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Dario Carpintero: un gladiador dentro de la cancha y también en la calle, en tiempos de pandemia
El campeón, el verdadero campeón, no sólo juega sobre una alfombra verde de cien por setenta. No. Juega en cualquier cancha, cualquier día, a cualquier hora que desafíe la vida. Como lo hace Darío Carpintero, futbolista de toda la vida y con el alma, recolector de basura desde hace doce años y con todo el corazón.
"Cuando me quiso llevar el Loco Houseman a Huracán me ilusioné mucho", le cuenta a LA NACION casi sin pausa, sin comas ni puntos seguidos. Rebobina la historia, su propia historia, y le brota intensidad en cada frase. "Te imaginás, yo siempre fui de Huracán y de Sacachispas… Jugaba al baby en esa época, en el club José Soldati. Houseman me conocía del barrio, acá en Soldati nos conocíamos todos, le hablaron de mí, y fui. Pero por la época del año en la que fui, tenía que esperar varios meses para fichar. Y no me gustaba entrenar y entrenar, sin fichar. Y sin jugar. Entonces apareció la chance de ir a Yupanqui y ahí empecé el largo recorrido en el fútbol de Ascenso. Era delantero en esa época".
-¿Delantero? ¿Y qué pasó, por qué te fuiste a jugar al fondo?
-Era delantero, sí. Y cómo son las vueltas de la vida que desde que salimos campeones nosotros, los de la categoría 81, el club Soldati no volvió a salir campeón hasta que lo hizo con la categoría 2007, con mi hijo más grande, Arian. El juega ahora en la octava de San Telmo, es enganche, me salió fallado, jaja. A mí me fueron corriendo para atrás los técnicos que tenía, hasta que me sentí muy cómodo jugando de 2. También me sentí bien de 4, incluso en un partido con Sacachispas frente a Lugano me mandaron de 8, pero ahí no me gustaba mucho, no tenía tantos metros de frente, tanto panorama.
A los 38 años sabe que el final de su carrera de futbolista se aproxima. Y que el coronavirus, además, amenaza con acelerar los tiempos del retiro. "Pero no es lo que más me preocupa en estos momentos. Ya empecé a hablar con los dirigentes de Sacachispas a ver si hacemos un partido despedida, o más de uno, no sé, pero lo importante pasa por otro lado en estos días…"
Claro, como personal esencial Darío Carpintero sale cada día a la calle y juega en esa otra cancha que le propone la vida. Comparte los viajes en camión y la tarea de recolectar ramas y residuos con Horacio Pérez y Roberto Rivera, dos amigos, dos compañeros con los que integra una línea de tres en el fondo de tantos sueños. "No es fácil, cada día antes de volver paso a comprar lo que haga falta, llego a casa y Sabrina, mi señora, ya tiene la palangana lista para que vaya poniendo la ropa. Voy derecho a bañarme y después sí, saludo a todos. A ella, a mis hijos Arian (15) y Luan (7), y a los chihuahua, Francesco y Donna. ¿Sabés qué pasa…?"
-¿Qué?
-Mi señora y mi hijo más chico son pacientes de riesgo, son asmáticos. Y yo también me tengo que cuidar, porque el año pasado caí con gripe A. La pasé muy mal, estuve siete días internado. De Sacachispas me habían cedido a Lamadrid y justo había pasado a San Miguel cuando me pasó esto. Entre una cosa y otra estuve tres meses y medio de acá para allá, con tomografías por la infección que tenía en los pulmones. Terminé el año sin jugar. Y ahora esto…
-Bueno, pero lo más importante, como decías recién, pasa por otro lado
-Sí, más vale. Trato de disfrutar a mi familia, trato de compartir todo el tiempo posible con ellos. Me entreno un poco en casa, miramos películas, hay que ser inteligente y saber valorar esas pequeñas cosas a las que uno a veces no les da mucha importancia. Y la verdad, te digo, no hay nada más importante que el tiempo que se comparte con los seres queridos.
Cuenta que sus referentes históricos son Héctor Cúper, Pedro Barrios y Roberto Fabián Ayala. Que se mantiene informado sobre la pandemia pero no se obsesiona, "para no estar todo el día con el virus y el virus…" Y que se retirará más temprano que tarde del fútbol pero no como recolector. "Yo siempre digo que estoy en los dos mejores gremios que hay, el de camioneros y el de futbolistas. Y a mí me gusta este trabajo, lo hago con mucha responsabilidad y orgullo".
Más allá de Sacachispas, Yupanqui y Lamadrid, también jugó en J.J.Urquiza, en Midland, en Talleres de Remedios de Escalada y en Excursionistas. Alguna vez con la camiseta de Sacachispas salió gambeteando sobre la línea de gol ante Sarmiento. Pero le sobran anécdotas sobre cruces ásperos con rivales. Al margen del histórico ascenso a la Primera B Metropolitana con Sacachispas en 2017, un hito en su carrera fue haber enfrentado a Boca por la Copa Argentina en 2013.
-¿Qué te pasó aquel día que le pegaste a Cristian Erbes y te expulsaron en el primer tiempo?
-Fue una locura. No le quise pegar. Quise pegarle a la pelota y empujarlo a él, pero fue todo muy rápido y le pegué mal. Después le pedí disculpas, lo llamé. Fue una lástima por toda la expectativa que había, me acuerdo que todo el mundo nos decía "se van a comer dos goles". Y yo decía, "ojalá nos comamos dos, nada más". Al final nos hicieron cuatro.
Su amigo Gastón Figueredo lo dejó demasiado pronto después de perder su lucha contra la leucemia. Había sido suya la idea de que le pintasen un mural ahí en Mariano Acosta 3575, en pleno corazón de Soldati. Se le quiebra la voz cuando lo recuerda, pero cuenta la historia con un fuerte sentido de pertenencia. Nadie lo llama por su primer nombre, Osvaldo. A Darío Carpintero todos le dicen Pela. Y Pela, mientras la pelota descansa, no es ni más ni menos que otro de los tantos campeones en tiempos de cuarentena.
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