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El Chango Cárdenas: “Todavía veo las caras de los 25 mil hinchas de Racing festejando”
A 50 años del zapatazo inolvidable que le dio el título mundial a la Academia ante Celtic, de Escocia, el Chango regresó al Centenario y dijo: “Le agradezco a la vida volver acá a los 72”
MONTEVIDEO.– “Vení, entremos, que mientras tanto yo te voy contando el cuento”, invita Juan Carlos Cárdenas apenas vuelve a pisar el césped del estadio Centenario de Montevideo. El cuento dice que hace exactamente medio siglo el Chango sacó un zurdazo desde 30 metros que se clavó en ese ángulo derecho que ahora él señala con el dedo. Con ese gol, Racing venció 1 a 0 a Celtic , de Escocia, y se consagró como el primer equipo argentino en ser campeón mundial. Cárdenas no dice cuento porque sí. Así es como lo recuerda. “Es que fue como un guión, viste. Como una película. Como si todo estuviera armado. Después de patear –repasa el santiagueño– quedé con los brazos en alto, justo para el lado del banco donde estaba Pizzuti. Me salió ir corriendo para allá. Me colgué arriba de él. Y ahí se sumó el Coco Basile, que lo habían expulsado y estaba justo a la salida del túnel. Detrás de ellos estaban los miles de hinchas de Racing que habían venido. Los tenía de frente, festejando. No me lo olvido más. Todavía veo las caras de los 25 mil hinchas de Racing festejando”.
El Chango bromea que cumple años dos veces: en la fecha de su nacimiento y el 4 de noviembre, cuando se celebra cada aniversario de ese zapatazo que se volvió leyenda. “Acá. Fue justo acá”. A 50 años de ese gol, está parado en el lugar exacto donde sacó el tiro con el que la Academia conquistó el mundo. Que unos metros más allá unos obreros estén preparando el escenario para el show que Ricardo Arjona dará en el Centenario no lo distrae a Cárdenas, que abre la puerta a la historia: “Le agradezco a la vida volver acá a los 72 años. Claro que se me vienen las imágenes. Éste es un lugar donde muchos hinchas de Racing fuimos muy felices. Logramos lo que ningún club de nuestro país ni la selección había podido: fuimos campeones del Mundo. Me trae el recuerdo de todos mis compañeros. La hinchada también. Estábamos concentrados en un hotel en Pocitos y la gente pasaba desde la mañana a cantar por el Equipo de José. ‘Vamos que es la última’, nos pedían. Veo al hijo, al padre y al nieto con la banderita. Para mí es imborrable. Me cantaban: Chango, Chango, Chango, goles, goles, goles. Me presionaban de entrada. Pero yo les cumplí, eh”.
Cada gol tiene un secreto. O una explicación. La leyenda dice que cuando Cárdenas recibió el pase de Juan Carlos Rulli escuchó un grito de Humberto Maschio: “pegale”. Él y el Bocha lo desmienten. ¿Por qué, entonces, decidió patear con la pierna inhábil desde tan lejos? “Fue espontáneo. Yo sabía hacer goles, tenía los puntos de referencia del arco en la mente. Hay veces que me dicen: ‘eh, pero vos ni levantaste la cabeza’. Ni hacía falta. Creo que con eso se nace, es una virtud que viene desde siempre. Ya sabés dónde está el palo, el arquero. Pero la zurda sí la practiqué. En el 62, apenas llegué a Buenos Aires, el dirigente santiagueño que me llevó a Racing me invitó a comer a la Vuelta de Rocha, que en ese tiempo era famosa, con Carlos Peucelle y el Chueco García. Como si se hubieran puesto de acuerdo, al mismo tiempo, me dijeron que si jugaba de 9 tenía que ser ambidiestro. Que tenía que entrenar la zurda. Y el gol más importante de mi carrera lo hice con esa pierna”.
Hasta el momento en que entró por primera vez al vestuario del Estadio Presidente Perón, el Chango en realidad era el Polaco. Así lo llamaban en Santiago del Estero por ser el único rubiecito del barrio. Un tren con asientos de madera que demoró 25 horas en llegar desde sus pagos hasta la Capital le cambió la vida. “En ese vestuario que me recibió estaban mis ídolos. Un año antes, en Santiago, al Racing campeón del 61 lo seguí por las figuritas. Yo me había hecho hincha porque en el 59 Racing había ido a Santiago a jugar un amistoso. Y los jugadores anduvieron caminando por la plaza y ahí les pedí un autógrafo. Dos años después, me estaba cambiando con ellos para jugar: con Sacchi, Corbatta, Pizzuti. Eran mis ídolos. Me senté al lado de Corbatta. El Loco me dijo: ‘¿vos quién sos nene?’ Me presenté. Y me respondió: ‘a partir de ahora sos el Chango’”.
