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Darío Benedetto vuelve a Boca, una casa que lo espera con un decorado diferente y algunos de los vicios de antaño
Las virtudes futbolísticas del 9 son bien conocidas; habrá que ver si el equipo será capaz de abastecerlo
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Darío Benedetto vuelve a nuestro fútbol, y no hay duda que con su presencia el torneo local gana un jugador que puede considerarse de élite en el contexto argentino. Cuando se marchó a Marsella, hace dos años y medio, Boca vivía en plena convulsión tras la derrota en Madrid. Vuelve ahora, con una situación muy diferente, con otros compañeros, otro entrenador, otros dirigentes y otras circunstancias. Aunque la realidad, curiosamente, mantiene algunos puntos en común con la que dejó, lo cual abre ciertos interrogantes que solo el tiempo irá respondiendo.
Las razones íntimas que empujaron su regreso le pertenecen a él, pero sin duda habrán pesado las dos experiencias que vivió en Europa. Ni en el Olympique ni en Elche logró tener el rol ni ganarse la jerarquía que había adquirido en Boca, y cuando estás lejos y las cosas no funcionan, la nostalgia se multiplica y se empieza a buscar la manera de volver a casa. Pero además, a un futbolista, mucho más cuando se ha tenido un pasado exitoso, lo convence la gloria; y la perspectiva de llegar a ser relevante en el Elche -incluso siendo inversor o socio del propio club- no puede ni compararse con las tardes o noches de Copa Libertadores o de campeonatos con la camiseta de Boca.
En este sentido, Benedetto cuenta en su retorno con la ventaja de llegar a un hogar que ya conoce. El jugador que llega por primera vez a Boca descubre un mundo nuevo y fascinante, que lo desafía y lo pone a prueba. Pero en su caso, esta es una etapa que no solo ha superado, sino que lo hizo incluso remontando aquellas primeras impresiones que causaban las burlas de propios y extraños. Los futbolistas que alcanzan un alto nivel lo consiguen también por saber resistir los momentos más adversos, y si el Pipa pudo hacerse valer por sí mismo y ganar la pulseada en aquel momento, es sencillo suponer que sabrá controlar sus emociones para atravesar el indispensable período de readaptación y acomodo.
Las virtudes futbolísticas de Benedetto son bien conocidas. Un delantero pillo para jugar entre líneas y generarse sus propios resquicios para sacar ventaja y rematar; un 9 que no depende solo del remate y que afuera del área es capaz de asociarse y también de sacar algo de la galera como si se tratase de un 10.
Los interrogantes acerca de lo que puede ocurrir con este regreso no pasan entonces por lo que Benedetto pueda darle al equipo, sino fundamentalmente por ver si el equipo será capaz de abastecerlo. Nadie juega solo. Cabe recordar quiénes eran algunos de los compañeros de Benedetto en su primera etapa en el club: Carlos Tevez, Fernando Gago, Pablo Pérez, Cristian Pavón en su mejor momento... En el rendimiento de un futbolista este aspecto es central.
¿Y ahora? Boca tiene un gran plantel, con muchas alternativas para diseñar un equipo que sea protagonista. La presencia de Pol Fernández y Juan Ramírez en la mitad de la cancha debería servir para adueñarse de la pelota y manejar los partidos con el ritmo y las pausas que son necesarias si la idea es producir una alta frecuencia de ataques y de desbordes que amplíen el abanico de opciones de llegada al arco rival. Si todo esto ocurre, Benedetto se sentirá cómodo, arropado, y podrá aprovechar su sapiencia para insertarse en el área y encontrar posiciones de remate.
Aunque para ello, sin duda, Boca necesitará tres cosas. Por un lado, dejar atrás la obsesión por ganar la Copa Libertadores y la disyuntiva de la comparación. En el mundo interno del equipo no puede pesar demasiado lo que haga River. Boca tiene que construir su propio proyecto sobre las bases que empezaron a edificarse el año pasado. Por el otro, modificar la dinámica de juego.
En los últimos años, la apuesta ha sido ganar en jugadas aisladas, con la velocidad de Villa, un desborde de Pavón, alguna aventura individual; pero el equipo siempre necesitó de un rival que le marcara cómo jugar. Con el potencial actual de Boca, este tipo de planteo sería inadmisible. Boca no puede seguir permitiéndose estar a la sombra o jugar en función de los adversarios. Sobre todo en La Bombonera, donde no se soporta mucho el fútbol especulador y el clima empieza a estar espeso cuando la gente nota que el equipo no va en la dirección adecuada. Por eso, el reto será adoptar una identidad, una forma sostenida de juego acorde con la riqueza del plantel, la historia del club y las exigencias del hincha. Y en ese punto entrará a tallar la figura de Sebastián Battaglia.
De la capacidad del entrenador para aplicarle al equipo un sello personal que contemple lo que quiere el futbolista, que suele ser jugar a la pelota y sentirse partícipe, dependerá buena parte de lo que suceda este año. Y del mismo modo, en su habilidad para establecer cuáles son las mejores sociedades que le convienen a su centrodelantero descansará el nivel y la velocidad de adaptación que alcance Benedetto en este retorno a una casa que lo recibe con un decorado diferente, aunque no del todo, al que había cuando se fue hace dos años y medio.
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