CORDOBA.– Para los cordobeses es, simplemente, "el Daniel". Para Roberto Fontanarrosa, "el exorcista". Le dedicó un cuento –con ese nombre– recordando cómo jugó Daniel Willington hace 50 años, en 1968, cuando Vélez ganó su primer título profesional. Fue en el Gasómetro de Boedo y el cordobés fue el abanderado del equipo.
"Willington levantó su pierna derecha con el movimiento lento y acompasado de las garzas, hasta que el pie alcanzó la altura de su propia cabeza. Y la pelota, la trastornada, la rabiosa, la enloquecida, se posó sobre la punta de ese pie derecho para quedar allí, mansa, sosegada, como el halcón que encuentra la mano enguantada de su señor", describe Fontanarrosa quien admite "ni siquiera sé cómo salimos ese día. Me acuerdo, solamente, de esa pelota que bajó Willington".
Santafesino de nacimiento –es de 1942– se siente cordobés; en esta provincia Talleres (donde debutó a los 16 años, en 1959) le dio categoría de ídolo. Su papá, Atilio, también jugó en el club; es "muy querido por los viejos que lo conocieron". Llegó a Talleres al mismo tiempo que a Córdoba, a los cuatro años, cuando la familia buscaba mejores aires para su asma.
Tenía estampa de líder, pero acompañó siempre su 1m85 de estatura con buena pegada, habilidad y creatividad. Debutó en Vélez el 25 de marzo de 1962; lo recomendó Victorio Spinetto, quien lo vio en un preliminar de la selección. Tenía 20 años y no había terminado el colegio; el presidente del club, José Amalfitani, lo anotó en un colegio nocturno y se encargó de que completara la primaria.
"Me cuidó todos los años; era mi padre don Pepe. Cuando vio que no progresaba en nada, me empezó a quitar la plata y me daba solo para moverme con mi familia; y a los años me dio la casa y el auto que me había comprado. Gracias a él tengo algo", cuenta a LA NACION mientras lo llaman por teléfono para un asado y sus perros se inquietan porque les quita atención.
Willington habla de "don Pepe" con afecto y respeto, igual que de Vélez. "Es el súmmun; me siento querido; vamos siempre con mi esposa. Fue un club que me dio oportunidades; crecí mucho". Es un consagrado de la hinchada de Liniers, con su escultura en la puerta y su nombre en una calle.
En 1969, jugando un amistoso con el Santos erró un penal pero después hizo el gol del empate. Pelé dijo: "Es el mejor jugador del mundo". Willington se acuerda y se ríe. "Cómo no voy a querer a ese club donde viví debajo de la tribuna casi tres años con otros jugadores, entre ellos Eduardo ‘el Indio’ Solari. Tengo mucha gente amiga y me cuidaron mucho; un año tenía una anemia terrible y don Pepe nos mandó de pretemporada a Mar del Plata para que me recuperara".
En 1971 se fue a Tiburones Rojos de Veracruz (México), donde estuvo un año y regresó a Córdoba. Al Fortín retornó en 1978 y ese año se retiró del fútbol profesional; en 1988 llegó como DT y se quedó un año sin cumplir –dice él mismo– las expectativas que tenía la gente.
La diferencia económica que hizo la perdió con la quiebra del banco Velox y su transferencia al Azul. "Me quedé sin nada de lo que tenía en Buenos Aires; era amigo del gerente por eso tenía la plata ahí; comíamos asados pero nunca me dijo nada de lo que se venía".
Cantante de tangos, "el Daniel" fue muy amigo de Oscar Ringo Bonavena a quien conoció en el boliche "La bola loca". En la charla con este diario recuerda que era del padre del rockero Piero y que fueron a jugar al bowling con sus compañeros. El boxeador le apostó una botella de whisky, "un Chivas". Terminaron siendo "hermanos" y fue Ringo quien convenció a Huracán de llevarlo al cordobés que estaba por irse de nuevo a México.
