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El año de los directores técnicos: un resumen en siete flashes
Ejemplos de continuidad envidiables, como los de Barros Schelotto y Gallardo; despedidas efímeras, como la de Holan, y campeones que se alejan, como Heinze, marcaron 2017
Consagrados por sus sistemas cuando triunfan, defenestrados por una condición de fusibles que parece un estigma inevitable cuando las derrotas se suceden, los DT del fútbol nuestro se mecen en los vaivenes de los resultados, al fin y al cabo, el árbitro principal de sus destinos. Este año, Ariel Holan estableció un nuevo rubro: el de los que renuncian por cuatro días, tras salir campeón, y piden volver. Aquí, siete casos para recordar:
Lavallén, justicia divina
“¡Dios es justo!”, gritó Pablo Lavallén con el dedo índice señalando al cielo. “Dios es justo”, repitió con voz más baja, como si estuviese predicando. El 7 de febrero, por la fase previa de la Libertadores, Atlético Tucumán jugó en Quito ante El Nacional un partido que la previa transformó en gesta: retraso aéreo, carrera enloquecida en micro, amenaza de perder los puntos, nada de entrada en calor, uso de ropa y botines de la selección juvenil que de casualidad andaba por ahí… El Decano ganó igual, 1-0, y pasó de rueda. Lavallén, hombre de profunda fe cristiana, enseguida entendió quién había tirado el centro para el gol de Zampedri.
Los botones de Vivas
El 6 de mayo tuvo lugar el episodio de mayor histrionismo del año. Un Nelson Vivas totalmente fuera de sí se arrancaba la camisa al ser expulsado en un Estudiantes-Boca. Volaron los botones por los aires y el técnico se fue de la cancha enseñando su espalda tatuada. No hubo sanción ni reprimenda pública del club. Sólo fue despedido 40 días después, cuando Pacífico de Mendoza eliminó al Pincha de la Copa Argentina. En septiembre, ya en Defensa y Justicia, el irascible entrenador discutió con el encargado del fútbol, Diego Lemme, y renunció. Llevaba apenas cuatro partidos en el cargo. Todo apunta a que está usando el tiempo libre para coserse los botones sueltos.
El volantazo del Mellizo
“Mi número 5 es Gago”, había sentenciado Guillermo Barros Schelotto el día en que llegó a Boca, y aun con algunas idas, vueltas y estaciones intermedias, el técnico mantuvo su idea original. Hasta que el motor xeneize se engranó cuando encaraba la recta final del torneo 16/17. El 20 de mayo, después de caer 1-3 ante River, Gago empezó como volante central el partido contra Newell’s por la fecha 25. A su lado se movía el colombiano Wilmar Barrios. Con el correr de los minutos se vio que el ex Deportes Tolima iba comiéndole el espacio al capitán. Para el segundo tiempo ya estaba claro quién era el nuevo 5. En el vestuario, Guillermo había pegado el volantazo que acabó asegurando el título.
Gallardo cerró el VAR
El 1 de noviembre, el VAR (Video Assistant Referee) abrió sus puertas en la Argentina y llenó las copas de polémicas. “Prefiero que siga equivocándose el árbitro y no que se equivoquen siete”, disparó Marcelo Gallardo , tratando de justificar lo injustificable: que River hubiese perdido ante Lanús una ventaja de tres goles en poco más de 45 minutos. El Muñeco fue mucho más duro con el uso que se hizo (o no se hizo) de la tecnología que con el rendimiento de varios jugadores que quedaron en evidencia. El 4-2 para el Granate dejó a River sin final de la Libertadores, y al VAR con un montón de deudas pendientes.
Cocca cero
Despidió a varios referentes, perdió los clásicos, se fue demasiado pronto de la Copa Argentina y de la Sudamericana... Diego Cocca coleccionó tropiezos en su regreso a Racing. El peor, su relación con Lisandro López. Tuvieron un primer choque en mayo, con Agustín Orion como tema. El segundo fue en septiembre, tras una derrota. “Hay que tener más audacia”, tiró Licha. “No es momento de decir las cosas por afuera”, respondió el técnico. El 25 de noviembre, en el 0-1 frente a Independiente, el entrenador dejó en el banco al delantero y los hinchas hicieron oír sus preferencias. Cocca se fue al día siguiente. Ni dulce ni light, su remake anduvo cerca del cero.
Holan, para llorar
Más o menos como Pulgarcito, Ariel Holan fue estableciendo mojones durante su inolvidable año en Independiente. Sólo que en lugar de marcar el camino con piedritas lo hizo con lágrimas. Soltó las primeras el 14 de mayo, en el momento que Maxi Meza convirtió el 2-0 en el clásico contra Racing, y no escatimó ninguna en cada uno de los valiosos éxitos que fue logrando su equipo. Las últimas, bien recientes, fueron en el Maracaná, la noche de la conquista de la Copa Sudamericana. Una semana después anunció que se iba del club, para cuatro días más tarde decir que continuaba. La mitad roja de Avellaneda ya no sabe si creer en lágrimas.
El Gringo impenetrable
Habla muy poco, no abunda en explicaciones, sólo trabaja sabiendo muy bien lo que quiere. No dio muchos detalles al anunciar que dejaba Argentinos Juniors el 23 de julio, después de devolver al Bicho a Primera jugando un fútbol primoroso. No comentó con nadie sus posteriores charlas con San Lorenzo y Estudiantes. Gabriel Heinze es entrerriano pero también impenetrable, como el Parque Nacional que está en el Chaco y permanece cerrado al público. El 12 de diciembre, Heinze firmó contrato en Vélez y reforzó su coraza: “La única comunicación con la prensa será en las conferencias”. El más bielsista de los gringos merecería ser chaqueño.