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Del vestuario de Boca de Carlos Bianchi al de Juan Román Riquelme: si el Virrey estuviera hoy, se agarraría la cabeza
De equipo que ganó todo entre 1998 y 2003 a situaciones que en la actualidad xeneize, 20 años después, serían mal vistas por aquellos jugadores que hoy cumplen otros roles
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Si Carlos Bianchi estuviera hoy en el vestuario de Boca, se agarraría la cabeza. En el vestuario del Virrey, el entrenador más ganador en la historia xeneize, entraban dirigentes, pero los que previamente habían sido acordados por Bianchi. En algún momento fue Juan De Turris, fiel ladero de los futbolistas en los viajes al Interior del país y el exterior, también Roberto Digón. Y ellos mismos, por más que tenían autoridad para traspasar la puerta del camarín local de la Bombonera, sabían en qué momentos lo que sucedía adentro debía pertenecerles en soledad al cuerpo técnico y el plantel.
Boca empezó a ganar todo en 1998 y no paró hasta el 2003. El día del incidente en San Pablo, tras los penales ante Palmeiras en las semifinales de la Copa Libertadores 2001, con las cámaras dentro del vestuario, la respuesta de los jugadores al dirigente Orlando Salvestrini no se ocultó: y allí todos los integrantes del plantel descargaron su bronca. Desde los máximos referentes como Mauricio Serna y Jorge Bermúdez, hasta los más chicos que ni siquiera jugaron un minuto, como Julio Marchant o Clemente Rodríguez, cantaron contra los dirigentes. “Salvestrini botón/vos sos hincha de River/la p... madre que te p…”, “Boca va salir campeón/el día que se vayan todos/los hijos de p... de la comisión” o “paguen los premios, la p... que los parió...”, se convirtieron en los hits que entonaron los futbolistas. Todos vestidos con remeras blancas especialmente armadas para la ocasión: “Salvestrini al psicólogo”, fue alguna de las leyendas pintadas con marcador que se pudieron leer en las camisetas. Eso sucedió porque Bianchi no estaba.
El DT vio el partido en uno de los palcos porque había sido expulsado en la ida, en la Bombonera. En el Parque Antártica hasta había sido agredido en la cabeza por un proyectil que le generó un corte sangrante. Tardó en bajar y cuando llegó al vestuario… se agarró la cabeza. No por el dolor en la cicatriz, sino por lo que estaba viendo. El primer reto fue para su cuerpo técnico, que permitió el ingreso de las cámaras. Finalmente, todo se arregló en una charla entre Bianchi, Mauricio Macri y Pedro Pompilio.
Es difícil asegurar que, de haber estado Bianchi en el vestuario, los jugadores no le habrían abierto la puerta al periodismo pero –teniendo en cuenta los personajes en cuestión- casi seguro hubiera sido así. Bianchi ya estaba pensando en las finales con Cruz Azul, no hubiera dejado que sus jugadores gasten energías en contestarle a un dirigente, no hubiera dejado que se involucren en otro rol.
La agresión a Bianchi en 2001
Hoy tienen otro rol aquellos que estaban en ese vestuario como futbolistas. El Patrón Bermúdez, Marcelo Delgado, Hugo Ibarra, Mauricio Serna y Sebastián Battaglia. También Juan Román Riquelme, la principal figura de poder en el fútbol en Boca.
Veinte años después, otro vestuario fue motivo de controversias en la Ribera. Se supo: Riquelme, enojado por los últimos rendimientos y viendo amenazada la posibilidad de clasificarse a la Copa Libertadores 2022, hizo bajar del micro a los jugadores tras la derrota ante Gimnasia y los metió de nuevo en la Bombonera. Hubo coincidencia entre lo que el ex 10 dijo a la salida con lo que le manifestó al plantel adentro. El tema es que el Riquelme de 2001 hubiera tomado a mal esa actitud si el por entonces Macri o Pompilio hubieran tenido un gesto así.
