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Diego Maradona y el fotógrafo: 22 de junio de 1986
En la primera foto, Diego ya ve que Peter Shilton le tapa todo el arco. Y que sale apresurado. Artista del engaño, amaga patear, pero su pie izquierdo, botín Puma, talle 37, toca apenas la pelota. En la segunda, Shilton ya es el quinto y último inglés burlado. Diego tiene el arco libre. Y a Terry Butcher, que intenta un cruce desesperado.
En la tercera, ya no vemos la pelota. “Genio, genio, genio, ta ta ta, gooooool”, va diciendo Víctor Hugo. En la cuarta, el genio está reincorporado. En la quinta, la más famosa de todas, afiche, tatuaje, fondo de pantalla, historia, Diego corre sonriendo, puño en alto. A su espalda, sentado en el césped, camiseta número 6, Butcher es la derrota.
En la sexta foto Diego se abraza con Jorge Burruchaga. “¡Qué pedazo de gol hiciste, hijo de p...!”, le dice su compañero, que una semana después anotará el 3-2 en la final contra Alemania, la conquista de México 86. Y en la séptima, última, el artista está solo. Feliz. Consciente (por algo es Maradona) de que acaba de anotar “El Gol del Siglo”, como lo distinguió la propia FIFA, pero dieciséis años después. El gol que obligó a la AFA a cambiar El Día del Futbolista y fijarlo para cada 22 de junio.
Diego corrió 52 metros en 10,6 segundos, con pelota al píe y eludiendo ingleses y sobre un terreno imposible, rellenado con arena el día anterior. Dio 44 pasos, tocó 12 veces la pelota. Carlos Pachamé, asistente de Carlos Bilardo, se desmaya. En el banco inglés, John Barnes tiene ganas de aplaudir. “Gracias a Dios por el fútbol”, dice Víctor Hugo en su relato, tan desbordado que le da vergüenza, “por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0″.
* * *
Dani Yako, mi compañero en México 86 para la agencia Diarios y Noticias (DyN), había cargado un nuevo rollo (cada uno de 36 exposiciones, impensable para el infinito mundo digital de hoy) justo antes del Gol del Siglo. Las fotos del primer gol (La Mano de Dios, cinco minutos antes) se habían arruinado en el laboratorio. Cargó otra vez su Cámara Nikon FM2k, película Kodak de 400 asa, lentes de 180 y 400 milímetros, y lo inauguró con la primera foto de esta secuencia, el tramo final de la obra de arte maradoniana. Luego, revelado, copia decente y transmisión. Casi dos horas hasta que las fotos llegaron a los abonados. En plena adrenalina laboral, Dani recién advirtió por la noche en la tele la dimensión del golazo de Diego. No fue igual con sus fotos. Eran tiempos de diarios en blanco y negro. Y de poca importancia al despliegue gráfico.
El Diego eterno, internet, la imagen color, la tercera Copa que jamás llegaba, la Inglaterra odiada, lo que fuere, fueron dándole vida propia a la quinta foto de la serie (la de Diego festejando con el puño en alto, Butcher vencido). Imagen que fue símbolo, emblema y bandera. En 2006, el propio Maradona sacó a la venta esa foto autografiada, numerada y enmarcada. Su empresa no pidió autorización para negociar los derechos de autor. En la mediación, el argumento de Yako fue simple: “Diego, la obra de arte es tuya, pero la foto es mía”. El acuerdo terminó siendo ventajoso para ambos.
Volvamos a México. Después del partido contra Inglaterra, en la semifinal frente a Bélgica, empujado por la presión de sus colegas, Yako, que también trabajó en el Mundial para la agencia francesa AFP, cayó en el campo en pleno festejo argentino. Guido Tognoni, jefe de prensa de la FIFA, le arrancó la credencial y le afirmó que no podía cubrir la final. Al día siguiente, con los nervios estallados, fue internado de urgencia por un virus. En una habitación cercana estaba Daniel Passarella. Yako recuperó su credencial justo a tiempo. Llegó primero al reparto de chalecos. Le dieron el último. En el vuelo de vuelta, por periodista argentino, acreditado y campeón, Aeroméxico lo pasó a primera clase. Champagne, libros de autores mexicanos y Pelé saludándolo como si lo conociera de siempre.
Fue mejor aun un sueño previo a la final de México que él mismo reveló en 2014 en Clarín, diario del que fue quince años Editor Jefe de Fotografía. Yako, 67 años, Premio Konex, libros publicados y fotos por todo el mundo, era un niño de salud frágil y vista pésima, pero delantero rápido, zurdo potente. Advirtió sin embargo sus limitaciones la tarde que, exiliado en España y colaborador de la revista de Real Madrid, se enfrentó en un juego informal con Alfredo Di Stéfano y Ferenc Puskas. Hablaban otro idioma. Pero en aquel sueño mexicano, previo a la final contra Alemania, Yako era suplente en el banco argentino. Celeste y blanca con el número 11. “Yako, entrás”, le dijo Bilardo. “Tirate a la izquierda y juntate con Diego”, le indicó el Doctor. Yako estaba a punto de ingresar. Justo se despertó. El campeón fue Diego. Pero las fotos son suyas.
El Gol del Siglo
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