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De padre a hijo, la Argentina siempre tiene lugar para el apellido Simeone
Difícil, muy difícil que Diego Simeone haga silencio si el debate futbolístico está encendido. Discutía con Mourinho , Ancelotti y Massimiliano Allegri hace uso días en Nyon, en el 20° Foro de entrenadores de la UEFA, cuando sus colegas introdujeron al otro Simeone en la charla, a Giovanni. Ese padre que recibía las felicitaciones clavó la mirada en el piso y el orgullo lo dejó sin palabras. Giovanni nació el 5 de julio de 1995. En Madrid. El ‘Cholo’ andaba del otro lado del océano Atlántico. Estaba concentrado con la Argentina en Paysandú, a la espera del debut en la Copa América de Uruguay. Era el jugador más experimentado en aquel plantel que dirigía Passarella . La mano del brasileño Tulio eliminó al equipo en los cuartos de final y Simeone conoció a su primer hijo un par de semanas más tarde. La selección en la vida de los Simeone…
Treinta años. Tres décadas, y en los extremos, un apellido común. En los tiempos de Agüero, Icardi, Higuaín, Dybala y Lautaro Martínez, en la medianoche de mañana Giovanni Simeone será el centrodelantero de la selección. Vivirá su bautismo, en Los Ángeles, frente a Guatemala. El 14 de julio de 1988, en Sydney, el entonces campeón del mundo, con Ruggeri, Batista, Garré e Islas, héroes de México 86, y el debutante Diego Simeone, perdía 4-1 contra Australia. Comenzaba una larga historia que hizo escalas en 106 partidos para convertirse en un emblema. El ‘Cholo’ tenía 18 años cuando Bilardo creyó en él. A Gio, con 23, Lionel Scaloni lo eligió en la era de la transición generacional. La post mesa chica.
"Desde que soy chico mi viejo me cuenta que la selección es única. Siempre, siempre me lo dijo. Hasta el día de hoy lo hace. Me remarca que en cada movimiento que haga en el día a día tengo que ser consciente que soy un jugador de selección. Él, con su estilo tan particular, me aconseja: ‘Si tomo agua, tengo que tomar agua como jugador de selección, si voy al baño...’, jajaja, siempre me lo ha dicho. La selección es orgullo, es pertenencia, es llegar y matarse para quedarse", describe Giovanni entre gratitud, afecto y admiración.
#SelecciónMayor@simeonegiovanni dialogó con el canal oficial de @Argentina y esto dijo [R]https://t.co/npn6yaFg3q&— Selección Argentina [R][R] (@Argentina) 4 de septiembre de 2018
El día que Simeone alcanzó los 100 partidos en la selección, el primero en lograrlo –luego, también lo harían Ayala, Zanetti, Mascherano y Messi–, ingresó en el Monumental con Giovanni y Gianluca de la mano. El tercero, Giuliano, todavía no había nacido. La Argentina de Marcelo Bielsa cabalgaba por las eliminatorias rumbo al Mundial de Japón, y esa noche de marzo de 2001 la selección apabulló 5-0 a Venezuela. Gio y Gianluca acompañaron a su padre vestidos exactamente igual. Incluso con el N° 14 en el dorsal, el emblemático número del ‘Cholo’. Ya por entonces había alguien que atrapaba al pequeño Giovanni: Gabriel Batistuta. Ese niño no podía imaginarse que, tantos años después, y 22 millones de euros mediante, sería jugador del club de Florencia en el que su ídolo es casi una divinidad. ¡Y con la 9 en la espalda!
Alguna vez, consultado por LA NACION, el entrenador de Atlético de Madrid eligió estas palabras para describir al ex delantero de River, Banfield y Genoa: "Como futbolista crece día a día. Tiene los movimientos que exige una posición tan importante como la del 9. Físicamente está muy fuerte y trabaja muy bien sobre la presión defensiva. Es dueño de una gran virtud: escucha y quiere aprender todo el tiempo. Me llena de orgullo mi hijo, especialmente por cómo se maneja en la vida". ¿Podrían convivir en un mismo plantel? "Sería difícil, sería mi jefe. Difícil para él que tendría que tomar decisiones olvidándose que soy su hijo. La relación con el grupo, la intimidad, la confidencia. Sería clave el grado de profesionalidad que pudiésemos alcanzar entre todos, pero, ¿a quién no le gustaría ser dirigido por uno de los mejores técnicos del mundo?".
