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Cvitanich abre el arco de los N°9: los que volvieron a casa y brillaron
El estupendo nivel del atacante de Banfield recupera el foco en el pasado reciente: de Milito a Tevez, los artilleros que regresaron a los clubes en donde surgieron, después de los 30 años, y mantuvieron su estirpe
Lo expresa sin complejos, sin dobles lecturas, recostado en un sillón, antes de volver a ser. “Si no juego bien, las críticas van a llegar. A los 33 años, lo vivo de otra manera, porque nunca pude disfrutar del fútbol, me costó mucho; pero tomé nota de que no me falta tanto... Tenía otras ofertas, pero arreglé el contrato en dos minutos. Sería fácil decirle al hincha no me podés putear porque yo dejé todo por volver. Si volví es porque acepto todo lo que puede pasar. Todo, todo, eh...”, contaba Darío Cvitanich , meses atrás, íntimo, reflexivo.
No sólo no hubo reproches: sus días son casi ideales. Suma 4 goles en el torneo local y uno en la Copa Argentina. Más allá del ascenso de Banfield, ubicado en el cuarto lugar en el torneo, y la injusta eliminación en el otro certamen doméstico, su aura transformó el barrio. Volvió la alegría en el Taladro, el capitán suele ser figura en los partidos e inspiración detrás de escena. Se asocia con los atrevidos, marca goles y aconseja a los jóvenes, todo en uno. Se presenta en el predio de Luis Guillón antes de las 7, comparte mates con los utileros y hasta conoce el último apodo del pibe que la rompe en la octava. Es un líder que volvió a su casa en la cuenta regresiva de su carrera con el nivel de sus mejores épocas.
Un número 9 rejuvenecido en su trayectoria, potenciado en el sentido de pertenencia. Como tantos otros en tiempos recientes: artilleros mirados de reojo en la curva descendente, que brillaron hasta la última página del calendario deportivo. Tal vez, Diego Milito es un símbolo reciente: volvió, fue goleador y salió campeón de Racing en 2014, luego de una brillante trayectoria en el exterior.
En 2003 se fue de Racing para jugar en Italia; había sido una pieza más del equipo campeón de 2001. Volvió 11 años después, con una Champions League en el equipaje y con clase. Y a los 35 años se retiró con honores: un campeonato y la gloria. “Gaby (su hermano) me dijo que estaba loco por volver a Racing. Respeté mi sentimiento: siempre hice en mi carrera lo que me dictaba el corazón”, le contó, meses atrás, al periodista Adrián Michelena, autor del libro “Milito hay uno solo”.
Lo fue todo: goleador, capitán –con o sin cinta–, símbolo y protector de jóvenes perdidos. Como... Cvitanich. “La esencia uno nunca la pierde. Fui el mismo jugador que me inicié en el club, pero le fui incorporado muchísimas cosas a mi juego. Terminé siendo mucho más delantero de área. Cuando arranqué, me movía más por el frente de ataque y por afuera. Eso me lo dio el Calcio, donde hay que aprovechar cada espacio que te queda”, reveló Milito. Alguna vez, Víctor Blanco, el presidente, reflejó el sentimiento aquel. “Milito no quería venir como un ex futbolista, y prefirió recuperarse en el Inter –de una seria lesión–; eso habla muy bien de él y de lo centrado que es”, declaró.
Existen otros casos. Goleadores que brillaron apenas volvieron a su primer hogar. Sin el desgaste de la adaptación: conocían cada centímetro del arco. En tiempos recientes, hay unos cuantos. No es necesario viajar en el tiempo como en el caso de Ramón Díaz en el exitoso River 1991, cuando fue el goleador del Apertura, con 14, en su último título como futbolista a los 32.
Carlos Tevez es un caso testigo. Cuando regresó a Boca en 2015, a los 31, había salido de Juventus en una versión rutilante. Se consagró en el Torneo de Primera División y en la Copa Argentina, con Rodolfo Arruabarrena como conductor. Más tarde, fue cómplice de polémicas y desventuras internas y ajenas; apenas un puñado de semanas antes de su intempestiva partida a China, recuperó su nivel.
Fernando Cavenaghi volvió por... amor a River, que estaba en el sótano del fútbol argentino. Vigente, más allá de las conjeturas por su estado físico, fue decisivo en el tramo final del regreso a primera y se retiró apenas días después de conseguir la Copa Libertadores 2015.
Hay más. En Rosario, por ejemplo. Marco Ruben volvió a brillar en Rosario Central, en su primera temporada, sobre todo. Ignacio Scocco regresó y salió campeón, también, en su primera vuelta. Lo llamativo es que, en ambos casos, se presentaron cerca de los 30, luego de diversas experiencias en Europa y en exóticos destinos. Ruben anotó 24 goles en 35 partidos en 2015 y Nacho, hoy en River, consiguió el Torneo Final 2013 en su primera vuelta a Newell’s.
La lista es amplia: Licha López se destaca en Racing, a los 34, el Chino Luna es el faro de Tigre, a los 35 y Mariano Pavone es el gol de Estudiantes, a los 35. Luna disfruta de Victoria... en su cuarto ciclo.
La contracara, tal vez, sean los casos de Gonzalo Bergessio (33), en San Lorenzo –ahora en Vélez–, y Germán Denis (36), en Independiente –ahora en Lanús–. “Independiente es más grande que cualquier DT o cualquier jugador”, advirtió Ariel Holan. Sin embargo, hay goleadores experimentados que agigantan el arco en el calor del hogar.
El caso de Pepe Sand
”Lanús es mi lugar en el mundo. Estoy en un buen momento, quiero seguir por este camino”, comentó José Sand, de 37 años, que en realidad no encontró un impulso previo al regreso en un escondite del exterior. Fue en Boca Unidos, de Corrientes y en Aldosivi, de Mar del Plata, en donde recuperó su esencia goleadora, antes de demostrar su vigencia en Lanús, club que días atrás le dio una plaqueta por los 100 goles, aunque hay estadísticas que aseguran que tiene 97 (los otros 3 fueron en contra).
Pasó por 15 clubes, pero sólo brilló con el granate. Suma 226 goles en clubes y, más allá de los vaivenes que atravesaron su carrera, sólo en Lanús fue decisivo con cuatro títulos. Apertura 2007; primera división, Copa del Bicentenario y Supercopa Argentina, todos en 2016.
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