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Detrás del escándalo, un salto de categoría: los despojos alcanzan a los grandes y ni Don Julio lo puede creer
A casi 10 años de su muerte, Julio Grondona no lo debe poder creer. Lo que ya es mucho decir.
Durante largo tiempo, a través de las redes sociales y de repeticiones televisivas, vimos auténticos despojos en partidos del ascenso. “Claro, ahí no hay VAR”, se decía con liviandad. Se aceptaba con resignación que los despojos no eran otra cosa que errores humanos de personas comunes como los referís. El VAR, que llegó supuestamente para impartir justicia en el fútbol (como sí lo logra en otros deportes), tiene de todo en la Argentina: ayuda a corregir errores, permite cometer otros al buscarse infracciones microscópicas o, como anteayer en Barracas Central vs. Independiente, omite lo que todos ven, justificando lo injustificable. Porque está manejado por humanos y porque Alexis Domínguez pudo romper a Iván Marcone en un exceso de rigor al disputar la posesión de la pelota. No fue un mero “roce” y también debe considerarse la intención. Se le fue el pie al 9 de Barracas Central. Recibió sólo amarilla y detrás de esa decisión del referí Pablo Dóvalo, el abanico de situaciones que disparan un nuevo escándalo en la gestión Claudio Tapia-Federico Beligoy (AFA-referís).
Desde que asumió en la AFA, en marzo de 2017, Tapia obtuvo su escudo de Capitán América por los logros a nivel seleccionado, con las conquistas del máximo certamen continental en el Maracaná (2021) y luego en el Mundial de Qatar (2022). Lo que no tapa los dislates puertas adentro. Torneos que son un mercado persa, partidos todos los días y a cualquier hora, escándalos, sospechas, golpes bajos. Un presidente incapaz de sostener una entrevista desprovista de “centros”: sabe a qué no debe exponerse. Le basta con una foto y un abrazo con Lionel Messi para sentirse indestructible.
Semana a semana, las canchas argentinas se llenan, un fenómeno del que LA NACION ofreció un informe especial para entenderlo, en un contexto de achicamiento de los bolsillos e inflación de arrastre, agravado por la descomposición social y cultural durante las dos últimas décadas. Lo peor que puede pasarle al hincha es dejar de creer en lo que ve. Puede tener sospechas, más no certezas. La gestión Tapia va en un único sentido: destruir la credibilidad. Consciente o inconscientemente.
En el medio, se mezclan las cuestiones políticas, los intereses, las victimizaciones. Arrecian los cruces en las redes sociales, como los que sostuvo Carlos Tevez (DT de Independiente) con Pablo Toviggino (la mano derecha de Tapia y su lanzallamas de X), al que se sumó un símbolo del club de Avellaneda: Sergio Kun Agüero. Hasta el presidente Javier Milei se sumó con un like en X a un usuario que hablaba literalmente de “desembarcar en la AFA, un lugar con más poder del que supone el fútbol”. Y el propio Tevez, en una rueda de prensa, aclarando que lo suyo con Toviggino “es personal” y que lo pueden arreglar “dónde quiera”. Lejos de bajar el perfil.
Barracas Central está en primera división y todavía cuesta creerlo. Porque todo lo que sucedía en el ascenso donde no había VAR, sigue ocurriendo en la máxima categoría, probablemente en dosis más espaciadas: los peces son más gordos. Pero pasa igual, pese a que hay más cámaras, más ojos mirando, con más programas periodísticos en las coberturas e informes.
Podrá alguna vez arbitrar una final de Copa América o hasta de un Mundial, pero ¿es normal que Dóvalo dirija 14 veces al equipo del presidente de AFA en un lapso de dos años? Y favoreciendo más de una vez a Barracas, como ya había ocurrido en aquel recordado partido (ganó 5-3) con Sarmiento, en Junín, en 2023 donde se omitió una clara mano en el área de los vencedores. ¿Quién lo designa y por qué?
Las culpas son múltiples. Empezando por los que levantan la mano a la hora de votar y prefieren seguir aferrados a los dislates porque saben que en el medio del camino se filtrará alguna sonrisa. Tiene lógica en Argentina: pasa en las elecciones nacionales, mire si no va a pasar en una Asociación deportiva.
Muchos gestos denotan soberbia, otorgan alas de impunidad y hasta pueden hacer dudar a otros árbitros en medio del mar de fondo. Como este miércoles pasó en Santa Fe, donde Fernando Rapallini también amonestó a Christian Medina después de un tremendo planchazo a un jugador de Unión. Puede haber razonado: “Habrá sido un roce, como el de Alexis Domínguez”. En el mercado persa se consigue de todo. Hasta que haya una fractura expuesta y empiece un carrusel de arrepentidos de ocasión.
Durante mucho tiempo creímos, supusimos, entendimos, que los despojos ocurrirían sólo en detrimento de los llamados “clubes chicos”. Que jamás se atreverían a tocar a uno de los grandes. Podrá haber tenido tiempos mejores, deportiva e institucionalmente, pero Independiente sigue siendo el Rey de Copas y un emblema del fútbol argentino. La incredulidad explota en la cara al advertir que los despojos alcanzan al mismísimo equipo de Don Julio. En los audios del VAR, se debería haber escuchado: “Es un roce. Ya rozamos el absurdo”. Hubiera sido más digno.
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