ROSARIO.- El único dentista del pueblo se calza el buzo de director técnico de la primera división del Hughes Foot Ball Club y arma dos equipos de once para conocer a sus jugadores en el primer entrenamiento oficial. Leónidas "Noni" Ceruti tiene un pasado de futbolista en las inferiores de Gimnasia de Ciudadela de Santa Fe, donde empezó de 9, luego fue 5 y finalmente jugó de líbero, pero sobre fines de la década del sesenta, cuando estuvo a punto de ser fichado por Unión , abandonó el fútbol por sus estudios universitarios y la militancia política. Veinticinco años después, el odontólogo que se escondió de la dictadura militar en la pequeña localidad del sur de la provincia de Santa Fe, vuelve a su primer amor.
Los 22 jugadores están expectantes por el comienzo del entrenamiento. Es el verano de 1983. Todavía faltan 10 meses para que los argentinos vuelvan a votar. Un derecho que se perdió el 24 de marzo de 1976 tras el golpe de Estado encabezado por las Fuerzas Armadas. Ceruti está junto a su ayudante de campo: el Catalán Guillaumet, quien tiene una imprenta, es bancario y su designación fue la única condición que puso el DT para asumir. El Catalán es un conocedor de todas las divisiones del club y de la Liga de Colón, Buenos Aires, donde juega el Celeste.
Ambos están en el centro del campo, se miran y el técnico pregunta: "¿Dónde está la pelota?". Nadie responde, hasta que uno de los jugadores, por lo bajo, dice mientras señala: "Es que no pusieron al dueño de la pelota en ninguno de los equipos. Es aquel que se está yendo en esa motito y se la está llevando". En el primer entrenamiento no hubo balón, pero sí se empezó a respirar el fútbol que fue una revolución en una liga de campo.
Don Felipe
Felipe Hughes, inmigrante irlandés, fue el propietario de las tierras que se donaron para la construcción de la estación del Ferrocarril Argentino que se puso en marcha en 1913. Dos años más tarde se fundó la localidad por decreto de la Provincia, a pedido de los comerciantes y vecinos que se instalaron alrededor de la estación. El 17 de septiembre de 1927 nació el Hughes Foot Ball Club y se transformó en el epicentro de las actividades sociales y deportivas. El pueblo agropecuario, que nació con 39 manzanas urbanas y 34 quintas, sería reconocido años más tarde por la instalación del Frigorífico Hughes SA, que llegó a ocupar a alrededor de 500 personas. Muchos de los jugadores del Celeste son trabajadores del frigorífico. Otros, estudian en la Universidad Nacional de Rosario. Y algunos están haciendo la colimba luego de la guerra de Malvinas. Esa tarde de entrenamiento sin pelota, los jugadores y el cuerpo técnico no sintieron el peso de la historia de 40 años sin títulos de Liga. Una idea de juego, un concepto que trasciende al fútbol se empieza a gestar en medio de la Pampa Húmeda.
Una noche de verano
El gerente del frigorífico le sugiere a un grupo de jugadores que vayan a hablar con el dentista, que es un apasionado por el fútbol y que sabe de todo. Que va a ser un gran líder, que puede motivarlos y que hay chances de campeonar en la Liga de Colón. Los últimos dos títulos del Hughes Foot Ball Club habían sido en 1941 y 1942. El gerente es Arturo Di Pietro, quien luego fue elegido intendente durante tres períodos consecutivos, designado como vicepresidente del Banco Nación y reemplazante de Carlos Reutemann en el Senado luego que el ex piloto de Fórmula 1 accediera a la gobernación de Santa Fe. Di Pietro, un hincha fanático de Boca, es la pieza clave en el destino de la vida de Ceruti.
Suena el timbre en la casa-consultorio una noche de verano. "Noni" está cenando. Afuera hay tres pibes, tres jugadores de fútbol y una propuesta: "Echaron al técnico, va a empezar el campeonato y Di Pietro nos dijo que vengamos a hablar con usted, doctor. ¿Quiere ser DT del Hughes?". Para el dentista es una sorpresa y ensaya una respuesta rápida. "Voy con una condición: que el Catalán Guillaumet sea mi ayudante. Pero dénme hasta mañana para pensarlo", responde. Y piensa: "Yo solo no puedo, no conozco a los jugadores, se me va a hacer muy difícil", hasta que habla con elCatalán, que lo termina de convencer.