Cuando Giovanni se define, elige la perseverancia: "Yo soy todo el tiempo esfuerzo". El ‘Cholo’ habla casi a diario con sus hijos. No hay distancias. En los últimos días, con el ‘Flaco’ insistió en la dirección de siempre: a la selección se la hace propia desde el sentimiento porque con el talento no alcanza. Fue su casa y sueña lo mismo para su hijo. Simeone padre no era goleador, claro, pero le ha dejado muy alta la vara al especialista Gio: el ‘Cholo’ convirtió en su segundo partido albiceleste, de cabeza, ante Arabia Saudita, en la ciudad de Camberra, el 16 de julio de 1988.
Campeón y goleador en el Sudamericano Sub 20 de Uruguay 2015, Giovanni ya sabe de qué se trata lucir los bastones celestes y blancos. Entre 2012 y 2016, por amistosos, el Sudamericano, el Mundial de Nueva Zelanda y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, participó en 30 encuentros y anotó 20 goles. Buen promedio. Llega el salto a la mayor, con un cuerpo técnico interino que integran Pablo Aimar y Walter Samuel, compañeros del ‘Cholo’ en la Copa de Corea-Japón 2002. "Las expectativas que tengo para esta gira son las de poder sumar experiencia y minutos de entrenamiento. Siempre digo que tengo muchísimo por mejorar, y estoy muy contento de poder encontrarme con grandísimos jugadores para intentar conseguirlo", avisa Gio. Además de Guatemala, el otro amistoso será ante Colombia, en New Jersey, el próximo martes.
Vuelve la mirada sobre su padre. "Tiene una fuerza increíble para afrontar los miedos o los problemas. Todos los objetivos que se propuso los logró. Si hubiera sido astronauta, llegaba a la luna; si elegía ser arquitecto, hubiese construido el edificio más alto del mundo. Me da un orgullo enorme que sea mi papa", cuenta el mayor de la dinastía, que alguna vez confesó que no fue sencillo ser el hijo de... Pero quedó en el pasado.
Giovanni, mientras aprendía las letras y los colores, creció oyéndolo a su padre hablar todos los días de la selección. Ya más grande, se le volvió cotidiano un mandamiento que Bilardo grabó en el ‘Cholo’: lo mejor que le puede pasar a un futbolista es que la selección argentina pase a ser como su equipo. ¿A qué se refería? A la selección han ido un montón de jugadores, buenos y malos, pero los que se quedan son los que entienden que no es un paso para hacerse importante ni mostrarse al mundo, sino que es el sitio para desarrollar sentimiento por un equipo. "Esos se quedan, y se quedan por mucho tiempo", escuchó Gio a través de los años. Llega su oportunidad.
Los dos debutaron en primera división en la cancha de Gimnasia, en el Bosque. Y los dos perdieron 1-0. Giovanni es el único de los herederos Simeone que alcanzó a ver jugar a Diego. "Me acuerdo muy poco, tenía 11 años cuando volvimos a la Argentina, por eso apenas tengo flashes de cuando jugó en Racing. Pero recuerdo el gol que le hizo a Rosario Central… ¡cómo lo grité!" El fútbol los atraviesa. Los define. "Él es puramente fútbol, él es 70% fútbol, después el otro 30% se lo deja a la familia y a vivir su vida…, que es alrededor del fútbol", lo retrata Gio sin reproches, convencido de que para el fanático y obsesivo de su padre, "no hay nada más importante que sus hijos".
Aquella avidada del Cholo en la Copa América que Gio no vio
En 1993, dos años antes del nacimiento de Giovanni, el que sería su padre, envasado en la camiseta N°10 albiceleste, sacaba rápido un lateral para dejarlo a Gabriel Batistuta de cara al gol en la final de la Copa América de Ecuador. Batigol fusiló al arquero mexicano Jorge Campos y la selección conquistó el último título de su historia. No hubo más. Porque Giovanni es de la generación que nunca vio campeón a la Argentina.
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