Riquelme empieza a notar que la luz de su estatua de jugador puede verse alterada por sus decisiones como dirigente. Entonces, bien puede cometer errores en las formas, como hacer bajar a los jugadores del micro y debilitar la figura de Battaglia, que de por sí no está firme porque es interino hasta diciembre. ¿Puede seguir el DT? Claro, es la idea incluso de Riquelme y Bermúdez, pero hoy el entrenador está bajo evaluación.
Riquelme, en su etapa de jugador, ganó partidos increíbles y, cuando perdió (el día que lloró luego de caer ante Bayern Munich, en Tokio) fue aplaudido por todo el mundo Boca. Dentro de la cancha, ante los simpatizantes, salió invicto de las derrotas.
La dura derrota ante Gimnasia
Hoy no. Desde el palco, también puede perder. Al principio pudo ser Russo que no atacaba, Tevez que tenía lagunas emocionales, referentes que habían quedado marcados por derrotas ante River en la gestión anterior y jugadores que no querían continuar vistiendo la camiseta de Boca. La estructura se fue amoldando al punto que (el de ahora) es su Boca. ¿Condicionado por un mundo económico alterado por el Coronavirus? Sí, claro. Pero al técnico que eligió lo hizo con convencimiento, los refuerzos llegaron a través de sus ojos o su aval, los juveniles que fueron ascendidos bajo su conformidad.
Otra de las imágenes por las que Bianchi se agarraría la cabeza ahora sería por la actitud que tuvo Battaglia este lunes con Izquierdoz. La primera pregunta en la conferencia de prensa fue de Emiliano Raddi, para Sportcenter, y fue sobre lo vivido el sábado, en la derrota y el pos, con los jugadores bajando del micro. El ex 5 levantó su mano derecha levemente y la inclinó en dirección a defensor: “Dijo Cali”, se escuchó. Era cierto, el periodista había apuntado la consulta para ambos, pero dijo “Cali”, apodo del central.
Bianchi hubiera tapado el micrófono de Izquierdoz y habría tomado la posta: “Lo que pasa en el vestuario es propiedad de los jugadores y el cuerpo técnico. Estuvo Riquelme, y como dirigente de fútbol puede hacerlo. Pero lo que se habla ahí, queda ahí, en el grupo. Nos respaldó porque se vienen partidos importantes. Y ahora estamos todos enfocados en la final con Argentinos”, hubiera sido su respuesta imaginaria. Una simple prueba: nunca salió de su boca nada de lo que sucedió en la previa de Boca ante Real Madrid en Japón.
No es por lo que pasó en la conferencia que a Battaglia no se lo ve lo firme que debería estar. Su principal déficit se ve en la cancha porque no termina de afianzar una idea ni un esquema táctico, aunque esto último era secundario incluso para el Virrey: “La actitud es más importante que el sistema”, solía decir. Tampoco le da continuidad a determinados nombres y sí, en cambio, a algunos que hasta siembran dudas desde lo físico, como Advíncula o Zambrano.
Claro que ni para el Battaglia entrenador -ni para el Battaglia que ganó más títulos en la historia del club como jugador- debe ser fácil tener como jefe del departamento de fútbol a Riquelme, pero le llegó el momento de demostrar más confianza que nunca en sí mismo y en su plan de acción si pretende dejar su huella.
Bianchi llegó a Boca en 1998 como un desconocido dentro de las paredes de la Bombonera. Y se hizo respetar (puertas adentro y puertas afuera) desde las decisiones simples y que tenían que ver con el armado del equipo. Desde el vestuario. Así generó confianza en sus dirigidos y en los dirigentes.
Hoy, aquellos jugadores que disfrutaron de títulos y vueltas olímpicas bajo el ala del Virrey, están en roles clave para la política deportiva de Boca. También entran al vestuario. Pero ya no juegan en la cancha, sino desde otra función. Pueden ganar, empatar o perder, pero ven que la Bombonera ya no tiene asientos para invictos.
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