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De Boca a Vélez, de Benedetto a Meza, memoria y balance del fútbol local 2017
Sonó el silbato final para el año futbolero en la Argentina, es tiempo de hacer balance de lo que nos ofrecieron los equipos y jugadores que vemos cada fin de semana. Y hay mucho para hablar.
El equipo. Boca, sin ninguna duda. Un Boca que no es sobresaliente, pero tiene algunas virtudes nada desdeñables. Por un lado la convicción del entrenador para ir corrigiendo lo que no funciona sin desviar su mirada. Cuando Guillermo Barros Schelotto se vio empujado a incluir a Barrios y renovar la línea de fondo para resolver la vulnerabilidad defensiva lo hizo sin perder la vocación dominante. Siguió apostando a los desbordes de Pavón, la llegada de los laterales y la generación de juego desde los pies de Gago y Pablo Pérez. La alta dosis de acierto en ataque y el hallazgo de Agustín Rossi en el arco terminan de explicar por qué mantuvo la punta desde el 1º de enero al 31 de diciembre.
Ni siquiera la marcha de Centurión o las lesiones de Gago y Benedetto lograron torcerle del todo el rumbo, y esto es un mérito notable en un fútbol como el nuestro, siempre sometido a irregularidades y escollos.
Valga también una mención en este apartado para Independiente, cuyo juego fue en aumento a medida que pasaban los meses hasta coronarlo con su gran triunfo en la Copa Sudamericana.
El jugador. El 2017 fue el año de Darío Benedetto , un 9 que supo ponerle el sello a las llegadas por afuera de sus compañeros. Transformarse en un goleador que gana partidos tiene un valor especial, y el hombre de Boca hizo muchos de esos tantos que significaron un 1 a 0 y tres puntos.
El entrenador. Para analizar la capacidad de un director técnico también hay que mirar los jugadores con los que cuenta, lo que sucede a su alrededor y las exigencias a las que está sometido. Ariel Holan concita todos los flashes pero quiero mencionar a Frank Kudelka y Leonardo Madelón.
El trabajo de Kudelka en Talleres es magnífico. Da gusto ver a su equipo, en cualquier cancha y al margen del resultado. Para quienes disfrutamos del fútbol lo suyo ha sido fantástico. En tanto que Madelón encontró su hogar en Unión para armar un conjunto que supo mantener un nivel sorprendente, muy por encima de lo hecho por el club en los últimos tiempos.
La revelación. Nadie me sorprendió más que Maximiliano Meza , un jugador cuyo techo parece lejano y que creció a medida que el entrenador fue encontrándole el lugar y el rol a cumplir en la cancha; y los compañeros le ofrecieron un contexto propicio para sentirse a gusto.
La decepción. Esperaba mucho de Racing. Diego Cocca tenía todo a favor para elevar el nivel del equipo, pero casi nunca llegó a jugar bien, porque tuvo contradicciones en el plano deportivo y en el humano, y porque una vez que se fue Gustavo Bou se quedó sin el hombre que le simplificaba todo en ataque. Le faltó a la Academia el jugador creativo, con imaginación para hacer de puente en el medio de la cancha, y –a partir de esa carencia– terminó sin saber a qué quería jugar.
Los demás. Del resto cabe señalar algunas cuestiones puntuales. River sufrió por un lado la incoherencia de un calendario que conspira contra el rendimiento de un equipo y permite que los jugadores se vayan en medio de la competencia (Alario y Driussi). Y por otro, cierta “oxidación” de su columna vertebral que, más allá del afecto y la gratitud hacia sus componentes, se ve necesitada de recambio. No tuvo un mal año. Ganó la Copa Argentina y llegó a las semifinales de la Libertadores, pero se trata de resultados engañosos, evidenciados por la derrota ante Lanús, un cachetazo deportivo que expuso la realidad de su fútbol.
A San Lorenzo hay que adjudicarle el mérito de haber estado siempre cerca, incluso gracias a triunfos inexplicables. La sensación es que surfea exitosamente las olas de menor tamaño sin saber qué puede ocurrir cuando llegue la ola grande. Pero también que si quiere dar un salto cualitativo y mantenerle el pulso a Boca, deberá comprar 3 o 4 jugadores de nivel.
Lanús llegó a la final de la Libertadores en plena decadencia. El equipo mecanizado, creativo, que respetaba los principios del juego y se instaló en el imaginario de la gente lo vimos en 2016. El de este año apenas tuvo ráfagas y esos gestos de rebeldía que, por ejemplo, le faltaron a Vélez, cuya marcha es preocupante. La cara de los pibes que forman la base del plantel los denota indefensos, incapaces de encontrarle la vuelta a una situación que precisa de jugadores mayores para sobrellevar la presión de pelear el descenso.
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