El fútbol y los dolores de muelas
La última etapa de la dictadura militar fue una cuenta regresiva que se tornó insoportable para el odontólogo, que había llegado a Hughes escapándose de las persecuciones políticas, las desapariciones forzadas y los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura argentina. Su vuelta al fútbol fue un bálsamo. Un oasis real en medio de la oscuridad.
Leónidas Ceruti había militado en el socialismo revolucionario en la Facultad de Odontología de Rosario sobre fines de los sesenta y comienzo de los setenta. Entre octubre de 1976 y enero de 1977 ya habían desaparecido varios de sus compañeros, el grupo había decidido disolverse y sus integrantes se escaparon al exterior. Antes de elegir el pueblo santafecino, Ceruti había viajado clandestinamente dos veces a Buenos Aires para coordinar su exilio en Brasil, pero el interlocutor faltó a la cita en ambas oportunidades.
"En esos momentos límites uno hace lo que puede. Yo andaba con la plata justa. Mi hermana también estaba como clandestina en Buenos Aires. El Ejército la había ido a buscar a Santa Fe. Ella militaba en la Juventud Peronista y tenía 17 años", recuerda Ceruti. "Volví a Rosario y estuve tres días sin casa ni lugar donde estar hasta que me alojé en el altillo de un odontólogo en la zona norte. Pasé todo enero de 1977 en Arroyito y sólo bajaba por la noche".
Noni sabía que no podía quedarse mucho tiempo en Rosario y a través colegas amigos, primero viajó a Junín a trabajar en un consultorio compartido y, desde la ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires, diseñó sus próximos pasos.
Un odontólogo amigo que no ejercía, tenía campo y le vendía ganado al frigorífico, le comentó de Hughes. Lo describió como un pueblo tranquilo, en donde el único dentista era el presidente comunal designado por la dictadura y no ejercía. El amigo lo contactó con Arturo Di Pietro y ese fue el punto de inicio de la odisea. Logró camuflarse y mimetizarse en una pequeña localidad que no era ajena a las atrocidades de la dictadura, pero a la que le faltaba gente para calmar los dolores de muelas.
Dos jóvenes profesionales
María del Carmen, la pareja de Noni por aquellos años, era bioquímica y oriunda de Venado Tuerto. "Éramos dos jóvenes que íbamos allá al campo a hacer plata. Como era la época de la fiebre hemorrágica nadie quería ir", recuerda Ceruti quien viajó desde Junín a entrevistarse con Arturo Di Pietro.
En marzo de 1977, el dentista llegó al pueblo, almorzó en un restaurante frente a la plaza, durmió la siesta frente a la estación de trenes y comenzó a preguntar si había alguna casa para alquilar. En la calle principal vio un sitio desocupado, donde en el frente se vendían autos, atrás estaba la casa y al lado vivían los dueños.
–¿Se alquila esta casa?
–No, tuve una mala experiencia con el inquilino anterior.
–¿Y acá cuál es el valor promedio de los alquileres?
–Diez mil pesos.
–Yo le pago veinte mil.
–Voy a pensarlo.
Don Pastor estaba convencido de no alquilarle al foráneo. Pero al día siguiente, el odontólogo volvió a viajar e insistió. Además de subir el valor de los pocos los alquileres que había en Hughes, Noni advirtió una vez más el rol del gerente del frigorífico en la comuna.
"Pase, pase, vamos a tomar unos mates", dijo Don Pastor. "Le voy a alquilar porque ayer me lo crucé a Arturo y me dijo: ‘Tenés que alquilarle la casa al dentista y a la bioquímica, el pueblo los necesita’".
Como María del Carmen venía de una familia de bioquímicos, su padre y su hermano los ayudaron en el armado de los consultorios. Para ello tomaron seis créditos: dos en Melincué y cuatro en Venado Tuerto. Eran los tiempos de la plata dulce, que terminó con un espiral de devaluación e inflación. Mientras se armaban los consultorios, Ceruti viajó clandestinamente a Rosario dos veces, porque si bien tenía la matrícula, debía conseguir el título universitario. Por otro lado, su madre, le organizó la mudanza del departamento que él había abandonado luego del golpe de Estado y envió todo a Hughes con un amigo correntino que vivía en Junín: un ropero, una cama, una mesa, cuatro sillas y –en el medio de barullo– dos casetes: uno de Horacio Guaraní y el otro de Los Olimareños.
