneda, hace 50 años.
Racing era el campeón del mundo. Le había ganado a Celtic por 1 a 0. En la última fecha del primer campeonato Nacional, se enfrentaba con Independiente, el 17 de diciembre de 1967.
“Independiente, en un gesto que lo enaltece, agasajó a los campeones con una fiesta inolvidable. Y esto no es exagerado, porque desde temprana hora los habitantes de la ciudad industrial colmaron el estadio para consagrar unos al nuevo campeón y otros para adherir a la fiesta”, se escribió en el diario LA NACION.
La ciudad literalmente se vistió de fiesta. Se colgaron carteles que daban la bienvenida a la “capital del fútbol argentino”. Las calles se convirtieron en un mercado de venta de banderines, gorritos, abanicos con los colores de ambos equipos. Y allí se mezclaron hinchas de Racing e Independiente. Felices, ambas hinchadas. Orgullosas, también.
Antes del partido, pasó todo aquello que se describió como ficción entre River y Boca. Hubo un helicóptero que descendió en el centro de la cancha, bajaron dos chicos con las camisetas de Independiente y de Racing, con las copas ganada por la Academia. Dieron la vuelta olímpica y ambas parcialidades aplaudieron al flamante campeón.
Hubo un incidente, pero no tuvo que ver con enfrentamientos entre hinchas. Una persona en la parcialidad local arrojó petardos y, según consigna LA NACION, la policía actuó en forma desmedida: “Fue exagerada la represión policial, algunos de cuyos agentes comenzaron a tirar granadas de gas lacrimógeno”. La situación se calmó pocos minutos después.
Los protagonistas recuerdan bien aquel día histórico. "No solo Independiente. Todos los equipos nos recibieron así", se emociona Juan Carlos Chango Cárdenas.
Y avanza en el relato de situaciones que hoy serían inverosímiles. "Cuando jugábamos el clásico de visitante, dejábamos los autos en la cancha de Racing y nos íbamos caminando hasta la de Independiente. Íbamos por Alsina y entrábamos al vestuario por el pasaje que hoy se llama Bochini. Los hinchas de Racing entraban por el otro lado, así que ahí la mayoría era gente de Independiente. Nos abrazaban, nos felicitaban".
El Chango aporta más datos que no se contaron en las crónicas del día: "Al salir del túnel nos hicieron un pasillo con unas plantas, parecían palmeras, que nos cruzaban. Una especie de Arco del Triunfo. Es un recuerdo maravilloso. En esa época se jugaba con los números correlativos, del 1 al 11. Al otro lado del pasillo nos esperaba el jugador de Independiente que tenía el mismo número de camiseta que nosotros. A mí me tocó Luis Artime, que me puso una banda, una igual que la banda presidencial, que decía <Bienvenidos, campeones del mundo>".
El partido terminó sin goles en el primer tiempo, pero en el segundo, el equipo local se impuso con tantos de Tarabini, Luis Artime (2) y Savoy. Y se consagró campeón.
“Avellaneda latió al conjuro de dos divisas que se hermanaron en el grato recuerdo de sus glorias pasadas y en el vibrante júbilo de sus honores presentes”, se describió.
Cuando jugábamos el clásico de visitante, dejábamos los autos en la cancha de Racing y nos íbamos caminando hasta la de Independiente, entre medio de sus hinchas. Nos abrazaban y nos felicitaban
Tras la conquista del título, los hinchas de Independiente marcharon en una interminable caravana de coches y camionetas. En la sede del club, los relatos radiales de los goles se repitieron decenas de veces en los altoparlantes para avivar la euforia. Y a las 21.13, llegó un canasto de flores con una tarjeta que decía: “Salud campeones, les desea Racing Club”.
Tan grave es la situación argentina que mencionar que en el fútbol no debería haber agresiones entre rivales es tomado con burlas. Casi una ingenuidad. "Hoy la gente cree que un partido es la muerte. No lo puedo entender. Nosotros fuimos muy felices con el fútbol -agrega Cárdenas con nostalgia-. En los 70, cuando Independiente llegó a varias finales seguidas, yo iba a la cancha de ellos también, porque quería verlos, era un momento histórico tener un equipo argentino en la final de la Libertadores. Y podía pagar mi entrada, pero cuando me veían no me dejaban, la gente de Independiente siempre se preocupaba por darme el mejor lugar que tenían disponible. No estoy diciendo nada raro, es lo más normal del mundo".
Cuando uno detecta en cualquier tarea que ha cometido un error, un ejercicio común para solucionarlo es desandar los pasos que dio, uno por uno, hasta encontrar el punto en el que se cometió la equivocación y corregir el defecto. ¿Cuál fue el momento preciso en el que todo empezó a desviarse? La sensación hoy es que si el fútbol argentino intentara volver sobre sus pasos para salir de esta pesadilla, se encontraría con más dificultades que si tratara de cruzar la cordillera caminando hacia atrás.
Si existiera una máquina del tiempo, desde lo deportivo, al menos hay una referencia para regresar a un momento sin vicios ni errores, casi perfecto, como aquel 17 de diciembre de 1967.
Las páginas de LA NACION
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