El campeón serio festejó con espíritu de pibe

UTRECH, Holanda (De un enviado especial).- No sobraban argentinos en el estadio Galgenwaard para compartir ese desenfrenado festejo de un grupo juvenil, y la celebración un poco más contenida del cuerpo técnico. Apenas un centenar de compatriotas desperdigados en las tribunas, algunos de los cuales se identificaron geográficamente con la bandera nacional que llevaba la inscripción El Bolsón, fue testigo y se contagió con la emoción de un grupo de adolescentes que sentía que tocaba el cielo con las manos en el espacio que un rato antes lo había mostrado como un equipo muy serio y concentrado en la obtención del título. Ya los simpatizantes holandeses habían dejado de mostrar sus preferencias por Nigeria y eran respetuosos del jolgorio argentino.

Era el momento de liberar sonrisas, de descargar tensiones, de despojarse del sufrimiento. Ya no está José Pekerman al frente de los Sub 20, pero este cuerpo técnico festejó con el ritual que impuso el entrenador del seleccionado mayor: ni bien finalizó el partido, Francisco Ferraro, Miguel Angel Tojo, el preparador físico Gerardo Salorio y el resto de los colaboradores se unieron en un abrazo e hicieron la ronda característica.

La función de Salorio excede la de un preparador físico. Es el que impone pautas, el que señala conductas, el que establece normas de convivencia. El hombre que Julio Grondona incorporó para este Mundial luego de algunos problemas de indisciplina en el último Sudamericano. Convertido en la referencia del plantel, los chicos lo eligieron para llevarlo al centro del campo y alzarlo varias veces al aire como si se tratara de un casamiento.

Julio Barroso y Juan Manuel Torres fueron los que tomaron la iniciativa en materia de festejos. Hubo unanimidad para corear "olé, olé, olé, Lio, Lio, Lio...", cuando el delantero de Barcelona subió a la tarima para recibir los premios al goleador y al mejor jugador del Mundial.

Además de la vuelta olímpica, el repertorio de festejos también incluyó la corrida con zambullida sobre los extremos del campo. Ya en el vestuario, con un poco más de intimidad, fue el momento para liberar algunas lágrimas, como las que se les escaparon a Pablo Zabaleta y a Lucas Biglia en el abrazo con el kinesiólogo Raúl Lamas, con quien compartieron momentos en otras formaciones juveniles.

Entre tanto canto y baile, nadie quedaba a salvo de ser empapado con agua en ese vestuario desbordante de euforia. La llegada al hotel fue con una gran bandera argentina colgada en el ómnibus. Ya adentro del alojamiento, Salorio les pidió a los jugadores que no se excedieran en los festejos porque allí también estaban las delegaciones de Nigeria, Brasil y Marruecos.

Hoy será el momento de emprender el regreso a Buenos Aires, donde llegarán a la 1.30 de mañana para empezar a compartir con familiares y amigos una experiencia que forma parte de lo mejor de los recuerdos.

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