De diarios y antenas
Lo primero que hizo Ceruti cuando se instaló en Hughes fue ir a ver a un muchacho que era sodero y ponía antenas para televisión. En épocas sin televisión por cable, era necesario colocar antenas para sintonizar los canales 3 y 5 de Rosario y si se movía con prolijidad, se llegaba a visualizar Canal 7. Todos los canales aún eran en blanco y negro. El promedio de altura de las antenas era de 10 metros. No obstante, Noni pidió: "Armá una antena de 15 metros, que sea lo más alta que se pueda".
Lo segundo que hizo fue ir a un kiosco que era kiosco y funeraria a la vez.
–Yo soy el odontólogo nuevo, mi novia es bioquímica. Le encargo La Opinión, Clarín y Todo es Historia de Félix Luna.
–¿Le gusta la política?
–No, no. Me gusta la historia y sólo quiero saber qué está pasando en el mundo.
El odontólogo salió asustado del kiosco porque se sintió observado. Aunque un tiempo después, descubrió que la mujer que le lo atendió era una de las mejores maestras del pueblo, capaz e informada.
Con el paso del tiempo, Ceruti hizo una muy buena clientela. Trabajaba tanto que en dos años compraron una casa. También se mimetizó en la sociedad y en 1977 jugó en la Reserva del Hughes FC y llegó a estar en el banco de suplentes en Primera. "Yo no jugaba desde el año 1966, porque en el ’67 me fui desde Santa Fe a Rosario a estudiar. Estuve a punto de jugar en la Primera de Unión y no le hice caso a mi viejo, hincha de Unión y Boca, que me decía: ‘Estudiá historia y jugá en Primera, quédate acá que es lo tuyo’".
"Yo tenía el físico para jugar de 9. En un torneo de verano me ven de Gimnasia de Ciudadela, me llevan y primero juego de 5. Ahí me toca marcar a Mario Zanabria cada vez que enfrentábamos a Unión. ‘Qué baile te pegó Zanabria, hoy’, me decía siempre mi viejo. Después, pasé de líbero. Cuando voy a estudiar a Rosario, no se hace el pase a Newell's . Desde Gimnasia pidieron mucha guita y me quedé dos años sin jugar así podía tener el pase en mi poder. Pero a esa altura ya era 1969, el año del Rosariazo, el Cordobazo, la militancia. Así que no volví a jugar hasta que llegué a Hughes. Había pasado mucho tiempo".
Un hincha de Newell's en Hughes
Al no poder hablar sobre política, en el consultorio de Ceruti siempre se hablaba de fútbol. El odontólogo, además de jugar una temporada en el Hughes, siempre trató de mimetizarse con la vida social de la pequeña ciudad: participó en el Club de Leones, dio discursos en la escuela en las fechas patrias y salió a festejar el campeonato mundial obtenido por la Argentina en 1978. Pero mientras pasaba el tiempo y él no podía ver ni a su hija, ni a sus padres, ni a su hermana, ni a sus amigos, las noches de soledad se hacían cada vez más tortuosas.
"María del Carmen sacaba sangre durante el día y luego viajaba a un laboratorio de Venado Tuerto. Así que, cuando a la tardecita cerraba el consultorio, yo pasaba las noches en soledad. Tenía los diarios, la TV, la radio, una botella de ginebra y estaba con los huevos en la garganta pensando en si alguien me había delatado", recuerda Ceruti.
Por su pasado futbolista y por su estancia estudiantil en Rosario, Noni se transformó en un fanático hincha de Newell's, pero en Hughes había pocos interlocutores para debatir sobre el presente del equipo del Parque de la Independencia. "Éramos cuatro hinchas de Newell's en todo Hughes: el jefe de la estación del ferrocarril, la esposa y una prostituta que había trabajado en los prostíbulos de Pichincha". En el pueblo donde los hinchas de Newell's se contaban con los dedos de una mano, aún no había nacido Ignacio Scocco,el sexto goleador histórico del rojinegro.
La revolución
"Ahí empezó una revolución". Noni Ceruti recuerda la etapa como director técnico del Hughes FC como un punto bisagra en su vida. "Me cambió la vida completamente, volví a ser otro, recuperé la alegría de vivir y ese momento es coincidente con el fin de la dictadura. Así que también volví a verme con mi hijita y con mi hermana".
