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De las novelas policiales a la NBA: el otro lado del técnico de la selección
Gerardo Martino, un hombre apegado a las amistades, afecto a la lectura, a ver básquetbol y "enamorado" de la Generación Dorada
"Acá estaba igual a mi hijo", dice el Tata ante una fotografía en la que se ve él mismo a los 18 años, posando en la cancha de Vélez antes de jugar un partido con el seleccionado juvenil. Martino deja escapar sus rasgos de tipo sencillo, "un poco cabrón", gustoso de apegarse a sus amistades de toda la vida. Y también inquieto por cuestiones que pueden no tener nada que ver con su vocación de hombre de fútbol. "¿Hobbies? Sí, claro, me gusta mucho leer. Leo novelas policiales. Eso no cambia. Busco libros, veo la parte de atrás, leo de qué se trata y si me gusta lo compro. Hay tres o cuatro autores que me gustan. Si sale algo de [Michael] Connelly, de [John] Grisham, lo compro", cuenta.
-¿El cine te gusta?
-Lo mismo. El género va por el mismo lado. Suspenso... En el cine o viendo películas en casa. Y fundamentalmente, deportes. Aparte del fútbol, me gusta mucho la NBA...
-¿Eso de dónde viene?
-Ni la menor idea. Pero me gusta. Vos me preguntás dónde juega éste o el otro y lo sé. Todo.
-¿El Mundial lo viste?
-Lo vi, sí. Para mí, lo mejor que pasó en la historia del deporte argentino son estos pibes del básquet. Por lejos, lo mejor de lo mejor. Eso sí que era cero egoísmo. Y vos los escuchás hablar y te enamorás más todavía. Lo que jugaron ellos lo vi todo, por televisión. Y después, Juegos Olímpicos... Y si no, la NBA. Me gusta mucho ver estadísticas, los jugadores que aparecen... Lo que no pude y me habría gustado mucho es ir a ver a San Antonio. Yo tengo una buena relación con el suegro de Ginóbili, Luis Oroño, que fue jugador de básquetbol. Él trabajó en Libertad, en Paraguay. Siempre le decía que me habría gustado ir, pero no se dio.
-¿Conocés a Manu? ¿A alguno?
-No, a ninguno. Pero como espectador, estos chicos son fenomenales. Los disfruto.
Hoy es más difícil que al Tata lo traicione el carácter y reaccione como aquella vez en que, a cargo de la selección paraguaya, le espetó un "Bobo, ¿a quién te comiste?" a César Farías, el DT de Venezuela. Pero es realista, también. "Sí... Lo de Pompei [una escaramuza con el árbitro cuando dirigía a Newell's], también. Son cosas totalmente reprochables. No tengo ninguna duda. Ahora, me preguntás si puedo asegurar que no va a volver a pasar... Hay veces en que la cuestión te supera y no tenés ganas de que te agarren de estúpido. Pero no debería pasar. Yo veía esto que pasó el otro día con Almeyda; él también estará arrepentido. Pero si analizamos la situación, cómo se dio, no sé si podía haberlo evitado.
-No creés en las multas...
-No, a mí me parece que las cuestiones pasan por el convencimiento. Yo creo que hay vías que son más productivas que una multa económica. Jugás o no jugás. Te hiciste el vivo, no venís. Hiciste ésto, no te convocamos. Lo que no puede pasar es que se enteren [afuera]. Pongamos que un día un jugador no está; ¿quién de ustedes sabe si hizo algo o fue por cuestiones futbolísticas? Me preguntan a mí y digo que no lo cité porque me parecía que debía citar a otro. Y se terminó. Y en realidad, lo que había era un correctivo.
-¿Qué te pasaba cuando enfrentabas a la Argentina como DT de Paraguay?
-Nada en particular. No fueron muchas veces: en la Copa América de Venezuela, en las eliminatorias y un amistoso en Chaco. Pero no mezclaba. Yo trabajaba en Paraguay y me encantaba, era un grupo maravilloso. Llegamos al Mundial en un momento ideal. Siempre digo que fue poco un cuarto de final con España. Había un poco más.
-En su momento, Bielsa dijo que se quedó sin energías; Pekerman no quiso seguir después de 2006; Sabella dijo que no disfrutaba ser DT de la selección. ¿No temés que el cansancio te desgaste en algún momento?
-Si Dios quiere y todo camina bien, es muy probable que cuando termine el Mundial yo sienta exactamente lo mismo. Si me preguntás si me veo mucho tiempo [en la selección]... Muy difícil. No digo que no porque no quiero decir ahora algo que después no sabré, pero es muy difícil. Yo hice cinco años con Paraguay y terminé muy cansado. En Barcelona terminé firmando un contrato de dos años porque el club lo exigía, pero yo quería un año sólo.
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