–¿Y cómo es ser ídolo?
–Es maravilloso. No sé si soy ídolo, pero sí que soy parte de la historia. Creo que la vida nos marca, como si estuviéramos premiados. Pensá en la infinidad de jugadores que hay. Pero en el momento crucial le toca a uno. Yo hice muchos méritos para estar, al margen de mis condiciones. Luché mucho. Me independicé a los 16 años, estuve solo en Buenos Aires hasta que llegaron mis papás. Éramos cinco en una pensión, con mis hermanitas, mis padres y yo. No me querían dejar solo. Me acompañaron en el sueño. Allá teníamos nuestra casita humilde, yo tenía los amiguitos con lo que jugar a la pelota pero nos fuimos a Buenos Aires para que yo juegue en Racing. Hacer el gol para salir campeón del mundo no es fácil, pero es más difícil llegar en el fútbol.
A Cárdenas le duelen las rodillas. Pero igual no para. Se mueve por el césped del Centenario como si todavía tuviera 22 años. Busca el espacio en el frente de ataque imaginario, va hasta el arco donde se clavó su zurdazo, sube y baja por el túnel por donde salió el Equipo de José ese día. Hasta que se sienta en una de las butacas de la platea baja. Elige el asiento 9, el número que lo acompañó toda la vida. Y otra vez le da play a la memoria: “Como nos chiflaron acá los uruguayos. Siento como si estuviera en el momento del partido. Cuando Pizzuti nos habló, antes de salir a jugar. ‘Sigamos siendo un equipo. Cada uno cumpla su función porque todos somos un complemento del otro’. Ese fue el mensaje. Y, además, que había que poner las pelotas pero sobre todo la inteligencia”.
A los 72, le quedan dos hobbies al Chango, según cuenta. Y los dos tienen que ver con el fútbol. Ir a la cancha para ver partidos. A Racing, siempre. Y cuando puede se escapa a algún estadio cerca de su casa de Devoto: puede ser Lamadrid, Vélez, All Boys o Argentinos. Además, sigue corriendo detrás de una pelota en los picados que se arman con los veteranos de Vélez, en partidos que a veces se juegan de a 14 contra 14. Con ese mínimo entrenamiento le alcanza para cumplir con el tercer hobby: poder contar el cuento cada 4 de noviembre y cada tanto se anima a recrearlo. Allá va el Chango a recibir el pase de Rulli. Toma carrera Cárdenas. Va a tirar…
El anfitrión del Chango: Romano, el hincha que vio el partido con 6 años
La cita con el Chango Cárdenas es a las tres de la tarde en el Centenario de Montevideo. A medio siglo de aquel zapatazo, en esta ciudad donde cambió su historia, este estadio donde Racing conquistó el mundo, Cárdenas parece uno más. El portero que nos abre las puertas del estadio no recuerda aquella final Intercontinental de 1967. La moza del Café Brasilero mucho menos. Al taxista que nos lleva hasta el Centenario le suena el nombre del Chango, pero no tiene muchas precisiones aunque busque en su memoria. En este sábado de sol, en el que en los estadios no se juega porque los futbolistas uruguayos están en huelga, el zurdazo de Cárdenas se vuelve una historia fantasma.
Hasta que el Chango aparece. Lo escolta Mario Romano, el director general de la Comisión Administradora del Field Oficial, nombre que conserva desde 1929. Romano, uruguayo hijo de argentinos, es fanático de la Academia. Con seis años estuvo aquella tarde en la platea América. Con los años, se hizo amigo de los protagonistas de aquel Equipo de José. Medio siglo después es el anfitrión para que el Chango vuelva a hacer su gol en el Centenario.
El Chango Cárdenas se emocionó en la recorrida por el césped del Centenario con LA NACION. Disfrutó cada momento, rememoró desde las indicaciones del entrenador Pizzuti hasta frases de sus compañeros y el festejo de ese 1-0 a Celtic de frente a los 25 mil simpatizantes de la Academia que viajaron a Montevideo para alentar al equipo en el desempate Intercontinental de 1967. A los 72 años, Cárdenas dejó un mensaje para los chicos que sueñan con llegar lejos en la profesión: “Hacer el gol para salir campeón del mundo no es fácil, pero es más difícil llegar en el fútbol”.
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