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Diego Martínez, las tres razones por las que Boca le ganó a River y el “no nos colgamos ninguna medalla”
El entrenador elogió a los jugadores, hizo una comparación con el clásico anterior en el Monumental y habló del futuro
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“En la charla de hoy (del domingo, antes de ir al estadio) hablábamos de que a lo largo del campeonato tuvimos tres cosas que son muy importantes para nosotros y que nos permitieron ganar partidos: la jerarquía de estos futbolistas es una, el juego que buscamos crecer en cada día nos ha hecho ganar partidos a partir de tener el control y, después, la personalidad y el corazón. Hoy, para ganarle a River, teníamos que tener las tres”.
Diego Martínez es enérgico. Si no habla e indica, camina. Si no camina, piensa y ejecuta. Pero si el partido termina, aun cuando se trata de un superclásico eliminatorio en el cual salió victorioso (3-2) y que le permite jugar la semifinal de la Copa de la Liga, se llena de frialdad, calma y reflexiones como quien analiza desde el sillón de su casa. Cada punto lo tiene claro y lo traslada convencido. Porque lo vio antes, lo puso en práctica en el durante y lo explicó después. Boca le responde y lo pone a la altura de lo exigido.
En sus primeros segundos sentado en la silla de su conferencia de prensa ya había destacado uno de los puntos que, evidentemente, ya se hizo fortaleza de su conjunto: “Los muchachos siempre dan la cara. Se repusieron nuevamente de estar en desventaja”, recalcó en su análisis el entrenador xeneize. A veces, no resulta fácil volver a centrarse para un equipo tras las dos situaciones que atravesó su Boca: arrancar bien el superclásico, presionando y controlando la pelota, pero –de repente- perderla en ataque y no poder frenar un contragolpe letal que terminó en la red de Sergio Romero tras la definición de Miguel Borja. Volver a empezar siendo todavía más claro, pero en un contexto de desventaja y de clásico eliminatorio.
Sus hombres lo volvieron a hacer. Pusieron la pelota sobre el césped y jugaron. Resolvieron. Convirtieron: Miguel Merentiel anotaría la igualdad a pocos segundos del cierre del primer período, Edinson Cavani haría el gol que el mundo azul y oro estaba esperando y revirtió el resultado en el segundo tiempo y “La Bestia” volvió a anotarse en el marcador al estirar la ventaja que sólo se alteró por el descuento sobre la hora de Paulo Díaz. El Boca de Martínez no dio tiempo ni siquiera para los sustos: ya se sentía ganador y lo fue.
No fue un clásico más, claro, pero –visto desde otra perspectiva- vale sumarlo al conteo. En este efímero ciclo que lleva adelante el actual entrenador, el de Córdoba fue el cuarto encuentro ante un grande. En todos se repuso. El primero fue, justamente, River, pero en el Monumental: también comenzó abajo en el resultado por el gol de Pablo Solari apenas iniciado el complemento, pero promediándolo apareció Cristian Medina para igualarlo. “Aquel en la cancha de River fue el que mejor jugamos, más que hoy, creo”, sentenció este domingo desde Córdoba.
Aquella era un examen enorme para ver qué postura decidía plasmar, tras años en los que Boca –en realidad, sus técnicos- pensó más en protegerse que en lastimar. Martínez optó el camino de hacerse valer, como le gusta al mundo azul y oro. Apareció enseguida Racing, un partido picante de estos años: comenzó en ventaja por un bombazo de Lucas Blondel, pero en la Bombonera se lo dieron vuelta y lo pusieron en aprietos, algo de lo que escapó con tres goles (uno en contra, otro de Cavani y el 4-2 definitivo de Nicolás Valentini) en el segundo período. San Lorenzo fue la otra víctima, también en Brandsen 805, por empezar ganando con el penal de Adam Bareiro y terminar cayendo con los aportes de los uruguayos que gritaron en los cuartos de final de este domingo.
“No nos colgamos ninguna medalla por dar vuelta partidos. Queremos trabajo. Tenemos muy claro el rumbo de lo que deseamos, pero lo construimos con los jugadores, con la gente que está en el club día a día, con los dirigentes y la gente”, no quiso responsabilizarse únicamente de esas situaciones y esfuerzos tan confortables.
“Con mucha personalidad, sacamos el partido adelante. Los chicos demostraron que tienen un corazón grandísimo. Esto de hoy no se consigue muy a menudo. Queremos crecer, nos miramos día a día, queremos ir por más. Tenemos hambre”, profundizó sobre el carácter del plantel, además de remarcar los motivos de las (pocas) horas de goce: “Cualquier chico de nosotros soñó con estar en este clásico, una final. Hay que disfrutar de semejante partido, de poder pasar a una etapa final. De dar vuelta otro resultado y en un superclásico, contra un equipo que tiene un modelo de juego parecido y que es nuestro rival. Mañana (por el lunes) ya tenemos la obligación de pensar en Fortaleza para competir en la Copa Sudamericana y, con el tiempo, pensaremos en Estudiantes”.
Lo mejor del triunfo de Boca
Tras reconocer que debió modificar sobre la marcha, pero implementando algo pensado previamente (”Teníamos dos planes de partido: rombo contra rombo o alinearnos más y que Pol se cerrara con “Equi”. Ajustamos con eso último”), se refirió a la ilusión de los hinchas ante triunfos semejantes: “A veces no soy muy consciente y creo que es mejor. Esto no para, no frena. Lo que queremos construir no da tiempo para permitirnos darnos cuenta de la magnitud de lo que significa, por ejemplo, la victoria de hoy. Uno lo siente cuando está en la calle, esa sensación de identidad que la gente nos retribuye. Si se sienten identificados, nosotros encantados. Es un grupo que ganó muchas cosas y quiere seguir ganando. Si logramos transmitirlo hacia afuera, generamos una simbiosis muy linda”.
Sin embargo, cerró teniendo muy claro en qué lugar de su vida ubica lo vivido este domingo: “Quizás, esta clasificación la pongo en el podio de mi carrera como técnico. El ascenso con Estudiantes de Caseros, algo único (2019). El ascenso con Tigre y la campaña en primera división también (2021-2022). Esto lo pongo con esas alegrías que vivimos como CT. Ojalá me hagan la misma pregunta en poco tiempo y deba decir que este clásico sirvió para otra cosa más”.
Diego Martínez, ese verdugo de River al que ahora, en la vereda xeneize, lo hace sufrir más. Ya le había ganado en el Monumental a cargo de Tigre (lo eliminó en 2022 por el mismo certamen e instancia) y de Huracán (le ganó 2-1 a fin de año pasado). Aunque en Córdoba, todo fue más especial.
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