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El “Chelsea argentino” jugaría un campeonato aparte: el de Clubes SA
“Vendiendo Chelsea por una libra”. No es broma. Eso fue lo que pagó Ken Bates el 2 de abril de 1982. Chelsea penaba en Segunda división, llevaba apenas 13.000 hinchas a Stamford Bridge y estaba ahogado en deudas. En 21 años, no exentos de polémicas (combatió a los hooligans con un enrejado electrificado), Bates conquistó seis títulos, clasificó a Chelsea a la Champions League y en 2005 lo vendió por 140 millones de libras a Roman Abramovich. El nuevo “Chelsky” de “Londongrad” ganó 19 títulos (2 Champions, 5 Ligas). El oligarca ruso gastó 2.100 millones de libras en decenas de jugadores. Marcó la era de los presidentes-magnates.
“The Roman Empire” cayó por la guerra con Ucrania. Obligado, Abramovich vendió Chelsea a Todd Boehly por un total de 4.200 millones de libras (incluye inversiones). En apenas dos temporadas, el estadounidense ya gastó en refuerzos más de la mitad del dinero que puso Abramovich en casi dos décadas. No compra por menos de cien millones. Promete ahora más fichajes. Endeudarse por más de mil millones de libras, porque Chelsea, pura chequera, no mejora y está décimo en la tabla. Boehly, que tiene acciones en el béisbol y la NBA, aterrizó pontificando sobre cómo darle un toque yanqui a la Premier League. Ahora está callado. Sufre burlas. Es el hombre que, según celebra el nuevo gobierno de Javier Milei, invertiría dinero si los clubes argentinos aceptaran transformarse en Sociedades Anónimas. El presidente imagina mil millones de dólares. La ministra, 5 mil. Da igual.
Entre los muchos amparos que buscan frenar judicialmente el DNU de Milei, hay uno de ex dirigentes de River (Daniel Kiper, Horacio Roncagliolo y Carlos Lancioni) que acusa al “Decretazo” de querer “privilegiar a la casta económica”. Otro de la Confederación Argentina de Deportes (CAD) considera al DNU una intromisión del gobierno que nos expone a sanciones de la FIFA. Y advierte una contradicción: por un lado se habla de libre decisión de cada club, pero luego ordena a la AFA, cuyos estatutos prohiben Clubes SA, a no “impedir, dificultar o privar” de su derecho de afiliación al club que elija el modelo de Sociedad Anónima. Eugenio Zaffaroni, ex miembro de la Corte Suprema, abogado de una cautelar presentada por el gobierno de La Rioja, lo dice sin eufemismos: un eventual Club SA competiría de modo desigual contra un Club Asociación Civil, la AFA debería expulsarlo de la Liga. Y que juegue, si lo hubiese, “en un campeonato de Clubes Sociedades Anónimas”.
El triunfo de Juan Román Riquelme en Boca frenó una primera embestida. Pero habrá más. Macri, me dicen fuentes del gobierno, quiere confrontar con Chiqui Tapia, aunque su cargo como presidente de la Fundación FIFA lo obligaría a cierta cautela. ¿Presionará con el Decreto 1212 que concede beneficios impositivos a los clubes y que Macri quitó durante su gobierno y restituyó Sergio Massa antes de su partida? El sueño de una Premier League a la argentina, asoma como casi única inquietud del nuevo proyecto deportivo, pese a que 2024 es un año olímpico y los eventuales recortes amenazan liquidar el presupuesto incluso antes de que en julio comiencen los Juegos de París. ¿No tendría mayor “necesidad y urgencia” el alicaído deporte olímpico antes que un fútbol que, con sus altas y bajas, viene de conquistar una Copa Mundial y exhibe a los dos últimos mejores jugadores de la historia, líderes de una fábrica de cracks que funciona en medio de todas las crisis?
Es cierto, subida acaso al exitismo, la AFA de Tapia desaprovechó la gloria mundialista. En pocas semanas comenzará una Liga que, en su Primera división, supuestamente la élite, sigue con 28 equipos. En Brasil, los nuevos Clubes SA no evitan que los jóvenes cracks sean vendidos a Europa. La CBF no tiene siquiera presidente y la selección de Neymar, tras la negativa del DT italiano Carlo Ancelotti, es reflejo del desamparo. Pero la Liga de Brasil de veinte equipos es una envidia. Sus equipos dominan la Libertadores, aunque luego sucumben también fácil contra Europa, como le sucedió semanas atrás a Fluminense ante Manchester City (petrodólares de Abu Dabi mejor cuidados por Pep Guardiola). A la eventual inversión de Estados Unidos (dueña ya de casi media Premier League), se suman los Estados árabes. Allí y acá el fútbol puede servir de vidriera, como herramienta de poder y negocios. ¿Litio? ¿Petróleo?
En Chile, país pionero en la región de los Clubes SA, duerme desde hace unos años en el Senado un proyecto que pide que los socios puedan volver a ser dueños de sus clubes. Una ola privatizadora aprovechó en 2002 viejos desmanejos para adueñarse de casi todos los equipos, dice Edmundo Valladares, ex presidente de Colo Colo, autor del proyecto. Hay privatizadores que terminaron escapando (Deportes Concepción). Otros que tienen conflicto de intereses, porque representan a jugadores y ahora votaron hasta seis extranjeros por equipo. Y hay clubes (Universidad de Chile) que cesarán su contrato privatizador recién en el año 2052. Valladares sabe del debate en Argentina. Sugiere trasparencia y fiscalización a nuestros clubes asociaciones civiles. Dejar sin argumentos a los privatizadores. Que no se adueñen de la pelota.
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