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El afecto, el confort y los desafíos: todo lo que Lionel Messi deja atrás y va a poner en juego en PSG
Después de una vida en Barcelona, se inserta en un equipo de estrellas, con la ambición de reinventarse, pelear por la Champions y dar el golpe en el Mundial: el factor familiar y el dolor del adiós
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La última imagen de la Copa América los reúne entre risas, como los pibes que se encuentran después del partido, en cuero, transpirados, bebida en mano. El resultado era lo de menos. Leo Messi acababa de conseguir el sueño de su vida, en el Maracaná y frente a Brasil y se reía con Neymar, un compadre y Leandro Paredes, un compañero, los dos arropados en el magnético PSG.
Del 10 de julio a hoy, una vida entera. Un tsunami. Como la pandemia: quién lo habría presagiado. A Messi le cerraron el Camp Nou de un portazo y de pronto, se confirma la teoría que supera al fútbol: nada es para siempre. Y como el crack es el motor del fútbol mundial (a los 34 años, sin la prepotencia de la velocidad y la gambeta de la juventud), los millones qataríes del PSG entran rápidamente en escena. Y no solo Neymar y Paredes. Di María, otro amigo de la vida y hasta Mauricio Pochettino, el entrenador, nacido en Newell’s, su misma casa. Afirman ahora que sólo falta el anuncio oficial, que el acuerdo es inminente.
Algo gana y algo pierde: las decisiones drásticas, intempestivas –sean propias o ajenas- suelen dejar secuelas. El proyecto es otro: profesional, personal y familiar. Leo tenía un sueño cuando se presentó en la Masía, a los 13 años. Por algo más de 21, Barcelona –y no solo el club, un modelo en otro tiempo, hoy en bancarrota y humillado- fue su lugar en el mundo. Allí era aplaudido cuando la malicia de nuestro medio no le perdonaba ni un milímetro en falso.
Allí, con Pep Guardiola, primero, con Luis Enrique más tarde, fue un niño mimado y un hombre endiosado. Lo arropaban cuando en el seleccionado nacional alcanzaba tres finales en serie sin la recompensa deseada. Y cuando levantó una copa... estalló el eclipse en la ciudad condal.
Cuando Leo se quiso ir, no pudo. Cuando el rosarino se quiso quedar, lo despidieron. El presidente Joan Laporta, el que lo quería, confirmó el final. A 24 horas del anuncio oficial de Barcelona, la entidad de París tendría todo resuelto para anunciar a Messi como refuerzo. El contrato sería de dos años, con opción a un tercero, que se rubricaría este fin de semana. Según se supo, Barcelona dejaría de ganar unos 171 millones de euros por año. Y Leo, mientras tanto, gana y pierde. En el fútbol y en la vida.
Gana al instalarse en un club enorme, rodeado de estrellas –Sergio Ramos, el que le pegó decenas de patadas… y Mbappé, si se queda, entre tantos otros-, no tanto para lograr el torneo doméstico, sino la Champions League. En su patria, PSG logró siete de los últimos diez campeonatos, pero su ambición es la ambición de Leo: conquistar Europa. Fue finalista de la edición anterior y protagonista del último certamen. Barcelona la consiguió por última vez en 2015.
Y en los últimos años, salió eyectado con eliminaciones dolorosas. No solo Barcelona: tampoco Messi estuvo a la altura de Europa en las últimas seis temporadas. Leo se desvive por la Champions. Sabe que se inserta en una formación súper competitiva, liderada por los millones de un grupo de qataríes, que hablan el mismo idioma que los organizadores del próximo Mundial.
Y el crack apunta a 2022: tal vez, su última copa. Conseguido el primer lauro, ahora va por todo. Y qué mejor que en una entidad que renueve la energía, rodeados del afecto que suele ser un motor imprescindible en su profesión. Sigue extrañando a Suárez, hoy en Atlético de Madrid y se siente en deuda con Kun Agüero, incómodo en Barcelona.
El PSG se presenta hoy en la Ligue 1, contra el débil Troyes. Por ahora, Ramos sigue lesionado y Mbappe podría irse a Real Madrid. La hipótesis de una formación ya mete miedo: Gianluigi Donnarumma; Achraf Hakimi, Marquinhos, Sergio Ramos y Juan Bernat; Marco Verratti, Leandro Paredes y Georginio Wijnaldum; Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar. Y Keylor Navas es el arquero suplente… Di María espera y por ahora sigue Icardi…
Leo tiene tres hijos, Thiago, Mateo y Ciro, una familia establecida en Barcelona. Van a la escuela, tienen sus amigos de toda la vida, un mundo social. Ese es el quiebre que más tensión le provoca: los suyos lo son todo, más allá del fútbol. Debe tomar una decisión de vida… familiar. No está preparado como los trotamundos del fútbol, que se instalan en un nuevo destino en cada temporada. ¿Qué hará? Dinero, influencia, le sobra: si su familia no lo acompañaría a París –algo improbable-, los vuelos de un destino a otro tardan menos de dos horas.
Otro punto a resolver es que en PSG no tendrá la adoración de Barcelona, donde es un hijo pródigo. Le quedan los dos últimos años –tal vez, tres- de carrera y su cuerpo no es el mismo. Los parisinos no tienen el mismo paladar que los catalanes. ¿Hasta qué punto soportará las eventuales críticas? En nuestro medio, hizo un curso en ese sentido.
Le ocurrió a Cristiano en Juventus, ¿por qué no le sucederá a Leo en PSG? El portugués, a diferencia del rosarino, triunfó en todos los destinos: en Manchester, en Madrid, en Turín… Leo, a los 34, por primera vez pisará un estadio que no tendrá el calor del Camp Nou. Otro idioma. Un torneo menos competitivo que la Liga Española, con un solo gigante económico. Hasta se encontrará con Jorge Samapoli, el entrenador de Marsella, con quien terminó la aventura del Mundial de Rusia como un golpe al mentón. Y no solo deportivo.
Hoy, ahora mismo, está desorientado. Siente que lo arrojaron al vacío. Son horas de charlas con su padre y su familia, porque a esta altura de su carrera cada paso tiene una dimensión extraordinaria. Porque regresó de sus cálidas vacaciones, de Miami a Ibiza, con la intención de rubricar el definitivo acuerdo con Barcelona hasta colgar los botines.
Hasta que un mensaje en el celular lo cambió todo.
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