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El día que el Nº 10 volvió a jugar como el mejor del mundo
Asumió la presión y dejó a Barca a un paso de otro título en la Liga: fue imparable e hizo un gol en el 5-0 ante Espanyol
BARCELONA.– El Barça tenía enfrente al rival más peligroso: sus nervios. El derbi catalán le planteaba antes que nada un reto anímico. Tirar la Liga contra el Espanyol hubiera sido la humillación definitiva de una temporada que se torció el mes pasado en una inesperada racha de caídas. Una mezcla de ilusión y melancolía invadía el Camp Nou al empezar el partido. De un lado, la posibilidad cierta de sumar otro título. Del otro, la certeza de que la verdadera gloria se la disputarán el Real Madrid y el Atlético en la final europea de Milán. Pero fue rodar el balón y el humor cambió como por arte de magia. Se activó un termómetro que cualquier espectador habitual del Barça sabe interpretar: la intensidad de Lionel Messi.
En días como ayer basta seguirlo con la mirada dos minutos para deducir que a los adversarios les espera un martirio. Inclina el torso y se lanza al ataque cada vez que el equipo recupera la posesión, pide con el brazo en alto todos los pases, corre rivales hasta el campo propio. El pronóstico se confirmó a los 7, cuando provocó una falta en la medialuna y abrió la cuenta de tiro libre. Vencida la ansiedad, Espanyol se desmoronó y un Messi determinado a absorber la presión comandó al Barça a un 5-0 que lo dejó a un paso del bicampeonato. Sólo Real Madrid queda en carrera para la última fecha, después de una derrota inimaginable del Atlético de Simeone contra el descendido Levante. Al show de Messi –que de tan concentrado se olvidó de afeitarse– se sumó Suárez, autor de otros dos goles (uno con una asistencia exquisita del argentino) y de la jugada que le permitió marcar a Neymar.
"La gestión emocional es ahora lo más importante", admitió al final el técnico Luis Enrique. Para consagrarse necesita ganarle el sábado de visitante al Granada, que ayer se aseguró la permanencia y juega por nada.
Con Messi y Suárez como estandartes, el Barça capea la crisis que estalló el 2 de abril cuando perdió en casa contra Real Madrid y se extendió con la eliminación Europea ante el Atlético. Sale del pozo con goles: en los últimos cuatro partidos redondeó un parcial de 21-0. Aun así la victoria de ayer es la primera en mucho tiempo que deja un sabor dulce en el vestuario. Primero fue el empuje de Messi, después la circulación rápida y vertical, la presión agobiante, la efectividad.
Que el reencuentro con la identidad ocurriera contra el Espanyol resultó un plus. Es cierto que se trata del clásico más desigual del mundo: 600 millones de euros de presupuesto contra 50 millones; 115 victorias históricas contra 43; 23 Ligas a 0; ni una derrota del Barça en ocho años. El Espanyol enfrenta al Barça como quien compra lotería. Sabe que lo seguro es perder, pero igual sigue jugando: quién dice viene un golpe de suerte.
En los últimos meses la rivalidad se calentó. Tres derbis seguidos en enero dejaron heridas. Esta semana los pericos echaron leña al decir que querían que la Liga la ganara un madrileño y agitaron el recuerdo de 2007, cuando en la última fecha le arruinaron sobre la hora un título al Barça de Rijkaard.
El tiro libre de Messi –una parábola perfecta hacia el ángulo izquierdo– derrumbó cualquier ensoñación. En condiciones normales no hay equivalencias. El argentino alimentó el récord de máximo goleador histórico del clásico barcelonés (lleva 16 en 25 partidos, de los que únicamente perdió uno). Cuando la pelota tocó la red, antes de buscar a sus compañeros le echó una mirada de reojo al arquero Pau López. No se olvida del pisotón intencional con el que casi le rompe un tobillo en uno de los duelos de enero.
Fue el tanto 41 de esta temporada. Es la primera vez desde la 2007/08 que no terminará como artillero principal del equipo, superado de largo por Suárez. A punto de cumplir 29, no parece algo que lo perturbe. Al contrario. Todo el año jugó alejado del área, participó más en la elaboración y se preocupó por servir a sus compañeros pelotas con ventaja (lleva 16 asistencias en la Liga). Si llega menos debajo del arco, lo compensa con otras evoluciones. Por ejemplo, es el campeonato en el que metió más tiros libres (7).
La goleada de ayer le permitió despedirse del Camp Nou con una ovación antes de la definición en Granada y la final de Copa del Rey contra el Sevilla, una semana después, en el Calderón.
Con el pitazo final los jugadores del Barça se abrazaron. Messi –la cinta de capitán en el brazo– esperó que alguien corriera desde el banco a confirmarle los resultados de las otras canchas. El Real Madrid seguía en carrera. Era hora de agradecer los aplausos aliviados del Camp Nou y volver rápido al vestuario. Casi mejor: el club no había preparado ninguna fiesta para agasajar a un campeón.
mry/jt
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