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El caso Osvaldo: qué otros símbolos volvieron al fútbol para ganarle al olvido
Daniel Osvaldo es un alma libre. Persigue su instinto, el de la pelota, el de la guitarra; el que encierra, también, contradicciones y excesos. Fue un delantero con clase de selección, se convirtió en un atacante indomable y con el gol recortado, se quitó los botines, se inclinó por la música, jamás dejó el cigarrillo y, ahora, quiere cumplirle el sueño de su vida a su padre. Vive a tres cuadras del estadio Florencio Sola y allí sueña con el despegue futbolero final, algo más de tres años después del retiro. Osvaldo se ríe. Será todo un desafío el encuentro con Julio Falcioni, un entrenador nacido en otra generación, amigo de las reglas claras y los encierros tácticos. ‘Dany Stone’ es la expresión de la libertad. Las vueltas de la vida, a veces, se nutren de imposibles, con finales felices.
Es, eso sí, una pieza más de una cadena de futbolistas que se retiraron, volvieron y lo intentaron... a medias. Hay otros casos que confirman la estadística, que el pícaro personaje quiere desterrar. Daniele De Rossi, Juan Sebastián Verón, Matías Almeyda, Román Riquelme, entre tantos otros.
El próximo 12, Pablo Daniel Osvaldo va a cumplir 34 años. Surgió en Huracán en 2005, brilló en el fútbol italiano, lo que le abrió la puerta del seleccionado del antiguo catenaccio (cuatro goles en 14 encuentros). En breves etapas, disfrutó de las mejores camisetas, como Fiorentina, Roma, Juventus, Inter, jugó en España, Inglaterra y Portugal. La explosiva –traumática, frustrante– etapa en Boca fue el principio del final. En agosto de 2016 se retiró del fútbol profesional, fastidioso con Guillermo Barros Schelotto, el entrenador de Boca de ese entonces y hastiado del ambiente del fútbol.
Se dedicó al rock, su otro mundo. Lidera una banda, Barrio Viejo. Su primer disco fue grabado en noviembre de ese mismo año, en Barcelona. "La música y el fútbol son importantes para mí. La música es una parte viva de mi vida y va a seguir así hasta el último día. El fútbol, lo mismo. En estos tres años me tomé un respiro, lejos del fútbol, necesitaba alejarme del ambiente. Ahora, tengo muchas ganas de jugar y mi familia tenía ganas de verme en una cancha. Influyó mucho eso. La decisión de venir a Banfield es para darle una alegría a mi viejo, que es hincha de Banfield. Estoy contento. El objetivo es ir día a día, ponerme bien físicamente, estar a disposición del entrenador. Vamos con tranquilidad, no hay ningún apuro. Quiero terminar todos los días el trabajo previsto por el preparador físico y el entrenador", cuenta ahora, mientras se quita el sudor del arduo trabajo de pretemporada en el predio de Luis Guillón.
¡Trabajos con pelota en la #PretemporadaBanfield! [R] [R][R] [R] El Plantel completa el entrenamiento del día pic.twitter.com/UBIZxIku3T&— Club A. Banfield (@CAB_oficial) 4 de enero de 2020
"El objetivo, en un principio, es no lesionarme (risas). Y después, veremos…", cuenta el hombre que mantiene la fisonomía de aquel delantero, aunque el roce y el juego en nuestro medio le harán estragos si no se pone a punto con una calificación de 10. El contrato es por una temporada y por objetivos. Es un caso especial.
"Me siento muy bien, con muchas ganas. Quise terminar el laburo y lo pude terminar. Vamos día a día, me siento bien, cansado, como estamos todos en la misma pretemporada. Muy bien…, además, laburar en un predio así te da ganas, es hermoso, te da ganas de jugar hasta los 40 años. Veremos cuántos partidos podré jugar", sostiene, mientras corre y patea contra el tiempo. Un curso veloz de futbolista profesional, el mismo que tuvieron otros apellidos ilustres en los últimos años, con segundas partes matizadas de irresistible nostalgia.
Como Matías Almeyda, el león de River. Víctima de vaivenes emocionales, se retiró en 2005, se dedicó al showbol y volvió en 2007 a los 34 años, en un equipo de Noruega, el Lyn Oslo. Se retiró otra vez. En 2009 aceptó una propuesta de Fénix, en la Primera C: jugó 4 partidos y fue expulsado en 2. Volvió a River, con buenas actuaciones, aunque vivió el angustiante descenso. Colgó los botines definitivamente, asumió como entrenador y, con un título en la B Nacional, devolvió al equipo millonario a la elite.
Como Sebastián Verón, el ídolo de Estudiantes. La Brujita se retiró a los 37 años, a mediados de 2012. Participó en una liga amateur y un año después, volvió. Jugó la temporada 2013-2014 y volvió a sugerir que colgaba los botines. Se convirtió en presidente del León y anunció que si vendía el 65% de los palcos del estadio que se estaba construyendo y el equipo se clasificaba a la Copa Libertadores, volvía a vestir la camiseta. Sucedieron las dos cosas: en 2017 el volante de 41 años regresó a las canchas sin dejar su cargo de presidente.
Disputó cinco partidos de la etapa de grupos de la Libertadores 2017 y logró un récord al convertirse, con 42 años, en el futbolista profesional argentino más longevo en jugar el torneo sudamericano.
Como Daniele De Rossi, hace un puñado de meses atrás. El italiano había anunciado su retiro como símbolo de Roma, dudó un tiempo largo sobre su futuro, pero conservaba un sueño: conocer la Bombonera, vestir los pantalones cortos xeneizes en el torneo argentino. En julio de 2019 fue presentado como una estrella mundial, pero jugó poco, se lesionó mucho y fue víctima del pesimismo de los últimos tiempos xeneizes. Ahora, en la nueva etapa con Miguel Russo como entrenador, vuelve a intentarlo.
Y como Juan Román Riquelme, la leyenda xeneize, hoy convertido en vicepresidente y en la mano derecha de Jorge Amor Ameal. Primero, anunció su adiós luego de perder la final de la Libertadores en 2012. Un puñado de frases aún se recuerdan.
1) "No voy a continuar, amo este club, quiero mucho a los hinchas y estaré agradecido porque soy y seré hincha de Boca, pero me siento vacío".
2) "Viví y vivo para el fútbol pero no tengo más nada para dar. Llegué a la final, la disfruté y sentí cosas hermosas pero ahora quiero ir a mi casa, abrazar a mi hijo y comer asados con mis amigos".
El intervalo duró algo más de un semestre, hasta que retornó.
Luego, se fue de Boca en 2014 y amagó con el retiro, más allá de que su deseo era quedarse en la Ribera. Fue parte de la última etapa desabrida de Carlos Bianchi en la Bombonera y, luego de varios amagues y rumores, volvió a jugar, en la B Nacional, en Argentinos Juniors, su primera casa. En agosto de 2014 selló su vínculo con la entidad de la Paternal, en donde jugó 18 partidos y marcó cinco goles. Mostró apenas chispazos de su clase.
En el exterior, hay un símbolo, Paul Scholes, que se retiró en mayo de 2013 por segunda vez. Fue la definitiva. Crack del mediocampo en Inglaterra y en el United, volvió una y otra vez por amor a la pelota. A los 38 años, dejó un legado, traducido en 716 partidos con el gigante rojo, 155 goles y 11 títulos. "Ahora sí, dejé todo lo que tenía", asumió. La nostalgia de ya no ser, en Manchester, en Banfield y… hasta en la luna.ß
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