UN BOHEMIO
La diferencia económica que hizo la perdió con la quiebra del banco Velox y su transferencia al Azul. "Me quedé sin nada de lo que tenía en Buenos Aires; era amigo del gerente, por eso tenía la plata ahí; comíamos asados pero nunca me dijo nada de lo que se venía".
Cantante de tangos, "el Daniel" fue muy amigo de Ringo Bonavena, a quien conoció en el boliche "La bola loca". Recuerda que era del padre del rockero Piero y que fueron a jugar al bowling con sus compañeros. El boxeador le apostó una botella de whisky, "un Chivas". Terminaron siendo "hermanos" y fue Ringo quien convenció a Huracán de llevarlo al cordobés, que estaba por irse de nuevo a México.
"Ringo se creía que era buen jugador de fútbol –menciona con cariño–. Solíamos ir con su Mercedes a una cancha de Villa Dominico; no era bueno. Se cuidaba, no tomaba alcohol y a veces andaba con ese toscano que a mí no me gustaba porque dejaba olor. Lo extraño; era muy noble, muy amigo". La relación hizo que el cordobés dejara atrás su admiración por Gregorio "Goyo" Peralta, histórico rival de Bonavena. "Cuando lo conocí a Ringo, me quedé con él".
Sobre su llegada a Huracán, dice que Bonavena le preguntó a César Luis Menotti si no lo quería "al cordobés" en el equipo. Se conocían porque habían compartido la preselección en 1962. "Me estaba por volver a México, donde me buscaban del América, pero me quedé y le gané el puesto a Babington; jugamos un amistoso con San Lorenzo y le ganamos; la gente estaba feliz".
Cantante de tangos, "el Daniel" fue muy amigo de Ringo Bonavena, a quien conoció en un boliche. Fue Ringo quien convenció a Huracán de llevarlo al cordobés, que estaba por irse de nuevo a México.
Asegura que lo echaron de un partido "por algo que no hice" y le dieron siete fechas; entonces empezó a jugar con la tercera división a las 12 del mediodía. "La cancha se llenaba", rememora.
No perdió la costumbre de juntarse con sus amigos, jugar a las cartas y compartir asados. "Los sábados los hago yo, porque ellos trabajan. Cuando era joven, venía a Córdoba y me gastaba la plata con los muchachos. No me arrepiento".
También pasó por Instituto, donde integró equipo con Osvaldo Ardiles y Mario Kempes. En el ’74 volvió a Talleres, donde jugó dos años. Dirigido por Ángel Labruna, "la T" le ganó a Belgrano la final de la Liga cordobesa de 1974; Willington hizo un gol desde 30 metros.
Por esos años Jorge Valdano lo enfrentó jugando para Newell’s; suele rememorar que el cordobés pateó un tiro libre desde 40 metros y "casi rompe el travesaño. Me di cuenta de que Willington había muy pocos". En los ’90 "el Daniel" pasó de nuevo por Talleres, ya como DT y consiguió el ascenso a la "A" en 1994. "Como técnico te amargás más que como jugador –señala–. No voy a la cancha a ver fútbol por eso, para no amargarme. Veo en la tele, pero de afuera, fútbol de acá, poco y nada".
Willington integró la preselección argentina en 1962, 1966 y 1970. "Nunca quise estar; en esos años se prefería a los jugadores de River, Boca, Racing, San Lorenzo… Los demás íbamos de relleno".
Amigo de Juan Carlos "Milonguita" Heredia, fue un admirador del holandés Johan Cruyff; "un grande". Reconoce a Lionel Messi como el número 1, pero advierte: "Se mezclan los tiempos y los jugadores son como los autos, valen por años. Fueron Pelé, Cruyff, Maradona y ahora le toca a Messi. Lástima que no sabemos querer lo que es nuestro".
En Córdoba camina por la calle "cabeceando" para responder a los saludos y a las sonrisas de los que lo conocen, pero no se animan a hablarlo. "Me debo equivocar, pero prefiero saludar. Pararme, charlar. Siempre fuimos así".
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