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Eduardo Sacheri: "El fútbol argentino tiene unos niveles de improvisación y corrupción que son descomunales"
En una entrevista con canchallena.com, el escritor habló sobre el descalabro que se vive en el deporte más popular del país; además, dijo sobre Messi: "Le exigimos y no lo disfrutamos; cuando no esté más, lo vamos a extrañar"
Esperándolo a Tito, Papeles en el viento, La vida que pensamos y ahora "Las llaves del reino" son libros que deberían estar en cualquier biblioteca de un futbolero. Eduardo Sacheri, autor de estos títulos, además de escritor, es un apasionado del fútbol y un devoto hincha de Independiente. En una charla con canchallena.com, habló sobre el fútbol actual, la selección, el periodismo, los barrabravas y el club de sus amores. Además, manifestó su opinión sobre Lionel Messi : "A veces perdemos la perspectiva de que estamos viendo al mejor jugador del mundo actual y de que es argentino. Está haciendo cosas que no hace ninguno y cuando no juegue más lo vamos a extrañar".
–¿Cómo ves el fútbol argentino hoy? ¿Se juega bien?
–Se puso más histérico. En esto de más blanco o negro. Me parece que los medios no han ayudado al respecto. Los titulares de diarios o radio alimentan esto, tienen su "bidoncito de nafta" porque es lo que vende. Y también me parece que desde que empezó a cambiar la legislación en Europa y centenares de jugadores argentinos pueden ir a jugar allá, la mayoría de los buenos está afuera. Eso también le pone un límite de calidad, porque con los que están en otros países podes armarte una liga prácticamente. Entonces, salvo algunas excepciones, como Tevez, se van a México, Brasil, Chile y nosotros estamos viendo jugar a un segundo nivel de jugadores y eso también hay que tenerlo en cuenta. A su vez, la venta de jugadores jóvenes también influye y en muchos casos el manejo mafioso hace que, muchas veces, de esas ventas te quedan dos mangos, porque el 80% del jugador era de un empresario. El fútbol argentino tiene unos niveles de improvisación y corrupción que son descomunales, desde hace muchos años.
–Esa histeria a la que te referís: ¿Creés que se traslada a la selección?
–Creo que en general hay una actitud del hincha argentino de ser extremadamente exigente con la selección al mismo tiempo que es recontra condescendiente con su equipo. Es decir uno está acostumbrado a ver caballos indescifrables en su club, pero tiene que ser muy caballo para que lo putees y además tiene que perder. Pero cuando juega con la selección tiene que jugar bien. Desde el 94 para acá que venimos quemando generaciones. Ojo porque estos chicos nos pusieron en una final del mundo y estuvieron a 7 minutos de llevarte a unos penales. Hubo generaciones de futbolistas que no lo lograron, ni estuvieron cerca.
–¿Con Messi sucede lo mismo?
–Con Messi me parece que se ejerce esa misma lógica súper exigente, agregada con ese pensamiento mágico de: "Si es el mejor del mundo, me tiene que sacar campeón del mundo". Fin del razonamiento. No se analiza quién juega con él en Barcelona, con quién en la Argentina y, además, Messi no juega todos los partidos igual en el Barcelona. En ese fanatismo se pierde la perspectiva de que estás viendo al mejor jugador del mundo actual y de que es argentino. Está haciendo cosas que no hace ninguno y cuando no juegue más lo vamos a extrañar. Messi carga con un gran problema que es no ser Maradona. En la Argentina cualquier gran jugador argentino tiene que ser Maradona, comparan automáticamente. Maradona fue el mejor del mundo y encima te sacó campeón del mundo. Hay que darse cuenta que a veces suceden cosas excepcionales que no se repiten y que si no se repiten, hay que disfrutar lo que tenemos.
–Te traigo al fútbol argentino otra vez: ¿Cómo ves el crecimiento de los barrabravas en los clubes?
–Creo que son un gran negocio y toda mafia se arma en torno a un negocio. No van prendidos ellos solos, está la policía y un sector de la política. Y además, ves discursos hipócritas de los dirigentes hablando de que en su club no tienen barras, por ejemplo, y que no se les caiga la cara de yeso por decir eso. Veo muy difícil que se desarme. Los barras son la cara más visible de un negocio muy bizarro y muy evidente, tendrías que tener una decisión política y judicial gigantesca para desarmar eso. Yo no veo que pase nada al respecto y ningún movimiento del mundo de la política o de la justicia, ni del mundo del fútbol. Mientras consideremos "rockstars" a los barras, ni siquiera empecemos a reclamar a la policía y a los dirigentes porque ni siquiera los aislamos nosotros. Si entran y nosotros los aplaudimos, vamos mal.
–¿Tiene alguna cuota de responsabilidad el periodismo en esto?
–Creo que una responsabilidad de los medios es la tendencia al amarillismo. De muchos medios, no de todos, de prenderse a la lógica del aguante. Con esta lógica binaria del bien o el mal o de, a veces, celebrar la fiesta. Entonces me parece que si algo les podría tocar a los medios es estar seguros de no estar celebrando eso, al revés, asegurarse de estar despegándose de eso. Estaría bueno que los relatores se pararan para decir mira la barbaridad que están cantando esos. Lo que a veces parece un poco ingenuo lo naturalizo y después me horrorizo cuando eso llega a un extremo.
–¿Cómo viviste el descenso Independiente?
–Mirá, me costó. Me entristeció mucho naturalmente, era como una de esas medallas que tenés colgadas y tener que entregarla fue jodido. Encima, con esta cuestión de cierta figuración pública, yo sentí la necesidad de conservar la calma sobre todo para no avivar el morbo. Tenés a muchos hinchas de diversos equipos frotándose las manos y disfrutándolo. A mí me enseñaron de pibe que, el que se calienta, pierde. Creo que adopté una posición pública de mucha contención y mucha serenidad. Por supuesto que la procesión iba por dentro. Algunos hinchas de Independiente interpretaron eso como que no me importaba el descenso. Si yo sé que va a haber una cámara el día del partido con San Lorenzo, no me vas a ver una lágrima. Si tengo que llorar, lloraré solo. A mí me vas a ver cantando. De todas formas creo que fue un descenso digno. Creo que estuvo bien, tristísimo. Por suerte Independiente dio una imagen de dignidad. Igual el paso por el ascenso fue patético, no jugamos nunca a nada y terminamos colgándonos del último bondi de la noche y dando pena. Lamentablemente en Independiente la reconstrucción futbolística sigue pendiente. Ojalá podamos tener un proceso como el de River.
jt/av
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