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Efecto River: la eliminación dejó a Boca en estado de transición
Como un castillo de naipes, todo se derrumbó de manera estrepitosa e inexorable. La apuesta del "doble o nada" tenía un riesgo difícil de calcular y los daños parecen ser directamente proporcionales al dolor. No se trata de un momento desconocido, ni tampoco de un duelo irreparable. Boca es demasiado grande como para estancarse en el "trauma River", pero entender el momento y sus efectos ayudarán para hacer un buen diagnóstico. El pitazo final del brasileño Sampaio decretó el final de un sueño de hojarasca en la Copa Libertadores 2019 y el principio de un tiempo de declaraciones fuertes, especulaciones múltiples y mucho ruido.
Daniel Angelici es un presidente en transición. Su única certeza es que el 8 de diciembre dejará de manejar el timón del barco. Su gestión desde lo económico arroja números envidiables para cualquier empresa, pero los éxitos deportivos a nivel continental quedarán como su gran asignatura pendiente al punto de quitarle al oficialismo la garantía de continuidad. Su promesa incumplida de obtener la Copa Libertadores dejó a cualquier otro logro en un lugar menor. River fue su karma y su eterna piedra en el zapato. Buscó diferentes nombres, en el banco y en el campo para diluir el "efecto Gallardo" pero ninguna fue la kriptonita indicada.
Nicolás Burdisso es un Director Deportivo en transición. Su contrato hasta fines de 2020 no parece asegurarle la continuidad en el club. El posible cambio en la línea de conducción política del club inhibe cualquier aseveración respecto a su futuro. La elección del entrenador estuvo bajo su órbita, así como también la política de compras. Evaluando rendimientos al mismo tiempo que resultados, el balance invita al menos a revisar cada nombre de modo específico.
Gustavo Alfaro es el entrenador de Boca en transición hasta fin de año. Sus buenos números lo acompañaron a lo largo de todo el ciclo, pero la deuda de juego en función de los nombres del plantel y la caída en la Copa derriba cualquier hecho positivo. Lo sostuvieron los resultados, lo condenaron los rendimientos. Sus dichos tras la eliminación del martes no parecen casuales, tratándose de un hombre que ha hecho de su dialéctica un arma de seducción. Emparentando la cercanía de sus declaraciones con el dolor de la derrota podría hablarse de "emoción violenta", pero aún si su intención fue exponer su dolor y su desgaste en el cargo, sus palabras sonaron tanto a agotamiento como a victimización.
Boca da todo y exige en consecuencia. Solo el entrenador podrá explicar con el paso del tiempo si pudo administrar abundancia, con la misma pericia con la que se destacó en su carrera por el excelente trabajo que hizo cada vez que tenía en su poder recursos muy valiosos pero mucho más escasos. Su planteo avaro en la ida de semifinales lo condenó a subir una cuesta demasiado empinada en el partido revancha. Es verdad que algunas lesiones ayudaron al debilitamiento del equipo ideal, pero la postura de su equipo, su planteo calculador y la elección de sus nombres, lo ubicaron frente a su rival en un lugar de exagerada inferioridad. Alfaro confirmó ser un técnico de "reacción" más que de "acción" y fue ésta postura la que lo llevó a la derrota. Tal vez su salida no esté sellada, pero seguro está más cerca que una eventual continuidad.
Carlos Tevez es un líder de vestuario en transición. A Guillermo Barros Schelotto y a Gustavo Alfaro los separan muchas cuestiones en sus miradas futbolísticas, pero si algo los unifica es que ambos consideraron al jugador como una opción secundaria. Más allá de las pomposas declaraciones del actual técnico en su primera conferencia (otro momento de archivo indispensable) resaltando su juego y su liderazgo, nunca Tevez alcanzó la dimensión futbolística que lo consagrara como un indiscutido. Sin la juventud de otros tiempos, Carlitos ya no es ni el centrodelantero que puede pesar en el área ni el explosivo atacante que lastima con su velocidad, ni el filoso media punta que desequilibra con su gambeta. El vínculo con los hinchas se sostiene mucho más en el pasado nostálgico y emocional que en este presente en el que la razón y la realidad devuelven una imagen desteñida.
Los cuatro elementos de la naturaleza xeneize han quedado en estado de transición. El agua, fuego, viento y aire vivirán días de inestabilidad y falta de certezas. Presidente, manager, técnico y jugador líder saben que proyectar su futuro para el año que viene implica un ejercicio con una ecuación en la que resulta imposible despejar todas las incógnitas.
Se dirá mucho y pasará de todo. Al año le quedan seis partidos y una elección. En la vorágine del famoso "Mundo Boca", eso sólo ya es una vida.
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