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"El Apagón", la leyenda que sobrevuela el estadio donde jugará River
Es la cancha de Sarmiento de Resistencia, elegida por Crucero del Norte para ser local el sábado: el recuerdo de un Argentina-Brasil que debió jugarse allí y se suspendió
—Al estadio de Sarmiento, por favor.
—Al estadio "El Apagón", querrá decir.
* * *
RESISTENCIA.- Darío lanza el contraataque y acelera el taxi por el centro de esta ciudad. Está claro, él no es de Sarmiento –"ni yo ni la mayoría de los chaqueños", se anima a más–, el club que este jueves celebró sus 105 años de existencia. Cinco minutos de viaje alcanzan para llegar hasta el estadio Centenario, que lo primero que ofrece a la vista son sus luces encendidas a pleno, aunque el sol esté castigando con fuerza. La explicación es sencilla: Sarmiento –o Jorge Capitanich, su presidente (en uso de licencia), a la vez gobernador saliente de la provincia, además de intendente electo de Resistencia– no quiere volver a quedar en ridículo delante de todo el país, como le pasó el 3 de octubre de 2012. Y el que llega este sábado es River .
Esa noche, lo que iba a ser una edición del Superclásico de las Américas entre Argentina y Brasil quedó en la nada. Tres torres de iluminación se apagaron antes del partido y no hubo manera de que volvieran a funcionar. Así, Neymar tuvo que ducharse sin tocar la pelota, y los títulos de los diarios cayeron solos. "Papelón", "Vergüenza", "Bochorno". Desde entonces, las especulaciones en la ciudad sobre el motivo del corte se dispararon. Y el paso del tiempo las agiganta, como a las leyendas urbanas. "Llegaron a decir que la culpa la tuvo una araña que se posó sobre el grupo electrógeno", aporta otra vez el taxista.
Por eso las luces encendidas a la mañana. "Las estamos probando todos los días desde el martes", precisa Gonzalo Solís, jefe de prensa de Crucero del Norte de Misiones, que será local en Chaco y no en su provincia para vender más entradas: en el Centenario chaqueño entran 25 mil personas, algo más que el doble de la capacidad del estadio de Crucero. Aunque esa no es la única explicación del cambio de localía: la pelea entre Julio Koropeski –presdiente de Crucero– y Maurice Closs –gobernador misionero– es el otro cabo. Así, Crucero le quitó a su provincia la posibilidad de ver a River en vivo, un golpe que le llega también al mandatario.
En movimiento
Además de las luces, las personas trabajan contrarreloj. Alrededor de cien aficionados de Crucero –entre socios, dirigentes y empleados– se ocuparán el día del partido de las tareas asignadas al local. Muchas de ellas llevan una semana aquí, controlando que funcionan desde el wifi de las cabinas de prensa hasta las duchas de los vestuarios. El fantasma del apagón sobrevuela y mejor no agitarlo, parece ser el mandato.
Cuando Crucero juega en su cancha junta habitualmente 3 mil espectadores; para ver a su equipo ante River los socios no pagarán la entrada, pero tendrán que recorrer los 347 kilómetros de la ruta nacional 12 que separa a Garupá (donde el club tiene su estadio) de Resistencia. Para eso, Crucero vende boletos a 300 pesos, ida y vuelta. En ómnibus de la empresa Crucero del Norte, claro. Así también viajó el plantel, acostumbrado al coche cama mucho más que al avión: solo volaron cuando visitaron a Newell's, Vélez y Godoy Cruz.
La institución se fundó hace 12 años como un desprendimiento de la empresa. Y llegó a Primera en la temporada pasada, la de los diez ascensos conjuntos a la A. Este sábado, lejos de su casa, jugará el partido más convocante de su historia. Y para que lo extraño tenga más condimentos, lo hará con un estadio repleto de hinchas falsamente neutrales. La mayoría será de River, y nadie puede asegurar aquí que lo disimulará. Más bien, todo lo contrario: en la puerta del estadio hay puestos ambulantes con camisetas de Ponzio, Barovero, Saviola. Sánchez... ¿Dejarán entrar a alguno vestido así?
Como sea, aquellos que ingresen habrán abonado 450 pesos la entrada general, 700 la platea alta, o 1.000 la baja. De esas, las más caras, todavía se consiguen en las boleterías, pero no parece haber tanto público apurado por comprarlas: durante el viernes se llegaba a la ventanilla sin hacer fila. Sonriente, en esa esquina del estadio un conocido del lugar recibe al público desde un afiche que dice "Seguir hace bien". Es Jorge Capitanich, el apellido más repetido en las charlas de café de Resistencia.
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