"En el plano futbolístico hicimos una revolución. El club estaba muy venido abajo en todos los aspectos: en lo político, en lo deportivo. Por ejemplo, no había agua corriente en la cancha. Entonces gestionamos para que el agua corriente pasara por la ruta 8 y así nos la llevaron hasta el estadio", recuerda el dentista que, entre otras gestiones, también contrató a un preparador físico de Wheelwrigth.
El equipo está formado por una combinación de jugadores que estudian en Rosario y otro grupo que son obreros del frigorífico. Ceruti compra libros de fútbol: cómo practicar, qué ejercicios hacer y una especie de manual escrito por ingleses sobre táctica y estrategia. Pero, sobre todo, el DT inculca una idea matriz: cómo armar sociedades dentro y afuera de la cancha, la experiencia de lo colectivo sobre lo individual. Los jugadores lo toman como un referente y preguntan: "¿Es verdad lo de los desaparecidos? ¿Y la represión?".
"Hubo tres cosas que me cambiaron la vida: ser director técnico, la apertura democrática y conocer a Marín", su actual pareja y con quien tiene dos hijos: Ana Julia y Lautaro. Mientras avanzaba el "fútbol dúctil y bien estructurado, con la sana y poco común intención de jugar bien en todos los sectores del campo de juego" –según las crónicas del diario La Voz de Colón– Noni también recupera su participación política. Y en un encuentro de mesa debate de los distintos partidos políticos conoce a Marín quien militaba en el Partido Intransigente de Oscar Alende.
Dentro y afuera de la cancha
Son, 1984 y 1985, los años de la participación en la subcomisión de fútbol del club, el del campeonato de la reserva y el de la histórica final contra el poderoso Racing de Colón. Ese año, Ceruti junto a jugadores, hinchas y dirigentes deciden desde la subcomisión comenzar a pagarle a los jugadores titulares y suplentes cada vez que el Celeste juega de local. Con lo recaudado de las entradas, más los choripanes vendidos, luego de saldar los gastos, se reparte la recaudación.
"La hinchada de Hughes siempre fue muy seguidora", recuerda Noni. A tal punto que un hincha que compraba achuras al frigorífico para venderlas en restoranes de Buenos Aires, lo que le sobraba, lo donaba. Los jueves había asado sólo de achuras y ensalada de lechuga, cebolla y tomate, que también donaba el verdulero. "Fuimos progresando. Los sábados íbamos a marcar la cancha y poner las redes de los arcos". Atrás quedaba el partido debut, cuando se armó una especie de concentración en la casa del DT la noche anterior, donde cenaron y junto a Pirulo, el utilero, pegaron los números con una plancha en las camisetas blancas recién compradas.
"El equipo santafecino se diferenciaba del resto por el tratamiento de pelota, la habilidad y el toque de varios de sus componentes, los desplazamientos de los marcadores de punta, y la tranquilidad para llegar sobre el arco rival", escriben en La Voz de Colón el 20 julio 1984, luego del campeonato ganado con la Reserva. "Su trabajo programado, serio y responsable les dio la satisfacción de obtener el título", agregan en un epígrafe de una foto donde Ceruti está de chaquetilla blanca junto a su ayudante de campo, Oscar Guillaumet.
Tal vez, el punto más alto en la trayectoria como DT de Leónidas Ceruti fueron las finales de 1985 disputadas contra Racing de Colón, equipo que se había armado con notables refuerzos, entre ellos, el habilidoso Juan Andrés Sarulyte, figura de Racing de Avellaneda. Si bien Noni pregonaba una estrategia menottista, para la primera final dispuso un dispositivo defensivo para neutralizar al equipo colonense. El resultado final fue empate. El partido de vuelta fue en Hughes. Era la oportunidad de quebrar una racha de cuatro décadas sin campeonatos, pero el partido terminó 4 a 1, siendo Racing el campeón de la Liga de Colón.
Esas dos finales de 1985 tienen sabor a mito, a leyenda. Se disputaron el mismo año que nació Ignacio Scocco, quien jugó en las divisiones inferiores del Hughes Football Club hasta los 14, cuando pasó a Newell's Old Boys, de Rosario. Las finales contra Racing fueron dos partidos que dejaron en Hughes una marca. El equipo fue tricampeón en los torneos de 1988, 1989 y 1990.
"Eran los mismos jugadores, pero más grandes", recuerda Ceruti, quien en 1986 ya había regresado a Rosario, abandonó la odontología y se graduó como historiador. Y ahora, 35 años después, está escribiendo un libro con aquella historia de revolución chacarera en un pueblo en donde no había nadie que arreglara los dientes.
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